Son pocos los autores tan traducidos a otros lenguajes narrativos como Agatha Christie. En casi un siglo, la maestra del misterio tiene más de 150 adaptaciones en su haber; no existe obra suya que no conozca versión audiovisual.

Si alguna se había quedado por el camino, estos últimos años han sido muy pródigos en adaptaciones de Christie al cine y la televisión, empezando por una nueva franquicia con el personaje de Hércules Poirot ‒interpretado para la ocasión por Kenneth Branagh, ya con una segunda película en ciernes‒ o versiones puntuales como la estupenda Crooked House, con Glenn Close, o nuevamente Poirot ‒ahora televisivo‒ en miniserie interpretado por John Malkovich. Incluso el reciente éxito cinematográfico Entre navajas y secretos abreva indirectamente de la obra de la escritora que transformó al subgénero whodunit en el pan nuestro de cada día.

Alejada de sus personajes más tradicionales o siquiera conocidos, The Pale Horse es una novela tardía de Christie (fue publicada en 1961), bastante poco conocida ‒de hecho, una de sus adaptaciones televisivas la cambia para ser protagonizada por Miss Marple y así darle mayor interés)‒ y bastante particular, por derecho propio. Porque como pocas veces Christie juega con la idea de lo sobrenatural como solución al misterio, dando una inolvidable aura de historia de terror a todo el relato.

Tres vueltas por ti, tres por ti, tres por mí

La historia comienza con una tragedia. El anticuario Mark Easterbrook (estupendo Rufus Sewell, que brinda un personaje complejo y, por fortuna, alejado de sus tradicionales villanos) queda repentinamente viudo tras el fallecimiento de su joven esposa Delphine (Georgina Campbell) en un accidente doméstico. Devastado y confuso todavía un año más tarde, se ha vuelto a casar con su amiga de toda la vida, Hermia (buenísima Kaya Scodelario), lo que no impide que tenga también una amante, Thomasina Tuckerton (Poppy Gilbert).

Pero un mal día todo vuelve a darse vuelta frente a sus ojos, cuando al despertar junto a Thomasina la encuentra repentinamente muerta. No tarda en golpear su puerta la Policía (en este caso un maravilloso Sean Pertwee como el inspector Lejeune), pero las razones de la visita son otras: su nombre aparece en una lista que llevaba una mujer a la que encontraron muerta a escasos pasos de la estación de Policía. Pronto todos los de esa lista comenzarán a caer como moscas.

Si ya de por sí la idea de una infalible lista de la muerte no fuera suficiente, la investigación que lleva adelante Mark lo conduce al bucólico ‒y extrañísimo‒ pueblo de Much Deeping, en plena campiña, donde en la posada The Pale Horse ejercen de lectoras de la buenaventura, adivinadoras de futuro y examinadoras de hojas de té un trío de brujas (a la mejor usanza de Macbeth). Sí, brujas. Y aunque al principio Mark es, obviamente, escéptico, pronto tendrá que rendirse ante aquel dicho que dice “yo no creo en brujas, pero que las hay, las hay”.

La adaptación televisiva a cargo de Sarah Phelps en el guion y Leonora Lonsdale en la dirección carga las tintas en el aspecto de “thriller sobrenatural” antes que de relato de misterio, pero no olvida su condición de “novela de Agatha Christie” y sorprende con sus giros al final (quizá demasiados, quizá no todos satisfactorios).

Para eso, hay algunos cambios respecto de la novela. Mark Easterbrook se transforma aquí en un personaje dueño de una variedad de aristas morales ‒ideal para que Sewell pueda lucirse‒ y su búsqueda es similar a la de personajes realistas que se ven inmersos en los horrendos mundos de lo fantástico pagano. Así, esta versión es una suerte de hermana moderna de The Wicker Man (Robin Hardy, 1973) pasada por el vestuario de Mad Men, especialmente cuando el protagonista acude al pueblo en cuestión y ve celebrar sus extraños ritos.

Efectiva por momentos ‒es una miniserie breve, a la usanza británica, de apenas dos episodios en Amazon Prime‒, esta adaptación de The Pale Horse reluce más cuando no busca explicar sino sorprender. Quedará en cada espectador sentirse o no satisfecho con la explicación en cuestión.