En su temporada inaugural, The Politician nos presentaba a Payton Hobart, un alumno de secundaria con grandes aspiraciones políticas, cuyo camino indefectiblemente comenzaría al ganar las elecciones a presidente de los estudiantes.
A partir de ese momento comenzaba una campaña feroz, que incluía alianzas y traiciones. Esta serie creada por Ryan Murphy combinaba aspectos de Election, la brillante comedia negra de 1999 dirigida por Alexander Payne, con un poco de la recordada (por las razones incorrectas) House of Cards.
Aquella primera historia tenía mucho de drama adolescente, por dos obvias razones: era un drama y estaba protagonizado por adolescentes. Pero la segunda temporada retoma un arco que comenzó en el final de la temporada anterior y tiene a Payton en la carrera por un cargo en el Senado del estado de Nueva York.
La historia no es perfecta, pero mejora el ritmo de la elección anterior debido a la incipiente madurez del protagonista y su grupo de gente de confianza. Por supuesto que habrá alianzas y traiciones. También habrá throuples (como una pareja, pero de tres), embarazos y coincidencias bastante ridículas.
Murphy continúa inyectando diversidad realista en sus historias, lo cual siempre es bienvenido, y además cuenta con un par de actuaciones de lujo en esta nueva tanda de siete episodios. Me refiero a Judith Light (en ¿Quién manda a quién? era la que mandaba) y especialmente a la brillante e hilarante Bette Midler.
Ambas habían aparecido al cierre del ciclo anterior y aquí se lucen como la senadora que pelea la reelección y su neurótica jefa de campaña. Vale la pena seguir a Midler en todo momento, sobre todo cuando la conversación la están llevando otros dos personajes. Su histrionismo mejora cualquier escena.
Para cerrar con las actuaciones femeninas destacadas, Gwyneth Paltrow vuelve a ser la madre del protagonista, pero esta vez tiene una subtrama corta pero más elaborada, cargada de humor absurdo.
Por supuesto que sigue desbordando la hipocresía, pero este Payton se aleja un poco del protagonista de la saga La profecía. No es la encarnación del Anticristo, sino un joven que tiene un sueño por cumplir y que hará (casi) todo por obtenerlo.
Si sos seguidor de las creaciones de Ryan Murphy, seguramente ya hayas visto la primera temporada. Si no lo sos, quizás esta serie sea la puerta de entrada más moderada, para después sí empezar con las historias de terror, el vogue, las cirugías plásticas... y Glee.