“No queríamos ponerle un nombre como ‘Los Algo’, sino que fuera de una palabra sola y que lo pudiéramos llenar con lo que quisiéremos; un nombre que no nos condicionara musicalmente”, dice Jorge Nasser. El músico está cómodamente sentado en la guarida, el cuarto de su casa en el que tiene varias guitarras, una computadora con parlantes Yamaha tamaño familiar y trofeos –Discos de Oro y todo eso–. Mientras sostiene sobre su falda un mono de peluche blanco y peludo, como si fuera un amansalocos, Nasser recuerda de dónde vino el nombre de la banda de rock que fundó con el guitarrista argentino Pablo Faragó cuando arrancaba el segundo lustro de la lejanísima década de 1980.

“Elemento químico metálico del color y brillo de la plata, duro, tenaz y resistente a la corrosión, escaso en la corteza terrestre, donde se encuentra nativo en meteoritos y, combinado con azufre y arsénico, en diversos minerales, que constituye con el hierro el núcleo de la Tierra, y que se usa en el recubrimiento de superficies y en la fabricación de baterías eléctricas, monedas y aceros inoxidables”.

Así define la Real Academia Española (RAE) la palabra “níquel”, pero, más allá de la cháchara química, a Nasser y compañía les cayó en gracia la palabra por fonética, simplemente sonaba bien. Además, la RAE consigna otra acepción de la palabra, exclusiva de Uruguay, que es una típica derivación metonímica: “Moneda de cualquier metal y cualquier valor”. ,

Lo cierto es que, vaya casualidad, algunos de los adjetivos que definen al elemento químico también le calzaban a la banda y a algunos de sus integrantes. En particular a su líder, cantante y compositor, Nasser, que buscó ir al núcleo del rock, derechito como un meteorito, y supo ser duro, tenaz y resistente –en todos los sentidos de esos términos–, a tal punto de que luego de casi dos décadas vuelve con su banda, hoy y mañana en el Auditorio del SODRE. Por eso la diaria se juntó con el músico, para hacer hace sonar algunas de sus canciones más conocidas por los parlantes Yamaha y darle disparar la asociación libre.

“Lo que no te di”

“Ese soy yo, debe ser la primera canción donde encontré mi voz. Es mucho más fácil encontrar tu voz con un cover, porque te animás más”, dice Nasser mientras suena “Lo que no te di”, versión de Jaime Roos que incluyeron en el primer y homónimo disco de Níquel, editado en 1988. No fue casualidad que eligieran un tema de Roos, dado que había producido el primer disco de Nasser, Era el mismo (1985), y a su vez el cantante, junto con Faragó, había tocado en el disco 7 y 3 (1986), que incluye esa canción.

La versión de Níquel es más rápida que la de Roos, tocada con urgencia eufórica y con un sonido new wave más policíaco –por Sting y compañía, no por la Republicana–, con el clásico guiso de efectos ochenteros. En su debut solista, que tiene más música de raíz uruguaya, como un par de candombes psicodélicos a lo Opa, Nasser todavía no había encontrado su voz. “No sabía cantar, estaba muy verde. La situación me superó un poco, porque el estudio te enfría, yo soy para cantar en vivo”, dice, y agrega que en Llegar, armar, tocar (2018), su último disco solista, finalmente, luego de más de 30 años, hizo “avances” en la parte vocal.

En “Lo que no te di” Nasser empezó a cantar como Nasser, con un estilo que ostenta, entra otras cosas, una exageración muy marcada en las vocales que rematan los versos: “Esta noche no entiendo lo que hay en míííííí”. Níquel se formó en Buenos Aires y grabó su primer disco por allá (en la sala B del legendario estudio Panda, mientras en la A grababa algo un tal Andrés Calamaro), en una época donde había una ebullición rockera extraordinaria.

Foto: Ernesto Ryan

Foto: Ernesto Ryan

“Eso nos daba cierto desenfado. Yo desarrollé un estilo y me dejé llevar por la situación. Tal vez ahora el negocio de la música se convirtió en algo más mecánico, pero antes estaba muy vinculado a lo vital. Pensabas en excitarte con esto y en todo lo que traía aparejado: el teléfono, el man, la piedra del mono. Estábamos a mucha velocidad. Hay cosas que lamentablemente, o por suerte, tienen que pasar, si no las pasaste no vas a poder cantar así, te hace sentir ridículo. Pero yo no me sentía ridículo, me parecía lo más normal del mundo”, recuerda.

“Hay una falla en tu mente”

Un riff podrido, una batería cuadrada y Nasser mandándose unos cantitos preorgásmicos. Empieza la primera canción del disco Gusano loco (1989), con el que Níquel empezó a subir escalones en el rock uruguayo. Tiempo después de editada la canción, la banda se dio cuenta de que tenía algo de “Money For Nothing”, de Dire Straits, pero un poco más pesada. El músico dice que el sonido que definió a Níquel fue producto de una epifanía que tuvo cuando vivía en la calle Jean Jaurès, en Buenos Aires, a raíz del rock suburbano argentino, Pappo, Manal, Vox Dei y algo de nuestros Días de Blues.

“Me di cuenta de que tenía que hacer eso. Nosotros escuchábamos mucho a Tom Tom Club, B-52’s, estábamos muy new wave, más intelectuales. La otra vez, cuando vino David Byrne acá, se tiraban de los pelos, pero yo ya me había tirado de los pelos mucho antes. Teníamos una cosa más neoyorquina y no tan de rock de raíz. Tuve como una epifanía y dije: ‘Pero si yo cuando era chico en mi barrio, Bella Vista, escuchaba a Pappo’. Entonces, escribí ‘Por qué no puedo amarte’, ‘Hay una falla en tu mente’ y casi todas las canciones de Gusano loco”, recuerda.  

Nasser cuenta que le terminó dando crédito a Faragó en la composición de “Hay una falla en tu mente” por el riff, ya que habían convenido en que “él había aportado un poco más”. Agrega que por lo general se metía mucho en las partes de guitarra y que no tenían la clásica competencia de egos entre violeros, porque él antes que nada era un bajista que tocaba la guitarra. Cuando entró Pablo Pato Dana a la banda –en la grabación del disco Gusano loco–, proveniente de Los Traidores, para encargarse de las cuatro cuerdas, Nasser empezó a tocar la guitarra rítmica y a meterse un poco más en las seis cuerdas, con el permiso que le daban sus dedos.

“Gusano loco”

“Yo no te pido que comprés la entrada, / no estoy aquí para enseñarte nada. / Yo no te digo que copiés mi ropa, / yo no te quiero hacer tomar la sopa”, canta Nasser sobre una progresión densa, obsesiva y muy elemental de cuatro acordes que descienden de a semitonos, para concluir que tan sólo dice si no cansa un poco hacer la cola en el gusano loco. El cantante subraya que le estaba diciendo al público que estaba en esto de la música porque le gustaba y que no pretendía afiliarlo a nada, ya que en aquel momento de posdictadura “había una gran tracción para la gente joven”.

“Estábamos todos muy tironeados, entonces, era como be free, vos me vas a ver tocar pero no te quiero vender nada: es solo rock & roll pero nos gusta. Y hacer la cola en el gusano loco es hacer lo que te mandan a hacer.  Siempre tuve y tengo una actitud antisistema, así esté en la televisión 25 veces”, dice, y agrega que musicalmente se dio cuenta de que no podía pretender una sofisticación como la de Opa o de Roos, porque “no la tenía”. “Yo era un tipo básico, un loco de barrio, de fútbol, entonces, la pilcha musical que me iba era el rock directo, y el discurso acompaña eso”, aclara.

“Yo no te digo que te hagas el bobo, / yo no nací para pinchar tu globo. / Yo no te digo que pisés la trampa, / yo no te quiero seducir con blanca”, son otros de los versos que canta Nasser en “Gusano loco”. “Ya había mucha gente seduciendo con blanca en esa época, empezó todo ahí, con la fiesta menemista”, acota, mientras escucha la canción. Dice que en Argentina la cocaína ya estaba “totalmente impuesta” a fines de los 80 y a Uruguay llegó después, pero la banda, cuando ya estaba radicada acá, venía “un poco entrenada”.

“La cocaína es algo que realmente desaconsejo, por eso tuve algún incidente mediático cuando acá dijeron que había que liberarla. Puedo asegurar que si andás todo el día de merca vas a terminar hecho mierda, no hay escape. Si le preguntás a cualquiera que le dio de punta y está vivo, no quiere saber de nada, la trata con un respeto enorme. Yo le tengo un respeto... Es como cuando vas manejando en auto y viene un ómnibus: mejor me corro porque este es pesado en serio. Yo tuve muchos episodios médicos lamentables. Tuve que cortar la bocha porque se iba todo a la mierda”, recuerda.

“¿Cuál es tu problema?”

El disco Gargoland (1990), que tuvo su segunda parte al año siguiente, de igual nombre, convirtiéndose en un álbum doble al mejor estilo los Use Your Illusion, de Guns N’ Roses –que se publicaron unos meses después–, llevó a Níquel a la cumbre de la masividad del rock –y de la música en general– de Uruguay. Entre tantas canciones allí estaba incluida “¿Cuál es tu problema?”, el paroxismo del rock de raíz, ya que es un rockabilly denso de estructura clásica, con nada menos que Hugo Fattoruso haciendo de las suyas con el piano. Nasser cuenta que El Fatto cayó a la grabación con un sintetizador Yamaha DX7, estrella ochentera, para hacer sonidos estratosféricos, pero le dijeron que mejor tocara el piano vertical, clásico, honky tonk, bien de raíz. “Tuvo que acomodarse a eso y lo terminó disfrutando”, recuerda el cantante.

Para la vuelta de Níquel, Nasser se tomó el trabajo de escuchar toda la discografía del grupo, y confiesa que muchas canciones no las escuchaba desde que se separó la banda, porque cuando llegaban a sus oídos le generaban “muchas cosas” y la “mayoría no eran agradables”. “En un momento me crucé mucho con el rock y con la vida que llevaba, me peleé conmigo mismo. Siempre me preguntaban por qué no volvía al rock y yo contestaba que todavía estaba en el viaje de ida, no me había bajado del Greyhound. Toda la época del Pilsen Rock me agarró yéndome, no sentí que fuera para mí todo eso”, cuenta.

“Candombe de la aduana”

“Es una canción de destape a la uruguaya: libertad, libertad porque sí, porque tengo ganas de ir por la calle con una botella de cerveza y que no me agarre un cana, me parta la botella en mil pedazos y me haga poner contra la pared, como me pasó. Ahora cuando veo a los guachos con una botella pienso que de última no fue en vano”, dice Nasser, con una mueca de orgullo, mientras escucha “Candombe de la aduana”, que abre Gargoland II (1991). La canción se convirtió no sólo en el himno máximo de Níquel sino en una de las que más sonaron en la década del 90.

Nasser no tiene dudas, la cataloga como “balada rock” y, mientras la escucha por enésima vez, acota que pese a lo que se podría pensar, por su simple progresión de acordes, es difícil de tocar. De hecho, la interpretaba con su banda criolla, pensando que era lo mismo, pero nada más alejado de la realidad. “Nunca lo logré, porque si no tenés una banda de rock no la podés hacer. Hay un hammond, coro, pasan muchas cosas”, señala. La canción se sustenta más que nada en su estribillo (de hecho, tiene una sola estrofa, que se repite), que luego de casi 30 años no hace falta recordar.

Para darle más épica y otro subidón a un estribillo que ya de por sí es para arriba, Nasser usó un recurso más viejo que la injusticia: subir un tono. El cantante aclara que, increíblemente, fue la primera vez que lo usó. “Cuando no sabés que hacer tenés que examinar la posibilidad de subir un tono, pero no siempre funciona”, agrega. Además, cuenta que los músicos de No Te Va Gustar tienen una especie de chiste interno para las pruebas de sonido, que una vez hicieron con Nasser presente: tocan “Candombe de la aduana” subiendo un tono en cada estribillo, hasta que no puedan más porque “te hacés mierda con los agudos”.

Niquel

Niquel

Foto: Federico Gutiérrez

Ustedes se preguntarán por qué se llama “candombe” si no parece sonar como uno. Pero originalmente la canción era más rápida y tenía la llevada de candombe; al enlentecerla perdió un poco esa raíz negra, pero sigue estando en la melodía. Nasser la tararea pelada y queda más que comprobado. Explica que probaron tocar la canción más lenta porque no estaba funcionando, y remarca que “para generar buenas canciones y buen sonido tenés que dedicarles mucho tiempo”. “Lo que hicimos no nos lo regalaron los Reyes, dio un laburo bárbaro”, enfatiza.

Gracias a la omnipresencia de “Candombe de la aduana” Nasser pudo pasar varias veces por el mostrador de la Asociación General de Autores del Uruguay (Agadu), cobrar generosos derechos de autor y comprarse todos los instrumentos que quería. Aunque –aclara– cobró “mucho menos que lo que se hace ahora”. “Es como comparar a Cubilla con Suárez: capaz que jugaban igual pero el mundo del fútbol era distinto”, ejemplifica. Gracias al éxito, la banda pudo izar otra de sus banderas: ser profesionales. “Era como chiflar y comer gofio, porque queríamos ser los más locos, componer impresionante, rompernos todo y a la vez ser profesionales. Éramos un caso para psicólogo. Cuando tenés un fenómeno que te sacude de esa forma nunca estás preparado, no es una construcción”, dice.

“Prueba viviente”

“Nubes oscuras nublan tu razón, / guarida segura no hay”, son los primeros dos versos que canta Nasser en “Prueba viviente”, del disco homónimo de Níquel, editado en el año 2000, que a la postre sería el último de la banda. El cantante recuerda que en aquella época, a pesar de que la banda siempre tenía lugares para tocar, la escena rockera estaba “muy chata” y el panorama era “un poco asfixiante”. Además, corrían vientos de cambios musicales. Hasta el día de hoy Nasser recuerda cuando en el estudio Sondor le regalaron un compilado con canciones nuevas y escuchó “Pizza muzzarella”, de Los Fatales. “Uy, estamos perdidos, este es el fin”, pensó.

El riff pegadizo de “Prueba viviente” también lo compuso Nasser, aunque lo toca Faragó. Eso no se repetirá en el Auditorio del SODRE, porque el guitarrista argentino no será parte del regreso, aunque fue invitado. Nasser dice que su antiguo compinche ya hace tiempo que “no quería saber más nada con tocar rock en Níquel”.

Por último, el cantante reflexiona: “La vida nos juntó y nos separó naturalmente. No quedó ningún ‘no entiendo’ de ninguna de las dos partes. Supongo que él renegó un poco de todo eso, porque fue muy fuerte, y no le falta razón. Pero yo me curé mucho con las milongas, me desintoxiqué del todo y llegó un momento en que me olvidé y quise volver a rockear. ¿Qué hago? ¿Armo una banda de rock? Pero mi banda de rock es Níquel, toque Pablo o no. Yo le puse el nombre, los temas son míos y la llevaba a todos lados. Hacía de mánager, parecía Mick Jagger, era súper dictador con los arreglos y tenía un liderazgo muy agresivo”.