Resulta que en Estados Unidos también existen los carteles pegados en las columnas del alumbrado público que invitan a charlas y talleres de corte metafísico. Y será a partir de uno de estos carteles que cuatro sujetos tendrán una de las experiencias más importantes de sus vidas.
Peter es un pobre diablo que trabaja en informática, lidiando con las playlists musicales de los clientes. Simone es una joven enérgica, demasiado golpeada por un mundo que la discrimina por trans. Janice es una veterana adorable, que toda su vida hizo equipo con el esposo, como la pareja de Up: una aventura de altura (Pete Docter, 2009). Fredwynn, por último, es un tipo de buen pasar, pero inmerso en un mundo de teorías conspirativas.
Ellos responderán al aviso de uno de los mencionados carteles y de esa forma conocerán a una organización esotérica conocida como el Instituto Jejune, que busca mejorar la vida de las personas. Y casi al mismo tiempo conocerán a una facción rival, que cuestiona los métodos y objetivos de la anterior.
Así comienza Dispatches from Elsewhere, una serie original de AMC (distribuida aquí a través de Prime Video) que sigue al grupito que se acaba de formar, mientras transitan esta especie de “cacería del tesoro” de alcance urbano y se preguntan si no habrá algo más serio detrás de este ejercicio lúdico.
Como ocurría en El juego, la película de 1997 dirigida por David Fincher y protagonizada por Michael Douglas y Sean Penn, el espectador también “jugará” a descubrir de qué se trata todo eso, qué oscuros secretos hay detrás y cuáles son las fronteras de la realidad. Unas fronteras que se moverán más que en una Guerra Mundial.
El Mago de Oz
En una ficción con tantas cortinas y hombres (y mujeres) escondidos detrás, se destaca la figura de Jason Segel, recordado por protagonizar Los Muppets (James Bobin, 2011), film que también guionó, o por su interpretación del escritor David Foster Wallace en El último tour (James Ponsoldt, 2015).
Aquí Segel es el creador de la serie, el productor ejecutivo, escribió y dirigió el primer episodio, y además es quien se pone en el papel de Peter. Para cuando la serie termine, llegarán algunos giros kaufmanianos (por el guionista Charlie Kaufman) que lo dejarán todavía más en el medio de todas las acciones.
Pero este mago está muy bien acompañado, comenzando por la presencia de Eve Lindley como Simone, quien se come la pantalla en cada una de sus escenas y con cada mirada que le dirige a Peter le cuenta al televidente lo que le pasa con él.
Los otros dos integrantes del cuarteto son más conocidos. Sally Field, veterana de mil batallas televisivas y cinematográficas, se luce en un papel frágil y a la vez decidido, tratando a su manera de que no la dejen a un costado. El conspiranoico, finalmente, está en manos de André Benjamin, conocido como André 3000, una de las mitades del proyecto musical Outkast. Si nunca escuchaste “Hey Ya”, esta es tu oportunidad.
En general las actuaciones son buenas, pero es necesario destacar a Richard E Grant, una de esas caras conocidísimas del mundo audiovisual estadounidense, en el papel del líder del Instituto Jejune, Octavio Coleman. Un hombre que suele dirigirse a la cámara y, con voz seria, contarnos cosas de los participantes de su entretenimiento.
Tira de nuevo
Mientras “el juego” los invita a descubrir el paradero de una misteriosa artista llamada Clara, el equipo comienza a crear lazos e influir positivamente en cada uno de los otros integrantes. Por allí está uno de los mensajes que más le importan a Segel y compañía. Claro que no faltarán el humor, la intriga, el suspenso y el Yeti bailando en plena vía pública.
Hay un realismo mágico de manual, pero la historia tiene suficientes giros como para mantener nuestra atención en los momentos mundanos y en las pequeñas ilusiones (cada uno de los cuatro personajes principales tiene una “manifestación” con la que interactúa).
Para mejor, gran parte de la acción se resuelve en el episodio siete, cuando cambia la dirección de la historia, aunque no su ritmo. En los últimos tres capítulos surgen nuevos misterios, y uno, desde el sillón, descubre la respuesta a casi todos ellos, para terminar con un capítulo final que, mal llevado, podría recordar al final de Evangelion. Pero Segel lo transita con honesta brutalidad y (si abrimos un poquito nuestra coraza) nos dejará un mensaje. Todo mientras destroza la cuarta pared y hace agujeritos en la quinta y la sexta.
El origen
No suelo prestar especial atención a los créditos del comienzo, las letritas que aparecen cuando los personajes ya están hablando, pero algunas frases largas llaman más la atención ocular. De ahí que temprano en la serie descubriera que Dispatches from Elsewhere está basado en un documental.
The Institute (Spencer McCall, 2013), contaba la historia real del “juego” que se desarrolló entre 2008 y 2011 en la ciudad de San Francisco, por el que miles de personas buscaron pistas, recorrieron catacumbas y... sí, hasta bailaron con el Yeti en plena vía pública.
Las palabras de creadores y participantes sirven para dejar en claro que algunos de los momentos más increíbles (o menos creíbles) de la serie son versiones pasteurizadas de ocurrencias genuinas de las personas detrás de la cortina.
El mérito del creador está en utilizar esa experiencia como marco para contar la historia que necesitaba contar, sin tener que exagerar detalles excepto cerca del cierre, cuando cómodamente nos recostamos a disfrutar del viaje final que nos tiene preparado el multifacético artista.
Si les atraen los escape rooms, las aventuras gráficas o los juegos de rol, deberían darle una chance. Garantizo que en más de una ocasión la historia irá hacia lugares que no esperan. Y esto casi siempre suele ser refrescante.