Se acabó. Parece que hubiera un solo tema en todo el mundo. No solamente estamos encerrados en nuestros hogares, sino que la conversación gira siempre alrededor del mismo asunto. Por eso, en esta oportunidad viajaremos en el tiempo y el espacio hacia una época antigua y un lugar lejano. La fecha: fin de 2019. El lugar: la ciudad de Wuhan, en la provincia china de Hubei.

Allí comienza la acción retratada en el documental Coronavirus, que recoge un episodio del programa televisivo Four Corners, que emite la cadena ABC de Australia. En el mes de febrero, cuando ya se hablaba del tema alrededor del mundo, estos periodistas de investigación armaron la historia de los primeros pasos del virus que tiene al planeta en vilo.

Todo comenzó en Wuhan, una metrópoli universitaria con rascacielos modernos, que también tiene un mercado en el que se habría originado el primer brote, después de que el coronavirus saltara de los murciélagos a los pangolines y de ahí a los seres humanos.

Además de esta combinación de factores, se sumó la cercanía del Año Nuevo Chino, momento en que se da la mayor migración del planeta, con un total de 3.000 millones de viajes en 40 días, para que las familias de ese país se reencuentren. Al virus le gusta esto.

La intención de este envío televisivo no era profundizar en la forma en que se transmite el coronavirus o en las medidas que podemos tomar para evitar el contagio, sino mostrar lo ocurrido en China, incluyendo los errores del gobierno central en las primeras semanas, fundamentales para una contención que no pudo llevarse a cabo.

Aquellos primeros doctores chinos que se encontraron con esta “neumonía especial” e intentaron organizar un protocolo se encontraron con el esfuerzo del poder político por evitar la filtración de información, que se preocupaba más por castigar al que denunciaba que por asistir al que agonizaba.

Como ocurriría en diferentes países del mundo semanas después, gracias a los periodistas y turistas australianos seremos testigos de cómo grandes poblaciones de la región central de China se fueron apagando, con sus habitantes recluidos a la fuerza, incluso con personal soldando las puertas de edificios para evitar que salieran.

Si bien el efecto atemorizante sería útil para aquellas personas que incluso a fines de marzo no consideran el riesgo real de llevar una vida “como la de antes”, Coronavirus peca de cierto amarillismo del infotainment televisivo. Sí, hay hechos innegables acerca de las medidas de la Policía china para mantener a la población aislada (después del secretismo inicial), pero se nota que la filmación de un cadáver en la vía pública vale más que el testimonio de un experto.

Los primeros pasos

Lo novedoso de este documental, que por momentos parece viejísimo por todo lo que ha ocurrido, es conocer el “origen secreto” y los primeros pasos del coronavirus. Ver cómo las medias tintas no fueron útiles para su enfrentamiento y cómo Wuhan, que actualmente dice estar libre de nuevos casos, se convirtió en una ciudad fantasma.

También hay tiempo, en 45 minutos que pasan de manera ágil, de seguir parte del trabajo de los científicos que buscan descubrir una cura para la enfermedad, mientras ya se difundían las primeras noticias acerca de cruceros infectados, turistas varados y hospitales saturados. Y el famoso hospital construido en diez días, que parece una noticia de 1997.

Todavía no se hablaba de curva y por aquí Carmela era solamente la esposa de Tony Soprano, pero la velocidad con la que el virus se expandió por el mundo primero transformó el ciclo noticioso (que hace un mes aquí estaba preocupado por la ceremonia de cambio de mando... ¡un mes!), y luego cambió nuestras vidas por completo, al menos entre aquellos que hacemos un esfuerzo por complicarle la existencia al coronavirus.

Uno de los grandes enemigos de las enfermedades fue y será la información. Así que este documental, que puede verse en DirecTV Go, podría ayudar a armarnos la película mental de lo que realmente está ocurriendo. No es suficiente, y es necesario prestar atención a la comunidad científica (ya que el presidente de Estados Unidos no lo hace), pero aquí tenemos un honorable primer paso.