“Percibir en la oscuridad del presente esta luz que trata de alcanzarnos y no puede hacerlo; esto significa ser contemporáneos. Por ello los contemporáneos son raros. Y por eso ser contemporáneos es, ante todo, una cuestión de valor, pues significa ser capaces no sólo de tener la mirada fija en la oscuridad de la época, sino incluso de percibir en esa oscuridad una luz que, dirigida hacia nosotros, se aleja infinitamente. Es decir, una cosa más: ser puntuales a una cita a la que sólo se puede faltar”, sostuvo Giorgio Agamben en su ya famosa ponencia en Venecia, ¿Qué es lo contemporáneo?

Uno de los que no se lucieron en la cita del coronavirus, este nuevo estado de cosas, fue justamente el pensador italiano, paria instantáneo por haber leído la entonces incipiente pandemia como una gripe inocua (periódicos como Corriere della Sera lo tildaron de negacionista) y calificar las medidas sanitarias como despotismo. Pero su vieja idea del rayo que se alcanza a distinguir está en el más reciente estreno de la Comedia Nacional que dirige Cecilia Caballero Jeske.

Preocupación paranoica, soledad, solidaridad, flirteos, alcohol en todas sus concentraciones, tapabocas, papel higiénico como para un batallón y relaciones mediadas, por el teléfono, la computadora o el balcón, no faltan en Cuando nos volvamos a abrazar. Federico Roca y Anselmo Hernández fueron armando una dramaturgia de la reclusión durante los primeros meses de la cuarentena local, vía Zoom, uno en Montevideo, el otro en Chile.

A fines de agosto Caballero Jeske fue convocada para dirigir al elenco oficial. En marzo había tenido que resignar el estreno de Anomalía, una obra basada en el caso de abuso de Harvey Weinstein, que llevaba un año y medio preparando. Otras ocho piezas programadas para su espacio La Escena quedaron en el tintero. Luego de cuatro meses cerrado, a causa de sus dimensiones, el lugar fue habilitado únicamente para clases. Sin embargo, en tiempo récord, el 8 de setiembre comenzaron los ensayos con la Comedia.

“Me generaba muchísimo miedo, ya que nunca había tenido un proceso tan corto, iba a trabajar con actores que no conocía y tampoco ellos me conocían a mí”, reconoce. La carpeta que se llevó aquel primer día sufrió todo tipo de modificaciones: directora y autores fueron agregando “situaciones pandémicas” a medida que las detectaban, reescribiendo historias que podían profundizarse, recortando las que no coincidían con la dinámica de la puesta. Y los comediantes se apropiaron del espectáculo al improvisar escenas que derivaron en parlamentos.

Hay aspectos de la distribución en el espacio y guiños de cercanía (como las miradas a la platea cuando alguien tose) que logran un efecto de realidad duplicada. “El texto incluía indicaciones para la escenografía donde hablaban de tres torres de edificios y también nombraba un espacio común (‘plaza en el medio’) con referencias a la película Dogville [Lars von Trier, 2003]. Obviamente que como creadora eso fue un disparador. Lo que sucedió al llegar a la sala de ensayos fue que tenía una luz fría muy inhóspita, entonces hablé con la diseñadora de luces y le pedí para traer una veladora para cada personaje. La escenógrafa aún no había terminado su propuesta, pero veníamos manejando algunas ideas y le pedí que marcara el piso porque algo de lo que habíamos hablado era la sensación de encierro que tiene una pandemia, Entonces, ya desde el segundo día teníamos estos nueve compartimientos pequeños y un clima re lindo, cada habitáculo tenía su lamparita como única iluminación. De hecho, la última semana, cuando entramos a la sala, nos costó muchísimo el cambio a tanta luz”, cuenta sobre el trabajo previo a la maqueta final.

Foto: Carlos Dossena

Foto: Carlos Dossena

En cuanto a las toses, se ocupó de que salieran de distintos parlantes y provocaran momentos de suspensión nerviosa. “Una de las cosas más fuertes de esta pandemia es que el miedo se instaló y de repente alguien tose en un ómnibus o en una tienda, donde hay gente que está muy cerca, nuestro instinto de salvación o nuestro monstruo miedoso hace que enseguida reaccionemos. He prestado mucha atención a cómo nuestros cuerpos y miradas reaccionan a esto. Incluso en la calle, cuando se nos acerca alguien, es muy interesante ver nuestro comportamiento. También porque mirar al público es algo que vengo trabajando hace muchos años como forma de hacer teatro y de comunicarme con el espectador. Me gusta generar una conexión entre el ‘humano siendo visto’ y el ‘humano viendo’, y siento que ese lugar frágil donde nos coloca a los dos es muy honesto y es donde me interesa ahondar”.

Otro asunto fue cómo redondear un espectáculo prácticamente sin distancia con los sucesos. “Es algo que me cuestioné mucho. Es un gran desafío. Me gusta trabajar con textos que critican, denuncian o reflexionan sobre cosas sociales, políticas o humanas pero esto me tomó por sorpresa en todo sentido. No es algo en lo cual puedo tomar mucho partido, y al ser un tema que nos está atravesando en este momento a todos los seres del planeta, muchos días mis pensamientos decían: ‘¿estaremos preparados para hacer una reflexión sobre esto ahora?’. Esto aún no terminó ni sabemos qué va a suceder, y eso es extraño. Pero bueno, pensé en que justamente desde ahí podía hablarlo. Desde el ‘no sé qué sucederá; sólo sé que la vida sigue y que el amor es lo que siempre nos va a salvar’”.

Cuando nos volvamos a abrazar va los sábados a las 21.30 y domingos a las 19.00 en la sala Zavala Muniz del Teatro Solís. Con Andrea Davidovics, Alejandra Wolff, Jimena Pérez, Diego Arbelo, Gabriel Hermano, Andrés Papaleo, Juan Antonio Saraví, y, como invitados, Cecilia Martínez Carlevaro, Andrea Rodríguez Mendoza e Iñaki Moreno. $ 220, domingos mayores de 60 años gratis.


Realismo sucio

Bukowski sin ella, la obra con la que regresa a escena Carlos Rodríguez, junto a un elenco integrado por Lucila Rada, Camila Constanzo y Gerónimo Bermúdez, bajo la dirección de Félix Correa, retoma una de las tantas conferencias que Charles Bukowski dio a sus seguidores en Estados Unidos, a partir de una comedia dramática o “pop erótico”, como define el director. Aquí, “Bukowski la espera a ella como Vladimir y Estragon esperan a Godot en la obra de [Samuel] Beckett. ¿Esperar sabiendo que al final acabará derrotado? No. Vencido nunca”, aunque la espera se dilate y el final se intuya.

Esta puesta es una aproximación a Bukowski, el poeta que en esta obra devela aspectos importantes y dolorosos de su vida, que dan pistas sobre un recorrido que en una ocasión resumió tan bien el crítico cinematográfico Roger Ebert: “Un millón de tipos tratan de emborracharse e intentan convertirse en grandes escritores y uno de ellos lo consigue. Seguramente, ese millón se preguntará cómo lo consiguió Bukowski. Él no es un superviviente, es una aberración estadística”.

Foto del artículo 'Cuando nos volvamos a abrazar, reciente estreno de la Comedia Nacional sobre la nueva normalidad'

Foto: Carlos Dossena

Bukowski sin ella, de Joaquín Doldan, irá los martes, miércoles y jueves a las 20.30 (hasta el 19 de noviembre) en la sala Delmira Agustini del Teatro Solís. Entradas a $ 400. BROU 2x1.

Deconstruidos

Después de una gira por el interior y por países sudamericanos y europeos, hoy regresa Metamorfosis, ser o morir en el intento, el unipersonal de Ximena Echevarría interpretado por Germán Weinberg que se pregunta hasta qué límite se puede llevar a una persona para que se adapte a la sociedad, a la vez que cuestiona las categorías de hombre y mujer. El espectáculo irá a las 21.00 en el auditorio Vaz Ferreira (de la Biblioteca Nacional). Entradas: $ 350; en boletería, dos por $ 500.