Para no asumir que la muerte es el final de nuestra existencia, los humanos inventaron la salvación. En medio de mitologías lo suficientemente confusas para no desatar debates sobre coherencia interna, incluyeron toda clase de beneficios que sobrevendrán tras nuestro deceso... siempre y cuando una vez por semana cumplas determinados ritos (y, si hay tiempo, seas bueno con los demás).

El humano moderno sigue esquivando el asunto. Mira qué película tuvo más muertes (la versión extendida de El retorno del rey lidera con 836), busca trucos para aumentar la cantidad de vidas en los videojuegos (arriba, arriba, abajo, abajo, izquierda, derecha, izquierda, derecha, B, A), pero poco investiga acerca de su propio fin o el de sus semejantes. Por suerte Kirsten Johnson es otra clase de humana.

Su documental Descansa en paz, Dick Johnson acaba de ser estrenado en Netflix y allí muestra su obsesión por la muerte, pero la muerte de un ser humano en particular: su padre. Un psiquiatra veterano que está comenzando a mostrar signos de demencia, mal que también aquejó a la madre de la directora, fallecida hace más de una década.

El objetivo de Johnson (hija) es documentar “el comienzo de la desaparición” de Dick, y para ello utiliza toda clase de recursos, como incluir, en los momentos menos pensados, escenas en las que el señor Johnson muere en forma accidental. Todo acompañado del detrás de cámara de estas escenas y también de las escenas documentales, por lo que no solamente veremos romperse la cuarta pared, sino también la tercera.

Quizás la pérdida de algo que podríamos llamar “dignidad” en algunos círculos es más tabú que la pérdida de la vida. El mérito de esta película está en enfrentar la senilidad de la manera más honesta, con la cantidad justa de golpes bajos. Que debían estar, porque naturalizar no significa que deje de dolernos.

Entre accidentes mortales y entrevistas a los dobles de riesgo que los actuarán en cámara, veremos cómo Dick desarma su consultorio, asume que no volverá a manejar, recuerda a su esposa y olvida otro montón de cosas.

Kirsten, como tantas personas en el mundo, se ayuda del humor (negro) para prepararse para la tragedia, lo que incluye filmar coreografías delirantes de posibles paraísos. Pero también se ayuda del documental para pasar muchísimo tiempo con ese hombre de sonrisa contagiosa y que, además, aceptó seguirle el juego.

El gran evento sobre el que gira la historia es el funeral de Dick, donde, a la manera de Tom Sawyer, podrá espiar la reacción de los demás ante su falta. Si es que llega vivo para poder asistir, pero hablar de eso sería arruinar el final del film.

La muerte no se volverá un trámite sencillo. Y es sano no vivir en la angustia constante de ser conscientes de nuestra propia finitud (¿para qué preocuparse ahora de lo que no podremos preocuparnos después?). Pero Descansa en paz, Dick Johnson nos recuerda que algunos afortunados tienen la chance de vivir la vida “de tal suerte, que viva quede en la muerte”, como dice la frase popular. A amortizarla, pues.