Contando los diferentes servicios de televisión por streaming, se estrenan unas 4.895 series por semana. Para una persona que de pequeña sentía un agujero en el medio del corazón si su álbum de figuritas no estaba completo, puede ser algo sumamente frustrante. Por suerte lo superé, pero duele sentir que tanto material se escurre entre los dedos sin poder darle siquiera una oportunidad.

La deformación profesional me ha mantenido un poco más cerca, o menos lejos, de sentirme “al día” con la producción audiovisual. La necesidad semanal de “recomendar” (basta de comillas, Ignacio) alguna ficción o algún documental acerca de tigres hace que le saque chispas al dedo índice mientras navego entre aplicaciones que me prometen horas de diversión.

Quizás esté hablando demasiado de mí, pero es que The Midnight Gospel es una serie muy extraña, que entre realidades virtuales y destrucciones planetarias nos invita a mirar hacia adentro. Claro que no habría llegado a ella si algo no la hubiera elevado por sobre las otras 4.894 de la semana. Y eso fue su pedigrí.

Uno de sus creadores es el señor Pendleton Ward, el mismo de Hora de aventura. Junto a él se encuentra el comediante Duncan Trussell, quien desde hace tiempo está metido en el mundo de los podcasts, especialmente con su The Duncan Trussell Family Hour.

Resulta que a Ward le gustaron tanto las conversaciones íntimas e intimistas provocadas por Trussell, que le propuso unirse para convertirlas en un show animado, incluso después de que abandonó a su creación porque se estaba volviendo loco.

¿Cómo sería posible transformar una charla sobre las drogas, la meditación o la muerte en un programa de dibujitos animados? De la manera más psicodélica, colorinchuda y estrambótica posible. El resultado final no es para todos los públicos, pero realmente merece ser visto para elaborar una opinión personal. A continuación, la mía.

Estamos grabando

El protagonista se llama Clancy, y es un hombrecito de ojos grandes y gorro de brujo que tiene un spacecast, que es una suerte de podcast futurista filmado por drones con cámaras de video. En el futuro todos ya tuvieron un podcast, así que imagino que fue necesario seguir innovando.

Conseguir entrevistados para su spacecast es una tarea sencilla gracias a su computadora, que le permite realizar recorridas virtuales por toda clase de universos. Así que alcanza con que seleccione el destino, elija el avatar con el que se manejará y meta su cabeza en uno de los extraños aparatos. La inteligencia artificial se encarga del resto.

Si el mundo “real” (esta vez las comillas son muy necesarias) de Clancy era colorido y psicodélico, los mundos que visita parecen una mezcla de las tierras que recorrían Jake el perro y Finn el humano con el planeta del cómic Prison Pit, de Johnny Ryan, y la hiperviolenta serie animada Superjail! que emitía Adult Swim.

Después de transportarse hasta el mundo seleccionado como si fuera un meteorito, el conductor se encuentra con su entrevistado de turno. Mientras a su alrededor se suceden situaciones extremas, como una invasión de zombis o un parto bastante explícito para ser un cartoon, los drones se ponen a trabajar y comienza la entrevista.

De forma muy casual, con pautas de guion pero con la improvisación obvia de una charla, la suave voz de Clancy (el mismísimo Trussell) comienza a hacerle preguntas a la persona que tiene enfrente. Que puede ser el presidente, una poderosa guerrera o la personificación de la muerte.

Y entre disparos, flechazos, golpizas, reencarnaciones y toda clase de fantasías animadas de ayer y hoy, se dan unas conversaciones muy honestas acerca de temas filosóficos y espirituales.

“Durante el apocalipsis la gente no solamente va a estar hablando del apocalipsis. En las películas apocalípticas la cosa gira alrededor de la supervivencia. El origen del show es lo que pasaría si tomáramos estas conversaciones del podcast y las transformáramos en diálogos que ocurren durante varias formas de apocalipsis”, contó el comediante a ComingSoon.

En el primer episodio, sin ir más lejos, Clancy y el presidente se encuentran en la azotea de la Casa Blanca, edificio que más adelante será devorado entero por un zombi gigante. Mientras los no muertos se acercan al lugar dispuestos a comerse hasta el último cerebro, el protagonista y su entrevistado tienen una charla sobre el consumo de diferentes tipos de drogas y sus consecuencias. Todo en un tono de voz que contrasta con el golpe a los sentidos de lo que ocurre a su alrededor.

Aquí y ahora

La mayoría de los ocho episodios tiene un formato similar, aunque existe un arco bastante sencillo que atraviesa la temporada, relacionado con la poca atención que Clancy le presta a la computadora que le habilita los viajes virtuales.

Con respecto a las temáticas, incluso para alguien que salvó Filosofía en el liceo por obra y gracia de las casualidades (¡hola!) las conversaciones son relativamente fáciles de seguir. Algunas temáticas podrán ser más complejas o más “voladas” que otras, pero están presentadas de manera natural y son intercaladas con violencia animada, como para que uno no se aburra.

Incluso empiezan a aparecer conceptos que se repiten, como el de “estar presente”, que muchos ahora empaquetan con el marketinero título de mindfulness. Lo cierto es que en temáticas tan distintas como la aceptación de la muerte o la meditación cotidiana aparece esta idea de habitar nuestro cuerpo en el aquí y ahora en busca de un mejor presente. Siempre y cuando las urgencias del mundo real no nos alejen de todo intento de búsqueda introspectiva.

The Midnight Gospel es una serie que juega con los contrastes. Que busca la calma en el caos, que habla de lo más profundo en medio de una experiencia alucinógena. Si bien es cierto que la violencia o la magia podrían espantarnos, tiene frases y momentos que nos harán repensar aspectos de nuestra existencia que, en el mejor de los casos, consideramos secundarios. Animate.