Hace cinco años la ilustradora Pato Segovia publicó Mi primer libro de rock, que inauguró una pequeña serie Mi primer... con la que llevaba al formato libro-álbum sus obsesiones musicales en plan homenaje y con una sonrisa pintada en la cara. En ocasión de ese primer lanzamiento comentábamos que se trataba de una obra que se colocaba en un terreno limítrofe, de difícil clasificación: ¿es un libro para niños o está dirigido más bien a los padres de los niños?
Nuestra hipótesis era que la lectura compartida, que suele ser la modalidad de acercamiento a la lectura de los pequeños, el momento de intimidad de leerle al niño, conjugaba a las maravillas esta “pequeña historia del rock en chancletas” con su andar entre lectores y la deriva que llevó a la autora a abordar otros universos –el cine y el yoga–, dándole forma a una colección con una marcada impronta estética.
Con Los caballos de Patti. Mi segundo libro de rock, Segovia da un paso más, y se arriesga en su apuesta, la lleva al límite. Se centra en la figura de Patti Smith y ofrece un encantador viaje aluciado de búsqueda de unos caballos que se le perdieron, en la que, por supuesto, cuenta con una ayudita de sus amigos (músicos).
Tiene en común con el libro inaugural de 2015 la estructura repetitiva, tan productiva en los libros para la primera infancia, y adecuada a su manera de volverse locos con los relatos; tiene en común, también, la estética, el fondo blanco, la búsqueda del detalle mínimo que da en el clavo para caracterizar a cada personaje. Se distancia, sin embargo, y en ese sentido plasma un crecimiento, en lo que se cuenta y la manera en que se aborda el pequeño periplo de Patti y amigos.
En ese gesto, la autora sale airosa de un posible prejuicio hacia “segundas partes”, porque esta segunda parte reinterpreta la primera, dialoga bien con ella y se deja llevar por una historia construida con canciones y retazos de canciones, que alcanza momentos de enorme belleza poética. Aparecerán allí ratas, perros, cocodrilos, ponis pintados, hasta que una flauta mágica se presenta como el camino que guía la búsqueda.
Por supuesto que nada es inocente en las páginas de este libro. Cada detalle juega en el conjunto, y el decurso de la narración apela a la atención del lector a todo lo que se le ofrece y a las lecturas que abre.
¿Qué decir de la protagonista? Música, poeta, reina del punk, esa mujer flaca, ahora de pelo gris, de la palabra punzante y la voz profunda. Y su disco Horses. Hay en esta elección, por supuesto, una intención íntima de homenajear a Patti y, en ella, a la poesía en el rock, a la fuerza, a la chiquilina de un pueblito que se fue a Nueva York a hacer música, a una manera de entender la vida, la música, la escritura.
Los personajes, que no se repiten respecto del primer libro, aportan sus miradas particulares, y siguiéndolas el libro parece escribirse solo. Lo pueblan los versos de canciones, los elementos que surgen de ellas, los gestos, las personalidades. Los guiños. Y en la manera de guiñar de Segovia está la clave del estado de ánimo al que conduce esta lectura: la alegría. Porque la autora nos coloca en la intersección exacta entre la ternura y la risa, entre el asombro y la complicidad.
Los caballos de Patti es también una playlist que se va desmadejando a medida que se recorren sus páginas (y que se resume en forma de lista en la solapa de la contraportada). Entonces, el libro no termina en su última página (donde, otra vez, todos los personajes aparecen juntos, porque eso son: conjunto), sino que puede seguir en la escucha de las canciones, se abre hacia la música y hacia donde cada uno quiera.
Dedicado en su contraportada a “punkis de todas las edades”, Los caballos de Patti es, antes que nada, un libro que rezuma amor y disfrute en el camino emprendido de a varios en la búsqueda de los caballos perdidos (sean lo que sean para cada quien).
Los caballos de Patti. Mi segundo libro de rock, de Pato Segovia. Topito, 2020. 40 páginas. $ 370.
Verano cuenta historias
Para este verano, y habiéndose debido adaptar a las circunstancias de emergencia sanitaria, Ludosóficos propone un taller para niños y niñas de seis a diez años. Se apela a la curiosidad como motor para un viaje por cuentos y escenarios: “A través de la literatura, el juego, la dramatización y la experimentación sobre distintos materiales crearemos personajes y les daremos vida a nuestras propias historias, en una propuesta para jugar y crear, en un entorno de libertad y cuidado”, adelanta Vera Navrátil. Comenzarán el 13 de enero y finalizarán el 25 de febrero, los jueves en el Espacio Ludosóficos (Maldonado 1760), de 15.00 a 18.00. Por otra parte, los miércoles se trasladarán en las salidas al aire libre de visita a la granja Agustina, en el barrio Peñarol. Allí, la idea es disfrutar de la huerta, los animales y distintos territorios, en un ámbito en el que se invita a poner en juego todos los sentidos. Por más información e inscripciones: 098 898 779.
Miércoles de lectura en la azotea
Lectura y verano suelen ir de la mano. Esa estación que ofrece tiempo libre y tardes calurosas en las que echarse a la sombrita con un libro es un excelente plan. La psicoanalista y máster en literatura infantil y juvenil (LIJ) Cecilia Rodríguez, la bibliotecóloga y activista incansable de la LIJ Débora Núñez y Martina Giuria, estudiante avanzada en Comunicación, orientación educativa y comunitaria, hacen equipo sobre esta idea básica inicial y proponen, para la segunda quincena de enero y todo febrero, Exploraciones literarias, talleres con grupos reducidos al aire libre, en los que se nutrirán de buena lectura. Irán en dos formatos: para niños de ocho a 12 años, de 17.00 a 19.00; para adolescentes de 13 a 18, de 19.30 a 21.30. Una azotea, ese espacio que da a las casas apertura y horizonte, es el sitio elegido para esta propuesta de expansión que, dadas las circunstancias de emergencia sanitaria, se restringe a grupos de ocho niños o adolescentes como máximo, a fin de poder respetar las distancias adecuadas.
Exploraciones literarias comenzó como un taller de tres encuentros el verano pasado, con niñas y niños de entre 8 y 12 años en un grupo pequeño; los descubrimientos y el entusiasmo llevaron a sus organizadoras a seguir todo el año, a pesar de la pandemia, valiéndose de Zoom. El espíritu de exploradoras es la guía de esta aventura de letras. “Leemos y hablamos sobre cuentos, comentamos lo que nos hizo recordar, merendamos en la azotea y nos hacemos preguntas entre nosotros”, cuentan, y a una le vienen ganas de estar ahí leyendo en voz alta y discutiendo sobre libros, en esa deriva de pensamiento, imaginación y juego que propicia la lectura, que abarca, en este caso, narrativa, poesía e incluso libros sin palabras. Algunos de los títulos con los que trabajaron son En el bosque, de Ana María Matute; Mi gatito es el más bestia, de Gilles Bachelet; Fábrica de escalofríos, de Horacio Cavallo y Tati Babini; Mañana viene mi tío, de Sebastián Santana, y un largo e interesante etcétera. Por más información e inscripciones: 094 334 875, [email protected].