Cuando Mario Benedetti falleció, el 17 de mayo de 2009, tenía 88 años y era una figura conocida para el público masivo. Autor de la multinacional Planeta, intelectual reconocido a nivel local por la Universidad de la República, como profesor emérito de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación (1996) y doctor honoris causa (2004); y por el Ministerio de Educación y Cultura (Gran Premio Nacional a la Labor Intelectual, 1999). También a nivel internacional recibió el premio Reina Sofía (1999), entre otros. Poco frecuentado por la crítica y la investigación literaria local, con mucha más suerte en España y Estados Unidos, resistido por escritores más jóvenes, sobre todo después de la salida de la dictadura cívico-militar en 1985, Mario Benedetti fue uno de los intelectuales de izquierda más importantes de nuestro país, que dejó un legado heterogéneo como narrador, poeta, periodista, crítico y dramaturgo.

En 1945 se presentó al público con La víspera indeleble, su primer libro de poemas, muchos años después negado por él mismo, al que excluyó de Inventario uno, una antología de 1986 con múltiples reediciones, que reúne su poesía publicada entre 1950 y 1985. En 1956 publica Poemas de la oficina, que combina una conciencia irónica y lúdica del lenguaje que recoge de las experiencias de la vanguardia histórica, y un trabajo con las formas poéticas tradicionales. Si a esto se suma la crítica social y una actitud abierta al sentimentalismo, lo que tenemos es un poemario que trastocó la solemnidad y el lenguaje intencionalmente “poético” de la tradición local. La poesía de Benedetti fue interpretada por diversos músicos uruguayos y extranjeros; leyó en el espectáculo A dos voces junto con Daniel Viglietti y trabajó con Joan Manuel Serrat en el disco El sur también existe, por nombrar dos de los casos más exitosos.

En 1948 publica su primer ensayo de crítica literaria, Peripecia y novela. Ese mismo año edita la revista Marginalia, que logra publicar seis números y cierra al año siguiente, y en 1950 se integra al equipo de la revista Número, junto a Emir Rodríguez Monegal, Manuel Claps e Idea Vilariño, entre otros. El ensayo será una constante en su trayectoria, y no solamente con relación a la crítica literaria, sino que también sobre temas políticos, culturales y sociales. Un ejemplo de eso es El país de la cola de paja (1960), un texto que repasa temas sensibles de la idiosincrasia nacional, republicado hasta los años 70 y luego abandonado por su autor, que no volvió a reimprimirlo ni revisitarlo.

En vida dejó testimonio de su tarea crítica y periodística en muchos títulos, entre los que se destacan dos: Literatura uruguaya siglo XX (1963) y Letras del continente mestizo (1967), que marcan un cambio de perspectiva ideológica y cultural de Benedetti, que mira hacia Uruguay y América Latina, en relación con el ensayista de los primeros años, más preocupado por la literatura europea. A fines de 2014 la Universidad de la República publica Notas perdidas sobre literatura, cine, artes escénicas y visuales, 1948-1965, material inédito en libro reunido por Pablo Rocca y un equipo compuesto por María José Bon, Valentina Lorenzelli y Ana Inés Rodríguez. Los tres tomos dan cuenta de una labor intensa y de su importante legado al periodismo cultural nacional.

De fines de los años 40 es también su ingreso al periodismo, trabajo que lo acompañará durante toda su carrera como escritor. En 1947 se incorpora al semanario Marcha y más tarde al diario La Mañana. Comienza así su itinerario no solamente como crítico cultural, sino como periodista en diversos medios nacionales e internacionales, como Página 12 o El País de España. No faltan en su bibliografía las recopilaciones de ese material en diversos momentos de su vida, como sus Escritos políticos (1971-1985) publicados por Arca en 1985, Perplejidades de fin de siglo (Cal y Canto, 1993) o Articulario (1994), que reúne su trabajo periodístico en El País de España.

Casi en simultáneo a esta línea de ensayo y trabajo periodístico, aparece su primer libro de cuentos (Esta mañana, 1949) y poco tiempo después su primera novela (Quién de nosotros, 1953) que inauguran al Benedetti narrador. En ese camino publicará libros que siguen reimprimiéndose hoy, como La tregua (1960), Gracias por el fuego (1965), Primavera con una esquina rota (1982), La borra del café (1992) o sus Cuentos completos, que aparecieron por primera vez en 1970 y que en 1994 pasaron a formar parte del catálogo de Alfagura (hoy en el grupo Penguin Random House) y de Seix Barral (hoy en el grupo Planeta). Entre las múltiples caras del realismo de la segunda mitad del siglo XX uruguayo y latinoamericano, la obra de Benedetti tiene un lugar central tanto por sus cuentos y novelas como por su reflexión sobre las relaciones entre realidad y palabra escrita. Un realismo definitivamente transformado por la emergencia del lenguaje cinematográfico y por la experimentación con el punto de vista, el flujo de la conciencia e incluso el cruce de las fronteras entre los géneros tradicionales, como lo experimentó en El cumpleaños de Juan Ángel (1971), novela en verso dedicada al político y líder del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros, Raúl Sendic.

Con el golpe de Estado de 1973 y la dictadura cívico-militar que se instala en Uruguay hasta 1985, Benedetti inicia su etapa en el exilio. Se instala en España a comienzos de la década del 80, primero en Palma de Mallorca y luego en Madrid, luego de un periplo que lo llevó de Buenos Aires a Lima y luego a Cuba, entre otros países. La etapa estará marcada por su militancia contra la dictadura, la continuidad de su trabajo en la prensa escrita y la consolidación de su relación con la industria editorial internacional. Es imposible evadir su compromiso con la revolución cubana, especialmente su relación con el proyecto cultural de perspectiva latinoamericana que encarnó Casa de las Américas. Formó parte de la conducción colectiva de la institución y fue director de su Centro de Investigaciones Literarias en dos oportunidades, a fines de los 60 y durante su exilio a fines de los 70.

En 1959, cuando comienza la revolución cubana, Benedetti viaja a Estados Unidos. Según sus propias declaraciones, efectuadas en una entrevista dada a Jorge Ruffinelli en 1974, obtuvo una beca debido al éxito alcanzado por su obra teatral Ida y vuelta, estrenada en 1958. Es imposible no mencionar su obra de teatro Pedro y el capitán (1980), publicada por primera vez en México, una obra que golpea al leerla y que expone con mucha claridad lo que significó el terrorismo de Estado y la tortura en Uruguay. Uno de los datos más relevantes que aporta lo dicho en la entrevista con Ruffinelli es que la experiencia de las luchas por los derechos civiles de los afroamericanos y de las limitaciones de la democracia liberal norteamericana despertaron en él una conciencia política más nítida y, sobre todo, su antiimperialismo, que mantendrá hasta sus últimos días.

Decía al comienzo que Mario Benedetti era un personaje público y masivo cuando falleció en 2009, un escritor exitoso y consagrado por la institución literaria, una referencia para muchas personas dentro del gigante público hispanohablante. Comenzó desde muy joven a ganarse el pan, a los 14 o 15 años, y conforme avanzaban las décadas se convirtió en un trabajador de la cultura. De sus múltiples legados, y por encima de cualquier reproche, me interesa destacar al trabajador y al escritor de izquierda. Desde ese lugar exploró las distintas zonas de la creación literaria y asumió un compromiso cada vez más fuerte con su tiempo. Todo eso es motivo más que suficiente para conmemorar los 100 años de su nacimiento.