Los próximos martes serán de cine en la esquina exacta de Buenos Aires y Treinta y Tres, en Ciudad Vieja. Fernando Sánchez, organizador del ciclo “Cine migrante solidario”, explica que con él buscan ayudar a quienes han llegado en los últimos meses al país y que, provenientes de lugares cálidos y lejanos como Venezuela, Cuba o República Dominicana, comienzan a transitar su primer invierno en el sur. Muchos están de paso, y en ocasiones no están preparados para la crudeza del frío montevideano.
¿Cómo surgió 11:11 Café?
Soy cubano, periodista y migrante. Hará unos siete años que vivo en Montevideo. Hace casi cuatro años junto con mi pareja, Juan Santiago Bologna, creamos 11:11 Café, un proyecto que en el devenir de este tiempo se ha convertido en un espacio que celebra y acoge la diversidad a través de la cultura y los lazos solidarios tejidos con la comunidad. Son precisamente esos vínculos los que posibilitan que 11:11 Café sea la casa en donde muchas amigas y amigos deciden encontrarse y, también, mostrar su trabajo. Ferias, presentaciones, lecturas, charlas y talleres son algunos de los eventos que cada mes tenemos el placer de cobijar. Son eventos en los cuales no sólo el público disfruta y piensa, sino también en los que crecemos quienes los realizamos.
¿Por qué un ciclo de cine?
Este es el tercer año consecutivo que lo hacemos y siempre ha tenido el mismo objetivo: tender la mano a quienes llegan al país y afrontan sus primeros fríos. Cuando me vine a vivir a Uruguay una de las cosas que más me costaron fue adaptarme al invierno. Sin embargo, tuve una experiencia amable, pues contaba con un cercano grupo de amigos y amigas que, además del soporte emocional, me brindaron cobijo y abrigo. En aquellos tiempos no era tan numerosa la llegada de migrantes. De hecho, pasaban muchos meses sin que me encontrara con algún compatriota por la calle. Esa realidad cambió en los últimos años, y una oleada de cubanos y venezolanos comenzó a arribar y a tener presencia en la sociedad. Una gran mayoría de esos migrantes no está acostumbrada a un invierno tan crudo ni cuenta con el abrigo necesario para sobrellevarlo. Cuando pensamos en la forma en que podríamos ayudar a esas personas, se nos ocurrió exhibir películas de los países de los cuales provenían los y las migrantes que estaban llegando a Uruguay. A la vez que recolectábamos abrigos para distribuir entre los recién llegados, creábamos una ventana para mostrar su cultura de origen. Los abrigos recaudados en cada función los llevamos a Casa Mario, un proyecto artístico-comunitario que varios amigos y amigas llevan adelante en Ciudad Vieja y que trabaja constantemente con la población migrante. Ahí se distribuyen junto a una olla popular que los y las casamaristas realizan.
¿Cuáles son los criterios que manejás para elegir las películas?
No seguimos criterios muy elevados ni técnicos. La idea es exhibir películas de esos países que comienzan a tener marcada presencia en la sociedad uruguaya. Sí pretendemos que sean historias poderosas, conmovedoras, también divertidas, amenas, que se alejen de lo conocido y muestren personajes en los cuales podamos vernos reflejados. Esta vez hemos decidido dar protagonismo a films del ámbito LGBTI+. De tal forma, ya proyectamos Viva (2015), una película cubana dirigida por un irlandés, Paddy Breathnach. Pelo malo (2014), cinta venezolana que dirigió Mariana Rondón. El 4 de agosto seguiremos con Azul y no tan rosa (2012), de Miguel Ferrari, también venezolana. Cerraremos el 18 de agosto con Praia do futuro (2014), del brasileño Karim Aïnouz.