Antes de que termine de preguntarle si vio uno de los episodios de la serie documental Classic Albums, ya sabe que estoy a punto de arriesgar un torpe inglés para pronunciar el nombre del disco de Stevie Wonder de 1976. Con “¿Songs in the Key of Life?” y un “je” simpático y burlón completa mi frase en perfecto inglés y sin la más mínima sorpresa. En su mundo, el nombre del ambicioso y célebre álbum es tan obvio y familiar como la clave del candombe, la lentitud de las lanchas del Parque Rodó, nuestro clima templado –algo nuboso– o la hora en que el vecino más longevo del barrio saca su silla a la vereda y saluda de memoria a cada cara conocida.
Llega con auriculares puestos y pide un jugo de naranja. “¿Es natural?”, querrá saber, y le pedirá al mozo: “Sin hielo, por favor”.
En su playlist tiene música de Hiatus Kaiyote, Mac Ayres, Snoh Aalegra, Solange, y artistas que la acompañan desde siempre, como Eduardo Mateo y Martín Buscaglia.
En febrero, y como parte de su aspiración de mayor independencia, comenzó a aprender guitarra. En Instagram se la puede ver junto a su padre, el increíble Ruben Rada (en tambor), y el bajista Nacho Mateu, zapando canciones en una improvisada formación conocida como El Trío Mayordomo.
Su último LP, Bosque (reciente ganador de los Premios Gardel, en Argentina, y Graffiti, en Uruguay, en las categorías Mejor álbum de artista pop y Mejor álbum pop), es el más calmo y reflexivo de su carrera. Lo produjo junto a su hermano Matías, quien también la acompañará hoy en la presentación oficial de su tercer disco. “Estoy muy copada con la banda”, cuenta con serenidad. “Martín Ibarburu está en la batería, Matías en guitarra, Manuel Contrera en teclados, y Nacho Mateu en bajo”.
Piensa que quizás somatice o “vaya a saber qué”, porque en el escenario se siente más tranquila que nunca. Le encanta bailar, y mientras disfruta de su afición en algunos de sus videos, todavía no descarta por completo su sueño de convertirse en bailarina.
A continuación, Julieta Rada nos sigue recomendando música y comparte sus viajes más trascendentes.
¿Es cierto que tu hermano Matías es tu mayor crítico?
Es verdad. De toda la familia.
¿Qué cosas te ha dicho?
De todo. Siempre fue muy crítico y sin filtros. Te dice la verdad y si te duele, lo lamento. Mi hermano me hizo más fuerte. Realmente me ha dicho cosas que quizás si me las dice otra persona me pondría mal. Matías siempre me adelanta lo que puede llegar a pasarme.
Ahora ya no me critica tanto como antes. Me acuerdo de una vez que hice comedia musical, y cuando fuimos al auto después de la actuación me dijo: “Julieta, me dio vergüenza ajena verte ahí”. Nunca más hice comedia musical.
No me dice tanto con la música y me da para adelante, pero por ahí te tira un “capaz que está bueno que grabes tal cosa o con tal músico”.
Bosque habla de diferentes momentos tuyos, a partir de una ruptura amorosa, y los caminos que encontrás después de ese acontecimiento. ¿En qué discos o música te refugiaste mientras sucedía eso en tu vida?
No te podría decir uno o tres discos. Siempre escuché música vieja, y un amigo me dijo: “No podés, bajate Spotify y empezá a escuchar cosas nuevas” En ese período de separación escuché mucha música nueva. Pero ¿sabés quién me ayudó? Jacob Collier. Fui a ver una clínica de él en Buenos Aires y me cambió mi forma de ver las cosas. En particular, su disco In my Room me ayudó mucho. El tipo es una especie de alien musical, y me pareció tan increíble todo lo que dijo... Lloré durante toda la clínica, y en realidad el mensaje que da es re simple. Era como “cada uno con lo que tenga en su casa puede hacer música”. Por lo general, ese tipo de gente tan talentosa te puede generar algo como “para qué voy a hacer música si hay alguien como él y yo jamás voy a llegar a ese lugar”. Pero, al contrario de eso, fueron muy inspiradores él y su música.
Vos escuchás mucha música todo el tiempo, ¿no?
Sí. Hay días que escucho más, y otros menos, pero sí. En cualquier momento: mientras me baño, mientras camino. Cuando tengo tiempo libre me doy cuenta de que no sé hacer otra cosa que no esté vinculada a la música.
¿Últimamente qué estás escuchando?
Estos días me fisuré con un disco de Mint Condition en vivo. Es una data vieja, que una vez me recomendó Nico Cota. No sé por qué volví, pero estuve toda la semana con eso y todo lo que me lleva a los viejos rhythm & blues: Brian McKnight, Eric Benét, Maxwell.
El pop, por ejemplo, tiene unas reglas bastante precisas. Pero el soul, uno de los géneros que vos hacés, es algo más indescifrable. ¿Cómo te das cuenta cuando una melodía puede funcionar?
Es difícil la pregunta, pero en parte tiene que ver con uno mismo y con qué filtros te ponés. Muchas veces aparecen buenas melodías, pero estás en un mal día y decís: “Esto es una mierda, lo tiro a la basura”. Hay días en que estás más gentil con tu propia persona y decís: “Esto puede ser”. Con el tiempo lo aprendí. Es un ejercicio. Yo medio que descartaba todo lo que tenía, y Nico Ibarburu fue un gran maestro de no hacerme tirar todo. Siempre me decía: “Tenés esta idea, agarrala, dejala por ahí, por ahora no la descartes”. Y también: “No pienses en el disco masterizado cuando no tenés ni la canción terminada. Concentrate primero en eso que estás trabajando”. Ninguna idea es mala idea. Hay que ver cómo se desarrolla y cómo la llevás a cabo, cómo la producís y la vestís. También aprendí a no ser tan mala conmigo y con ese canal por el que te bajan cosas. Hay que dejarlo ser. Después hay tiempo para tirar.
Buscando tus canciones me encontré con una versión de “Cuando se pone a bailar”, de Rombai. Además de lo bien que suena, me sirvió para apreciar cómo usás tu voz para conectar y modular lo que pasa a tu alrededor con los otros músicos. Es admirable.
Sí, hay algo de eso. Yo me siento más una instrumentista que cantante. Me desligué de ese rol. Más chica sí, pero ahora estoy más en ese viaje de que sea todo más integrado, y no en el de la cantante solista. También me despegué del lugar de cantante virtuosa. Sigo siendo fan de muchas, y obviamente son épocas y volveré, pero justo en este momento estoy en un plan medio tranqui, de cantar lo más sencillo posible, sin tanto melisma y esas cosas.
Esta pregunta puede haber quedado vieja, pero me interesa especialmente porque es un músico que me gusta mucho. Trabajaste con Nico Cota, uno de los mejores productores de funk y soul, entre otros géneros. ¿Cuál es su secreto?
Sí, mi primer disco, Afrozen, lo produjo él junto a Nico Ibarburu. Nico Cota es muy melómano, sabe mucho de música y escucha de todo. Cada vez que encuentro un artista que digo “pah, qué bueno que está, y no lo conoce nadie”, entro al Instagram de Nico y veo que él ya lo sigue. Siempre está un paso adelante, y es tremendo cómo está al tanto de las cosas que pasan, y además escucha mucha música vieja. A mí me conoció de adolescente, con 16 años, y enseguida captó lo que me gustaba. Me acuerdo que me dio una carpeta con un montón de música que me abrió la cabeza y que escucho hasta el día de hoy.
¿Y ahora estás más en plan “me produzco yo”?
Sí, con Nico Ibarburu, para el siguiente disco [Corazón diamante] dijimos: “Los hacemos nosotros acá”, porque era un quilombo las idas y vueltas, gastamos pila en pasajes a Buenos Aires, no nos podíamos traer la data porque ellos grababan con Mac y nosotros con PC... Y ta, para el tercero ya me había separado de Nico, así que hice todo sola.
¿Sos creyente?
Creo en muchas cosas. Las energías, el karma. No soy religiosa, pero soy bastante esotérica.
Bosque, tu último disco, tiene algo de esotérico.
Tiene mucho. Yo estuve en una muy esotérica, de viajes, como en ese plan de la energía y el control mental, y de atraer las cosas. Estudié tarot, me abrí los registros akáshicos, y eso me re ayudó porque me destrabó. Es un mundo, y yo lo cuento. Justo ahora, en este momento de la vida en el que estamos, nos haría bien a todos ser un poquito más espirituales.
La canción que cierra el disco es “Stevie”. ¿Lo que contás en la letra realmente te pasó?
Es real. Es así como cuenta la canción. Yo tenía dieciséis años y tomaba clases con Carmen Pi. Un día me dice: “Tengo una canción que me gustaría que cantes”. Y cuando la empiezo a escuchar le digo: “¡Quién es este ser!”, y ahí me dice: “Es Stevie Wonder”. Yo lo conocía pero ni bola le daba. No sabía que era tan increíble. Me acuerdo que me fui llorando de la clase. Cuando llegué a casa me puse a buscar cosas de él, de ahí me hice fan y nunca más lo dejé de escuchar. Lo amo.
¿Para vos, como conocedora y fan de su obra, cuál es la esencia de su música?
No sé cuánto influye el que sea ciego. Vive la música desde otro lugar, desde otra dimensión. Yo pienso mucho en Stevie. Alguien que es ciego, ¿cómo vive el racismo, por ejemplo? Es un tipo que percibe las energías, lo que está bien y lo que está mal de las personas, más allá del color de su piel. Como que está libre de muchas cosas que a cualquier otra persona le pueden afectar. Igual no tiene mucha explicación. Es un despegado.
¿De quién más fuiste o sos muy fan?
Wonder y Mariah Carey son mis faros extranjeros. Después, acá, soy muy fan de papá, de los Fattoruso y los Ibarburu.
En la etapa más pop o melosa de Stevie Wonder, ¿lo bancás igual?
¿Cuál sería?
La de “I just called to say i love you”, por ejemplo.
Sí, obvio, esa canción me parece hermosa. Ese disco (la banda de sonido de la película Woman in Red) me parece increíble. Yo le banco todo a Stevie, y más le banco a la gente que se la juega y no se queda siempre en el mismo lugar, en su nicho de éxito. Eso es algo que le admiro a mi padre. Es un tipo que pasó por el candombe, pero hizo discos de rock, de tango, de pop, pasó por todos lados. Es un canal de música abierta y le chupa un huevo perder su prestigio por probar cosas diferentes a las que se espera de él. Hace lo que se le canta y lo que necesita. Es un genio. Ahora está haciendo un disco en portugués para su madre, que era brasileña. Eso valoro, el riesgo.
¿Cómo conectás con tu padre cuando comparten escenario?
Hoy en día, conecto desde un lugar medio protector. Estoy atenta a que no le falte el vaso de agua, la lista, los agradecimientos; como que estoy ahí cuidándolo. Como corista, pero también pendiente de que esté atento a las estructuras, de cuando cambia algo. Como que ya no puedo disfrutar los shows. Cuando estoy como corista con Ciro Martínez, hago lo mío y lo disfruto desde otro lugar, más despojado de emociones. En los shows de mi padre estoy muy en la interna y quiero que salga todo bien.
¿Cuál es el punto justo para una corista? Está eso de no destacar demasiado y ceñirse a determinado rol, o, al contrario, aprovechar el momento para lucirse y destacarse.
El laburo de corista es muy complejo. Algunos piensan que el corista está por debajo del cantante líder, y en realidad no es así. Es muy difícil hacer coros, tenés que ser muy afinada para empastar con el otro. Yo tuve la suerte de que con todos los que canté fueron muy afinados. Ciro no erra una nota, papá tampoco, y así es más fácil. Pero también hay que saber cómo colocar la voz para no opacar al cantante.
Este sábado 21, a las 21.00. Julieta Rada presenta Bosque en Sala del Museo (Rambla 25 de Agosto esq. Maciel). Entradas a $ 765 en Abitab.
De película
“Con la aparición del sonido el cine se convierte en una experiencia visual y sonora simultánea. Además de la voz de los personajes y los sonidos de las acciones, la música continúa acompañando las historias que se proyectan junto al celuloide; literalmente, una banda de sonido viaja en el celuloide junto al fotograma de la película. Grandes obras musicales fueron compuestas para acompañar las imágenes del cine que han quedado en nuestros oídos”.
Así se anuncia en la página web del Teatro Solís el concierto que brindará la Banda Sinfónica de Montevideo (BSM) el martes a las 20.00 en ese recinto. Se trata del último concierto sinfónico del año a cargo de la BSM. Bajo la dirección de Martín Jorge, estará dedicado a grandes bandas sonoras del siglo XX y parte de lo que va de este XXI. Las entradas se consiguen por Tickantel a $ 150 y hay 2x1 para suscriptores de la diaria.
Wild Guri más Manolo y los Vespass
Wild Gurí, la superbanda integrada por el Enano de La Vela, Garo Arakelian y Pedro Dalton de Buenos Muchachos, entre otros, tocará junto a Manolo y los Vespass el miércoles y jueves en La Trastienda, a las 21.00. Las entradas se consiguen por Abitab a $ 700 y $ 900.
Festival Beethoven VII
El 16 de diciembre se cumplen 250 años del nacimiento de Ludwig van Beethoven, que se vienen festejando en todo el mundo a lo largo de este año, y Uruguay no fue la excepción. El jueves a las 19.30 en el Teatro Solís tendrá lugar el séptimo concierto del Festival Beethoven, a cargo de la Filarmónica de Montevideo, bajo la dirección de Ligia Amadio, con los solistas Juan Sebastián Cannavó (violín), Lucrecia Basaldúa (violonchelo) y Javier Toledo (piano). El programa contará con el Triple concierto y la Sinfonía n° 8. Las entradas se venden por Tickantel a $ 300.
Automática y Bruto Dan
La banda de rock Automática, fundada en 2012, se presentará junto con Bruto Dan, un power trio de rock y blues, hoy a las 21.00 en Blast (Uruguay y Río Branco). Las entradas se consiguen por RedTickets y valen $ 400.
Basta de música
Martín Buscaglia presenta su nuevo disco, Basta de música, jueves y viernes a las 21.00 en Bluzz Bar (Canelones y Ciudadela). Las entradas se consiguen por RedTickets y valen $ 600.