Si lo que más valora Igor Yebra de un bailarín es que lo haga sentir, que lo provoque y estimule a pensar, en esta nueva coyuntura al frente del Ballet Nacional del SODRE (BNS) debe enfrentar, como muchos, varios desafíos.

En la búsqueda de nuevas expresiones artísticas y modos de encuentro con su público, el BNS continúa presentando el ciclo de microobras coreografiadas e interpretadas por bailarines de la compañía, mantiene sus encuentros virtuales diarios, así como los talleres semanales de los viernes para aquellos que se animen a seguir una clase de ballet por Instagram o Facebook.

“Nosotros seguimos esperando, aunque parece que ya se están aprobando los protocolos, y espero que la semana que viene se pueda empezar con el entrenamiento, porque la distancia de un metro y medio en nuestra profesión sólo se puede llevar a 40%”, y en esas condiciones, dice, “son inconcebibles los espectáculos para este tipo de compañías, a los que el público ya está habituado”.

Dos años después de asumir la dirección del BNS, Yebra cuenta cómo se reinventa y qué sucede con la virtualidad. En su caso ha estado trabajando de manera presencial, pero los cuerpos estables no se reúnen desde el 13 de marzo, y por eso ha intentado ocupar a los bailarines de todas las formas posibles.

“Todos los días tenemos clases virtuales, y también estamos haciendo un intercambio con el Teatro Municipal de Río de Janeiro, el de Santiago de Chile y el de Buenos Aires, para intercambiar maestros y que los bailarines no se aburran. Llegamos a un acuerdo que me parece muy interesante para todo el mundo. Son como las clases de ballet que hacemos pero vía Zoom, aunque hablar de clases magistrales virtuales es complejo, y en el mundo de la danza es algo que estamos aprendiendo”, explica.

El Ballet Nacional del SODRE, durante una actuación en un escenario del Parque de Villa García, en el proyecto Venecia en Expansión (archivo, enero de 2020). Foto: Alessandro Maradei

El Ballet Nacional del SODRE, durante una actuación en un escenario del Parque de Villa García, en el proyecto Venecia en Expansión (archivo, enero de 2020). Foto: Alessandro Maradei

Para él la virtualidad se ha vuelto un recurso interesante, y no descarta el método para ciertas cosas, si bien advierte que no puede ser un sustitutivo de la magia del arte escénico. “En el ballet clásico y la danza la presencialidad es muy importante, porque a un cuerpo no lo puedes mirar desde una sola dirección, lo tienes que observar 360°. Siempre digo que este es uno de los fallos que a veces comete el bailarín cuando se queda mirando su reflejo en el espejo; esa perspectiva no es la única que vale, necesitas todas las del conjunto”.

La tregua

Yebra cuenta que el BNS está realizando piezas promocionales de La tregua, manteniendo el mismo estilo que el ciclo. “Como se fue corriendo el calendario, en teoría iría hacia finales de noviembre o principios de diciembre. Depende de cuánta gente pueda ir a ver los espectáculos y de muchos otros factores, sobre todo el económico. Por ejemplo, la gira que íbamos a hacer por España se cayó, y eso da otro margen para reconsiderar el calendario”, plantea.

Lo que intentan hacer ahora es potenciar este tipo de recursos, sobre todo para concretar los sueños a los que Yebra aspiraba cuando llegó a Uruguay, y en los que ha podido contar con pequeños avances, como la idea de la colaboración. “Cuando escucho sobre el Mercosur me pregunto por qué no se hace el Mercosur del arte, de la danza. Creo que en estos tiempos hay que buscar ese tipo de estrategias más que nunca; como producir entre distinta gente. El mundo de la ópera lo viene explorando desde la última crisis”.

Microhistorias colectivas

Los creadores del arte del movimiento llevan adelante un ciclo que sólo es posible gracias al trabajo colectivo. “Esto surgió cuando hablé con Blanca Li [coreógrafa de _El Quijote del Plata(https://ladiaria.com.uy/articulo/2018/8/el-otro-caballero/), y ella me enseñó lo que estaba haciendo en el Teatro del Canal”, que hace unos días fue de los primeros en reabrir en España, y lo hizo con una intervención muy difundida, en la que cientos de maniquíes rodeados de plantas ocupaban las butacas no disponibles de la sala.

Li, en su momento, le habló a Yebra de una serie de cortos, y él decidió proponerles algo similar a los bailarines para que pudieran presentar trabajos a ser estudiados, y así potenciar nuevas oportunidades de formación. “La verdad es que está siendo un aprendizaje absoluto para todos. Martín Segovia, que asumió un nuevo rol detrás de la cámara, se reveló como un gran cinematógrafo. Al comienzo los bailarines se filmaron en sus casas, bailando, como lo típico que se estaba haciendo, pero en un momento estaba un poco saturado de ver ese tipo de videos, así que me reuní con el equipo y pedí permiso al consejo directivo para ir citando a los bailarines de a uno y darle una nueva vuelta a esta idea”.

Bailarines durante el ensayo del Ballet Nacional del SODRE. Foto: Santiago Mazzarovich (archivo, febrero de 2019).

Bailarines durante el ensayo del Ballet Nacional del SODRE. Foto: Santiago Mazzarovich (archivo, febrero de 2019).

Foto: Santiago Mazzarovich

Esta semana, la última obra en subir fue Díptico, con coreografía e interpretación de Ignacio Lombardo, dirección de Yebra y música de Franz Schubert. “En Díptico, él es un chico que pinta y nos quería enseñar cómo lo hacía. Y ya que tenemos unos talleres de pintura maravillosos, se me ocurrió filmarlo allí. A mí, por ejemplo, [Jackson] Pollock me encanta, y ya me imaginaba uno en escena. Al final nos reunimos, y lo bueno de trabajar en equipo es que cada uno va aportando algo, y así, al final, el resultado es un trabajo como Díptico, que me parece bastante redondo, y mira que me cuesta decir este tipo de cosas porque siempre encuentro fallos en todo. Pero de verdad es un resultado bastante redondo para el tan poco tiempo que tenemos para este tipo de apuestas. Si ves el primero, sólo era un video, pero cuando vimos que había tenido muy buena reacción, decidí hacer esto expreso y preparar un antes para que la gente se vaya interesando, y al final ya se crea una microhistoria que va creciendo y evolucionando día a día”.

En esta nueva reinvención, condicionada por la virtualidad, han ido compaginando una propuesta clásica, a la que el público del BNS está más habituado, y otra contemporánea. Es una nueva oportunidad, dice, para “demostrarle al público la capacidad que tienen los bailarines de esta compañía para hacer de todo, sólo que por programación y cuestiones económicas a veces te enfocas más en cierto estilo. Esto también les permite ser creadores, tener más libertad. Vamos por ese camino, alternando obras de corte más clásico y otras más contemporáneas. Para nosotros, el mayor desafío son los clásicos, porque hacer uno atractivo en tan poco tiempo es muy difícil”.

El director adelanta que la compañía se encuentra trabajando en distintos proyectos, y pensando nuevas estrategias para que el público no los olvide, pero también para mantenerse ocupados, porque mantienen sus sueldos: “Debemos demostrar que ese dinero que aporta el contribuyente no está tirado. Creo que es importante que estemos ahí a pesar de las dificultades. Y a pesar de que, de un año muy prometedor, 2020 se ha convertido en un nuevo desafío. Digamos que cada año me tocó vivir con un desafío a cual más interesante”, admite, conjurando al presente.

Clases para todos

Los viernes, el BNS continúa con sus clases en directo por Instagram y Facebook a las 15.00. “Quien quiera hacer una clase de ballet impartida por un bailarín de la compañía, que se anime”, desafía Yebra. Estos encuentros ya llevan más de nueve ediciones, y en breve la compañía lanzará un nuevo proyecto enfocado en el ballet para niños. “Lo queremos lanzar más adelante, porque quisiéramos que se desarrolle junto con la reapertura para que se pueda ejecutar como una actividad más dentro del teatro”.

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