Diego Bartaburu (No Te Va Gustar)
A Deeper Understanding (2017), de The War on Drugs. “I resist what I can not change, own it in your own way”, canta Adam Granduciel en “Pain”, uno de los himnos de este discazo, que en mi mundo ya es un clásico. Una colección de canciones bellísimas producidas de manera magistral. No pasa una escucha sin que descubra un nuevo detalle en una guitarra o un recoveco letrístico inesperado. Un álbum que se asimila rápido, pero con contenido de largo aliento. Ideal para mañanas soleadas haciendo ruta.
Fire on the Bayou (1975), de The Meters. Según Wikipedia, groove es la sensación rítmicamente expansiva o el sentido de “swing” creado por la interacción de la música interpretada por la sección rítmica de una banda. Si este concepto no queda claro, basta con darle play a este o cualquier otro disco de esta banda icónica de New Orleans, que si de algo sabe es de groove. Los Meters unieron el funk puro y duro con ritmos folclóricos de Louisiana, como el second line (en la canción que da título al disco) o el New Orleans mambo (en “Mardi Gras Mambo”), con total éxito. Zigaboo Modeliste es además un baterista referente, indispensable para cualquier músico de funk que se precie. Cuando llegan los amigos a casa a tomar cerveza y comer pizza, este es el disco con el que generalmente los espero.
Soul Manifesto: 1964-1970 (2015), de Otis Redding. Si me preguntan quién es mi cantante favorito, antes de meterme en un torbellino de dudas, el nombre que invariablemente me viene a la cabeza es Otis Redding. Tuve que hacer trampa en esta respuesta y acudir a una compilación que probablemente incluya toda su obra, porque, a pesar de que tengo mis canciones preferidas (“A Change Is Gonna Come”, “These Arms of Mine”, “I’ve Been Loving You Too Long”, “Sitting on the Dock of the Bay”, etcétera), lo que me gusta es escucharlo cantar. Lo que sea. Tiene una conexión tan directa con el sentimiento que parece que le estás viendo el alma a través de su canto desgarrado y a veces melismático (en el mejor sentido posible de la palabra). Entrega total. Además, la banda que normalmente lo acompañaba estaba compuesta por la élite de músicos de Memphis del momento, varios de ellos integrantes de la mítica Booker T and the MG’s, pero ese es otro tema. Otis es un camino de ida que no deja de llenarme el corazón.
Mónica Navarro
The Fame (2008), de Lady Gaga. Ahora estoy re obsesionada con los vinilos, puedo llegar a fundirme por ellos. Esto es lo que estoy escuchando enfermamente, y lo voy a seguir escuchando la semana que viene. Qué gusto amplio que tengo. Con Lady Gaga me pasa que admiro mucho el proceso artístico que hizo: empezó siendo como un producto de adolescentes, esa cosa medio extravagante, fuera de la norma –sigue siendo una representante del pop muy grosa–, y a medida que avanzó fue convirtiéndose en una cantante de la hostia. Es increíble lo que canta, y además cada vez toca mejor el piano. Se canta todo en pop, rock, en un modo más comedia musical y también jazz. Es una tipa muy versátil y la admiro mucho, zarpadamente. Tiene una fuerza increíble en su voz y es muy técnica y equilibrada. Es decir, su voz siempre está en un equilibro perfecto, aun en vivo. Cuando la vi en el Superbowl, dije: “Ta, esta tipa es extraterrestre, inalcanzable”.
Duets (1993), de Frank Sinatra. Este disco tiene duetos con muchos artistas, desde Charles Aznavour, Kenny G y Tony Bennet –que también hizo un disco con Lady Gaga en esa onda más jazzera– hasta Julio Iglesias. Es un discazo. Sinatra como cantante también me parece increíble, y es austero. Nunca quiere mostrarse estilo “ay, mirá todas las cualidades que tengo”, sino que es centrado y equilibrado, es la máxima austeridad en el mejor sentido de lo perfecto. Hay una versión de “Angel Eyes” que hace en vivo en el Madison Square Garden: el tipo está solo en el medio de la gente y nunca jamás nadie cantó ese tema como él, entendiendo perfectamente cada una de las palabras que dice; incluso se prende un pucho en el escenario.