Si a algo nos está acostumbrando Netflix es a tener a disposición productos audiovisuales de todas partes del mundo, incluidos algunos que antes difícilmente estuvieran en nuestro rango de intereses.

La continua renovación del servicio de streaming obliga a aventurarse en rincones recónditos (más ahora, con una pandemia que ha paralizado casi toda la producción), y es así como series de todo el mundo comienzan a ponerse a nuestro alcance. Corea del Sur, Sudáfrica, los fríos países nórdicos y muchos más nos brindan sus particulares visiones de series o películas de los más variados géneros.

El horror es uno de los géneros que parece permitir puntos de vista particulares según su procedencia. Y, dentro del horror, las películas de zombis. Con el enorme antecedente de Kingdom –aquella serie que nos mostraba cómo serían los zombies a la coreana: vertiginosos e históricos–, llega ahora el que podría ser un estupendo complemento de este peculiar menú: zombis indios (o a la usanza india, en todo caso) con la contundente miniserie Betaal, de apenas cuatro episodios.

Bollywood zombi

Empecemos con un poco de contexto, el mismo que da la serie creada por Patrick Graham en su inicio: en 1847 ocurre en India lo que se conoce como la Rebelión de los Cipayos o Primera Guerra de Independencia, cuando los soldados nativos de los fuertes se aliaron con rebeldes civiles y atacaron en ciudades y puntos estratégicos a los británicos, que dominaban el país por aquel entonces.

Esta revuelta encuentra al coronel John Lynedoch y su batallón en una zona apartada y rural –las montañas Betaal, justamente– donde pronto es rodeado y asediado. Entonces, el coronel decide internarse por un túnel en la montaña (sobre la que pesa una horripilante maldición) para lanzar contra los indios rebeldes sus propios demonios.

Saltamos al presente y nuevamente, contexto: India es un país dividido por completo entre pobres (una inmensa parte de su población) y ricos que no tienen inconveniente alguno en arrasar con pueblos enteros en zonas rurales para llevar adelante sus planes de urbanización.

Estamos, nuevamente, cerca de las montañas Betaal, y una constructora desea atravesarlas con una carretera. ¿Qué mejor idea que aprovechar aquel túnel empezado en 1847 durante las revueltas? Pero claro, el túnel quedó tapiado y los moradores frente a su entrada aseguran que allí dentro viven demonios.

Habilitar el túnel sería liberar la maldición. Pero esto a la constructora le importa un rábano, por lo que convoca a una fuerza especial del Ejército para despejar la zona. Estos soldados serán nuestros protagonistas.

Espanto y desigualdad

Los héroes son un grupo bastante amoral, con varios pecados a cuestas, pero de repente deberán luchar por sus vidas y las de todos los demás. Porque, obviamente, sí hay demonios dentro de ese túnel, y son de esos que te contagian cuando te muerden.

En todo lo anterior subyace el particular encanto de Betaal, en su original contexto y explicación para la maldición zombi que se desatará sobre los incautos protagonistas. Es en eso y en la elección consciente de hacer de sus monstruos un férreo homenaje a la clase B tan cara a la década de los 80, con mucho efecto práctico y nada de CGI (los cultores del horror más bizarro van a ver en estos muertos vivos deformes y de enormes ojos rojos guiñadas a Armando de Ossorio o Lucio Fulci), antes que innovar en el guion o la trama.

Los protagonistas son bastante de manual –tenemos al soldado heroico conflictuado por los pecados cometidos (Vineet Kumar Singh), su recia mano derecha (Aahana Kumra), el novato (Siddharth Menon), el amigo de toda la vida del protagonista (Jatin Goswani), más el avaro dueño de la constructora (Jitendra Joshi), su esposa (Meenal Kapoor), su hija (Syna Anand), entre otros pocos– y sus destinos pueden leerse con total previsibilidad, pero esto no hace menos entretenida a la serie.

Como en todo buen producto zombi, más allá de las muertes, el horror, las vísceras y todos los recursos que lo han vuelto reconocible como subgénero, lo que importa es el mensaje político, el subtexto –aquello de “los vivos siempre serán más jodidos que los muertos”– e incluso el comentario de actualidad.

Asoma también el colonialismo –antes los británicos, hoy los grandes capitales– como un problema incluso más indetenible que hordas de muertos vivos (como menciona un soldado al pasar: “Malditos ingleses, nos robaron nuestro país, nuestro oro, nuestras tierras y ahora nuestros espíritus malignos”).

Hablar de los grandes problemas del propio país por medio de una serie de horror reafirma que se trata de un género que muchas veces habilita hablar de temas importantes que las narrativas más “serias” no logran desarrollar con contundencia. Betaal sirve, además, cómo buen representante de aquello que se produce en India, demostrando que no todo en Bollywood es bailes y romances.