Puede que parte de su universo ya no sea el mismo que alguna vez conocimos. Por momentos parece más solo, sin ejército, y las escenas en las que transcurren sus aventuras se ubican en un sinfín de lugares, más o menos reconocibles. Sin embargo, algo en su método de trabajo permanece casi idéntico y conectado a su obsesión adolescente: recortar revistas.

Hace muchos años que no ve a Emma y Esther, las simpáticas maestras jubiladas que se lucían en sus primeros videoclips, con lentes de sol, coreografías absurdas y guitarras de cartón. Cada vez viene menos por Montevideo, aunque sigue visitando Tacuarembó para estar con sus padres y abuelos. Su disco nuevo no será uno, sino tres compilados con “demos, cosas muy amateurs, otras muy bien producidas”, y versiones de sus canciones a cargo de otros artistas: “Siento que este proyecto me sirve para juntar trabajos de una etapa que ya terminó y empezar otra”. El primero de los compilados ya está disponible en la web y se llama Lechiguanxs Box 1.

Ahora Dani Umpi vive en el barrio Villa Ortúzar de Buenos Aires y está muy enfocado en su carrera como artista plástico. Tiene su taller en el Once, le gusta almorzar en lugares peruanos, y su “eterno plan B” es ir de paseo a La Plata: “En los últimos años tengo un estilo de vida bastante nómade, que es como una extensión de cómo viví siempre, como una especie de estudiante del interior perpetuo, muy desarraigado. Antes lo vivía con conflicto, ahora creo que es una estrategia de vida”.

Como en la mayoría de los afiches que anuncian sus presentaciones, el más nuevo, con fecha 2 de enero, tiene el escudo de Uruguay incrustado en lo alto de un archivo paint, y un texto en inglés que avisa del arribo a China del “famoso artista plástico, músico y escritor Dani Umpi”.

Casi recuperado de un “jetlag macabro”, y con una valija perdida, mira revistas de cómics en una vidriera del Palacio Salvo y pide agua sin gas en un bar moderno, un día antes de su actuación en Montevideo con su proyecto Umpi/Coghlan.

¿Cómo te fue en China?

Bárbaro. Junté varias actividades y estuve un par de semanas en Beijing, Chongqing, y Tianjin. Presenté un cuento [“No me puedo quejar”] que se tradujo al chino mandarín y que está en un libro que se llama Tandem. Fui con otro artista uruguayo que se llama Juan Perazzo, invitados por la embajada uruguaya en China y el consulado en Chongqing, e hicimos un par de muestras con nuestro trabajo. Quedé muy maravillado. Es una cultura con la que no había tenido contacto y mi fantasía era muy diferente a lo que me encontré. Te desborda mucho. Es muy alienígena, tiene una cosa muy del futuro y a la vez una tradición muy rara para nosotros.

Es cada vez más común encontrar notas de prensa o referencias a tus actividades que hablan de un artista muy respetado y de prestigio. ¿Cómo recibís ese tipo de cosas?

Eso de que ahora tengo prestigio es algo que me lo están diciendo mucho y no creo que sea así. Es sólo la edad. No me gusta pensar eso porque me despierta muchos resentimientos viejos y es una sensación fea. No me gusta que alguien que hace años decía cualquier cosa de mí ahora me hable con seriedad, me pida contactos o consejos. Yo soy muy pueblerino y me acuerdo de todo, es horrible. Para mí todos siguen teniendo 18 años en Pachamama y me gustaría cambiar eso en mi mente. Me acuerdo, por ejemplo, de que con quien fue mi mánager en el sello Contrapedal, Gabriel Turielle, discutíamos porque yo le decía: “En tal lugar no quiero tocar porque una vez un portero me dijo no sé qué, y así otras veces”, y él me contestaba: “Al final si no superás eso no vas a cantar en ningún lado”. Esto es muy de gay del interior, resentido. Quisiera seguir en la mía, como siempre. No pensar esas cosas y madurar.

¿Dónde encontrás tu motivación para hacer tantas cosas a la misma vez?

Al no tener un jefe pero sí un horario, un lugar y responsabilidades, voy ordenando un poco mi trabajo y priorizando mis motivaciones. Hice este viaje a China, ahora tengo una muestra re grande en Córdoba. Para eso tengo que tener una disciplina y un ritmo de trabajo muy grande, y lo que me motiva es poder hacer mi trabajo y mostrarlo. Pero también me motivan un montón de cosas, que es lo que me permite crear. Ahora que estoy muy centrado en lo plástico, estoy en una búsqueda de color y de trabajar con mi material, que son las revistas. Todo el tiempo estoy cortando.

¿Qué buscás en las revistas?

Las que uso más son las que tienen ese papel medio glossy, brillante. Recorto letras que después rearmo en textos, los colores plenos que están debajo de los textos, logos, y hago unos mantos grandes y muchos collages. Cada vez los hago más grandes.

¿Cómo describirías tu actual método o rutina de trabajo?

No he encontrado un método de creación y trabajo. Con los años sólo pude tranquilizarme, ordenarme, confiar más y tener constancia. Tengo 45 años y estoy dedicado casi exclusivamente a lo que hago. Es una edad muy conflictiva para los artistas, porque generalmente dejan de producir. Pero siento que voy surfeando esta etapa principalmente porque no tengo método. Tengo a mi favor que soy súper obsesivo. Si describo un día estándar mío es parecido al de un freelance independiente. Me levanto, voy a mi taller de Once, que no parece una oficina pero es como si lo fuera. A eso de las nueve de la noche cierro el boliche y me voy a mi casa. Mi trabajo plástico es muy manual, así que estoy casi todo el tiempo frente a una mesa y una computadora.

¿Todo esto que hacés ahora es como lo habías imaginado en tu adolescencia?

Es re distinto. Aunque en realidad sí. No sabía bien lo que iba a hacer, pero me veía como en un trabajo de artista contemporáneo. Fue como un camino, una búsqueda. En ese sentido tengo una visión súper clásica de alguien que va creciendo, y descubriendo cosas, y aprendiendo. Pero lo de cantar cuando era chico ni se me cruzaba por la cabeza.

En tus novelas y en tus canciones siempre aparece, o está presente, algo religioso. ¿De dónde viene eso?

Pasa que a mí me gusta la alegoría hermetista, que tiene algo medio trascendente o iniciático.

Foto: Pablo Vignali

Foto: Pablo Vignali

Y de salvación, ¿no?

Sí, o de transmutación. No sé muy bien de dónde viene, pero me gusta mezclar eso con algo melodramático. Creo que viene del rock, de la canción, [David] Bowie. Por ejemplo, en la adolescencia me influenció mucho Tori Amos. Ella trataba estos temas con una cosa medio surrealista, pero con referencias muy cristianas. La cosa cristiana no me gusta, pero creo que ella, con esa mezcla, fue re fundamental para mí.

Tipo 1993, 1994.

Esos años fueron re importantes. Fue cuando estudiaba en Montevideo. Me vine de Tacuarembó; cambio de lugar, descubrir internet, el sexo. Todo era nuevo y mucho. Era la facultad, Cinemateca, ir a la biblioteca Artigas Washington a leer revistas de arte; estaban re actualizados, tenían la Forum, la Print, todas las de arte contemporáneo. O si no, con mi amiga Andrea íbamos de colados a la Universidad Católica a usar internet. La música, además, tenía otro valor. Antes para conseguir lo que te gustaba tenías que hacer todo un tráfico. Cuando vivía en Tacuarembó, viajábamos a Rivera a hacer el surtido del mes, y ahí me compraba los discos y la revista brasileña Bizz, que fue re importante para mí. Ahí descubrí un montón de artistas, y las notas eran buenísimas.

¿A qué artistas les seguís la carrera desde esa época?

A Tori Amos la sigo bastante, Bjork, y ahora con Spotify, si arreglás el algoritmo te sale automático. Escritores: Neil Gaiman, César Aira, y después Fangoria, y todo lo que hagan Alaska y Nacho Canut.

¿Y qué música nueva?

Sigo con esa cosa desde la adolescencia de escuchar pop según lo que va saliendo. Este año escuché mucho Caroline Polachek y Carly Rae Jepsen, que es algo que cualquier gay estándar más o menos interesado en el pop hizo este año.

¿Y música nueva uruguaya?

Ahora hay un montón que me interesa. Cada vez más. A.M.I.G.A., Eros White, Anxiety Report, Athame, Kevin Royk, todos los que hagan electro pop, o algo así, me gustan y me dejan contento, porque es lo que me gusta a mí.

¿A qué edad empezaste a leer?

Ponele que tenía 16, por ahí, nunca con una intención formativa. Leía best sellers, novela rosa, y después, cuando vine a Montevideo, Douglas Coupland, Bret Easton Ellis, ese tipo de escritura noventosa, y cómics, tipo Neil Gaiman.

Me impresiona mucho el dominio de la escritura que tenés. ¿Heredaste algo de eso, o fue leer y escribir mucho?

Tengo un hábito de lectura que mantengo y que sobrevive entre todas las cosas que hago porque, no sé, no miro Netflix, no miro series. Me ponen nervioso. No puedo mirar más de dos capítulos. Mi novio vive mirando series y llega un punto que pienso: ‘Quiero salir a bolichear, hacer otra cosa’, y me voy. Pero, volviendo a los libros, ahora siento que soy como un viejo. Este año hasta tengo una bata al lado de la cama, un sillón con una lámpara de pie, y una biblioteca que uso como Google. Es una imagen de mí que nunca pensé que iba a tener. Yo creo que tengo una manera de escribir que de alguna forma heredé. Y cuando me comparan con otros como Manuel Puig me da mucha vergüenza, porque para mí es como un maestro. Yo escribí cuatro novelas y no profundicé en nada. Pero sí es cierto que tengo una manera de escribir que parte de la observación, de lo que ves, lo que escuchás, siempre anotando cositas, como Hebe Uhart, Silvina Ocampo. Todos ellos me gustan.

¿Y ahora que estás leyendo?

Late un corazón, de I Acevedo, un amigo trans del que siempre fui muy fan. Cuando ella era chica, y se llamaba Inés, escribía unos cuentos que me encantaban, y ahora sacó este libro increíble, que termina con un diario muy fuerte de su relación con el alcohol. Es como un híbrido buenísimo. Y después me fascinó la traducción del libro de los 70 Estados del deseo, de Edmund White. Quedé muy interesado en ese escritor. Igual leo cosas muy anacrónicas, no sé, Giordano Bruno, escritos de teosofía. Soy muy random.

¿Y vos estás escribiendo algo?

Estoy empantanado en una novela desde hace años. Creo que la voy a dejar. Antes me concentraba más en escribir, y no he podido hacer algo que siempre quise, que es irme un tiempo a un lugar a escribir. Eso fue lo que hice para terminar la última novela, Un poquito tarada.

¿Cómo surge este nuevo proyecto musical con el que te vas a presentar hoy?

Coghlan es un músico argentino que se llama como el barrio donde vive. Dio la casualidad de que tenemos el mismo mánager, y un día nos dijo: “¿Por qué no hacen algo juntos?”, ya que a los dos nos gustaba lo que hacía el otro. Y a la vez empezamos a trabajar con el productor Joaquín Taba, que es como el tercer integrante de esta banda. Coghlan tiene una forma de composición muy distinta a la mía. Generalmente yo pienso la canción, la letra y la melodía, y él es más del freestyle. Este proyecto me hace estar en otro lugar y me da mucha felicidad. Yo soy bastante variado en mis gustos musicales. Tengo cosas como medio acústicas, medio cabareteras, y cosas más de boliche. Y esto también es boliche, pero es más como de after. Tiene cosas de euro dance y techno.

También vas a compartir escenario con Patricia Turnes y Flavio Lira, Amigovio.

Sí, siempre me gustó lo que ellos hacen. Aunque no tengo una relación de amistad muy cercana, los siento muy al lado, me siento muy en ese corral. Me gusta mucho esa cosa intimista que tienen. Han encontrado un tono muy personal, muy diferente al resto de la cosas que hay por acá, y a la vez sintonizando con cosas de la época, y con una manera de hacer las cosas muy independiente y mucha constancia en el trabajo. Eso es lo que más me identifica.

¿Cómo te imaginás envejeciendo?

El envejecimiento es inevitable, y yo no creo en eso de joven de espíritu. La gente está muy pendiente de la edad, de su generación y esas cosas. No es fácil pensar otras lógicas, otras agrupaciones, incluso en gente formada, con pensamiento lúcido y sentido común. Hay un capítulo muy bueno de El Tea Party de Alaska y Mario [programa que se puede ver por Youtube] en el que hacen una tertulia hablando de la edad, y estuve muy de acuerdo cuando lo vi. Uno envejece y no pasa nada, ya sabemos cómo es. Hay que tratar de tener abierta la cabeza, altas las defensas, alimentarse bien, rodearse de pocas cosas, buscar hacer lo que te gusta y no deprimirte. Todos sabemos que es así, pero ¿quién lo puede hacer?

El dúo Umpi/Coghlan se presenta hoy a las 21.30 junto a Patricia Turnes y Amigovio en La Cretina (Soriano 1236).