Para aquellos que disfrutan de la historieta estadounidense más o menos mainstream Ed Brubaker es una garantía de calidad. Este guionista de 52 años fue cobrando fama gracias a sus atrapantes historias policiales, primero en editoriales independientes y luego en DC Comics, donde comandó series de personajes adecuados a su sensibilidad, como Batman o Catwoman. Demostrando una plasticidad necesaria para hacerse un nombre en el medio, estuvo a cargo de uno de los tantos títulos de los X-Men en la editorial Marvel, donde además escribió una de las mejores etapas del Capitán América entre 2005 y 2012.
En los últimos años, y siempre de la mano del talentoso dibujante Sean Phillips, Brubaker se despachó con series como Criminal, The Fade Out, Fatale o Kill or Be Killed, cada una de ellas muy recomendable.
Este pedigrí hizo que en 2017 llamara la atención la noticia de que Ed se había aliado con Nicolas Winding Refn para cocrear y coescribir una serie de diez episodios de temática noir para Prime Video, el servicio de streaming de Amazon. El danés, conocido por la película Drive (2011) que protagonizó Ryan Gosling, es un “director visionario”, algo que usualmente significa que la fotografía de sus films es distinta a la de la mayoría de sus colegas.
Juntos son polvorita
A mediados de este año se estrenó la temporada completa de Too Old to Die Young, que comienza siguiendo a un policía corrupto e infiel hasta que es asesinado. Un mafioso mexicano cree que fue el asesino de su madre, pero el verdadero culpable es su compañero Martin (Miles Teller), quien termina trabajando para otro grupo de mafiosos a cambio de que mantengan el secreto.
Hay muchísimo Brubaker en el comienzo de esta historia, que incluye a una novia menor de edad y a su padre bastante delirante, una vengadora de mujeres explotadas, una joven que trabaja con víctimas de crímenes y un asesino que hace justicia a esas mismas víctimas, y al que además le falta un ojo.
Al mismo tiempo, cada plano está minuciosamente cuidado, con poses perfectas, encuadres pensados con una escuadra y más neón que en la avenida 18 de Julio antes de que se pusieran estrictos con las marquesinas.
Si a esto le sumamos diálogos interesantes, una trama que en varias ocasiones zafa de los lugares comunes del género policial y una banda de sonido atrapante, ¿por qué entonces estamos ante una de las series más aburridas de los últimos tiempos?
Vamos a la pausa
La frase anterior está dicha a título personal, como casi todo lo que aparece encima de mi firma que no esté entrecomillado. Quizás alguien disfrute de la atmósfera generada por Winding Refn, quien se encargó de los diez episodios, pero el director está tan enamorado de su fotografía, que se olvida de que esto deberían ser imágenes en movimiento.
Tomemos un diálogo cualquiera entre dos personajes. El primero le pregunta al segundo cómo está. El segundo se toma diez segundos, escupe al piso, mira a los ojos a su interlocutor y responde: “Bien”. Pasan cinco segundos más y agrega: “¿Vos?”. 15 hermosos segundos más tarde, el primero entrecierra los ojos y luego dice: “Yo también”.
Con la misma velocidad con la que se seca la pintura en una pared, se desarrollan la mayoría de las escenas de esta serie, que no solamente se regodea en las pausas sino también en las acciones casuales: si un personaje debe caminar hasta un auto para encontrarse con otro, lo vemos caminar desde cuatro cuadras antes; si está bailando una canción, suena el tema entero.
En circunstancias normales, un episodio promedio de esta serie, que ronda la hora y media, duraría 50 minutos. Si Tarantino estuviera al frente serían 20 minutos, y si se tratara de un video de Guillermo Aquino terminaría en menos de 14 segundos.
Pero aquí todo es lento y Winding Refn está demasiado concentrado en plantar a los actores en el lugar correcto antes de empezar a filmar, como para notar que la acción más trivial se extiende demasiado, como un DJ de casamiento que disfruta tanto escuchando “La pachanga” de Vilma Palma e Vampiros que no se da cuenta de que debió mandar el siguiente tema después del primer estribillo.
Aprovechando que tenemos a Brubaker en el proyecto, si Too Old to Die Young fuera una historieta aumentarían las chances de disfrute por parte del lector, ya que son sus ojos los que deciden la velocidad con la que pasar de una viñeta a otra, y porque Sean Phillips no dibujaría tres viñetas silenciosas después de cada vez que un personaje se dirige a otro.
El lado positivo
El ritmo de la serie, que pone en riesgo su verosimilitud mucho más que lo que sea que ocurre en los dos últimos episodios, no logra arruinarlo todo. Hay varios elementos a destacar, siempre y cuando uno tenga paciencia y en especial tiempo para dedicarle.
En cuanto a las actuaciones, Teller no tiene mucho que hacer, pero el papel más destacable es el de Yaritza, interpretada por la mexicana Cristina Rodlo; su vengadora misteriosa funciona tanto en los momentos de violencia explosiva como en todas las ocasiones en las que debe mantenerse inmóvil.
Hablando de violencia, las escenas en las que alguno de los personajes termina con la vida de otro están entre las más interesantes, aunque quizás sólo sea porque le dan un poco de dinamismo a la historia (por suerte este auteur no filma las balas en cámara lenta, al estilo de las hermanas Wachowski). Sobre la segunda mitad hay algunos abusos cercanos al gore, pero a esa altura cualquier acción es bienvenida.
Por último, hay escenas que demuestran que el equipo de filmación tiene buenas ideas, como aquella que sigue a Diana (Jena Malone) mientras camina por el costado de una piscina y conversa con Viggo, su matón (John Hawkes). Ella siempre permanece en el centro de la pantalla, con su interlocutor cambiando la velocidad y en ocasiones saliendo de cuadro.
Con ideas interesantes que a veces coquetean con el surrealismo, una fotografía estudiada y una atmósfera diferente a lo que estamos acostumbrados a ver, Too Old to Die Young se toma demasiado tiempo para absolutamente todo. Por supuesto que cada pausa está tan planificada como cada disparo en la frente y que podrían leerse como una crítica a la inmediatez que nos rodea, pero al final del día esta declaración de principios hizo que deseara con fervor la llegada de los finales.