El jueves a las 19.00 en el Museo Zorrilla se presenta Los restos del naufragio (Pez en el hielo), un volumen que reúne ensayos de Francisco Álvez Francese, crítico y poeta (y colaborador de estas páginas) sobre obras de Delmira Agustini, Blanca Luz Brum, Francisco Acuña de Figueroa, Amanda Berenguer, Juan Baltasar Maciel, Pedro Leandro Ipuche, Fernán Silva Valdés, Enrique Casaravilla Lemos, Jorge Medina Vidal, María Eugenia Vaz Ferreira, Susana Soca, Julio Herrera y Reissig, Concepción Silva Bélinzon, Marosa di Giorgio, Jules Supervielle, Sara de Ibáñez, Vicente Basso Maglio, Orfila Bardesio, Emilio Oribe y Álvaro Figueredo. Leerán Gustavo Espinosa, Claudia Campos, Roberto Echavarren y Melisa Machado.

En el breve texto que oficia de apertura se habla de “un lenguaje que va muriendo”. Álvez aclara: “No creo que la poesía vaya a desaparecer o que esté desapareciendo e intento alejarme de ese tono apocalíptico que denunciaba Derrida en los 80, pero es evidente, para cualquiera que esté más o menos atento, que la poesía ocupa un lugar nuevo –si es que ocupa algún lugar– en la sociedad. Veo que se escribe y se publica mucho, bueno y malo, pero lo cierto es que el que fue el lenguaje privilegiado por tantos años ha empezado a ocupar un espacio marginal, casi de resistencia. En ese sentido, este libro surge desde varios intereses. Uno de ellos es encontrar algunas voces que por distintos temas fueron quedando en el olvido; como la escritura comporta una postura, posicionarse en el tiempo y en el espacio de cierta manera, esta selección es un gesto político. Para mí, como en el soneto de Quevedo, uno habla con los muertos a través de la lectura y este libro, más que una resurrección, es el restablecimiento, como mucho, de un diálogo. Nada más”.

Los textos ya habían ido apareciendo en la revista online Sotobosque, así como las fotos de Gastón Haro: “los dos usamos materiales de descarte, juntamos cosas, lo que me llevó a la idea del naufragio, que me fascina desde hace años. En mis textos, por ejemplo, hay versos de poemas míos que tienen su tiempo, versos de otros (recuerdo uno puntual de Baudelaire) en los que pienso a veces, etcétera. Así se fue armando todo y, a medida que iba saliendo, Maggie Sagarra, la directora, y varios compañeros de la revista me decían: ‘esto es un libro’. Cuando llegué a 19 textos, que me parecía un número lindo, lo mandé a Pez en el Hielo, que para mí es una de las editoriales más interesantes que hay ahora en Uruguay, y tuve la suerte de que a ellos les gustara también”.

En todo caso, se trata de una selección y no de una antología: “Trato de escapar del rótulo de antología porque este libro de veras no lo es. En una época se hablaba de florilegio o se usaban términos botánicos de ese estilo, que a mí me gustan mucho y prefiero, y que creo que se sugiere con la maravillosa foto de portada, de Erika Bernhardt. Cuando uno arma un ramo, no siempre pone las mejores flores o las más bellas, sino las que encuentra y le parece que van mejor, que componen algo más atractivo. Así trabajé yo y el método no fue por autores, sino por poemas. Hay muchos (como los de Delmira Agustini o Julio Herrera y Reissig) que me acompañan hace tiempo, otros los descubrí buscando para la selección. Hay unos cuantos poetas que son los que yo considero como lo mejor que dio Uruguay, hay otros que son más irregulares, pero todos tuvieron su lugar en este proyecto y aportaron a un clima, que para mí era fundamental”

En los agradecimientos se menciona “a Roberto Appratto, por inventar una forma”. Álvez: “Cuando supe que Maggie quería empezar con Sotobosque, a mí se me ocurrió al instante escribir sobre poesía, como una forma mínima de militancia. Appratto, a través de Impresiones en silencio, inventó una manera de acercarse al arte que a mí me pareció muy fecunda para este proyecto. En el libro, yo doy más pistas que Appratto: nombro, pongo el texto fuente, el libro, etcétera, pero esa manera de escritura la tomé de él. Al final, creo que la idea que subyace a todo esto es la de pensar la escritura como una cosa sola: una buena escritura llama a otra, las palabras hacen como un ruido, hay una fricción y si uno sabe escuchar ahí encuentra todo: yo sólo lo traté de poner en evidencia”.