Dentro de una marmita de oro y piedras preciosas, coloquen dos cucharadas del famoso pianista Liberace. Añadan 50 gramos de Ludovica Squirru, tres cucharaditas de Federico Klemm y una pizca de Ricardo Fort. Déjenlo reposar un rato.

El resultado de este menjunje extravagante y esotérico sería Walter Mercado, otrora figura internacional de la astrología, hoy protagonista del más reciente documental de Netflix, titulado Mucho, mucho amor: la leyenda de Walter Mercado.

En 96 minutos, los directores Kareem Tabsch y Cristina Costantini intentarán contar la vida (sin leyenda) de este nativo de Puerto Rico que siempre vivió la vida que quiso, y que en su momento de gloria tenía a decenas de millones de latinoamericanos esperando para escuchar sus predicciones del horóscopo.

Si peinan alguna cana, seguramente lo recuerden de participaciones en programas como El show de Cristina o Sábado gigante (que aquí rebautizaron El show de Don Francisco para poder pasarlo los domingos). Llevando siempre sus ampulosas capas, joyería y un aspecto andrógino, aprovechaba la teatralidad adquirida en las mismísimas tablas para decir lo que la gente quería escuchar.

Esto no habla mal de Mercado y a lo sumo habla mal de todos aquellos que camuflan su psicología exprés en forma de mensajes de los astros. Pero si algo rescata el documental es que este hombre siempre se dirigió a su público con palabras de esperanza y de amor. A todos los signos del zodíaco siempre les iría mejor; algunos realizarán viajes, otros concretarán negocios. En ocasiones solamente queremos escuchar a alguien que crea en nosotros, y vaya si él lo hacía.

Después de bombas como Tiger King, esta obra no nos conquistará por sus escándalos, porque tiene solamente uno. El despegue mediático de don Walter fue obra de un tal Bill Bakula, quien es presentado como el villano y cuya relación con el protagonista terminó (cuándo no) en el juzgado.

Sin embargo, aquí el objetivo parece ser simplemente conocer a ese hombre que fue tan querido en los 80 y 90, y uno de los primeros en encabezar un programa completo dedicado a las predicciones.

Costará olvidarse del costado más mercantil y de las personas que habrán dejado sus buenos pesos o dólares en su 0900, pero para eso está Bakula, para ser el malo de la película. De Mercado veremos su rápido crecimiento y especialmente sus últimos meses de vida.

En lo personal, además de la fascinación por este ícono bizarro, me quedo con el rescate que hacen los directores de la dignidad de la vejez. En una era en que la productividad es sinónimo de valor, seguimos a un viejo de 87 años que ya no produce, que come sus galletitas con dificultad, que se cae y tiene que hacer reposo.

Y en esas escenas Mercado también nos da esperanza. De que más allá de los movimientos lentos, los dedos torcidos y la necesidad de un asistente para hacer tareas sencillas, tenemos ahí enfrente a una persona que merece ser escuchada. El gancho es que sus anécdotas son más coloridas que las de otros individuos de su edad. Pero todos tienen algo para contar.

La historia pasa volando y en el medio quedan reflexiones, imágenes de archivo y muchas frases mágicas de esta leyenda. Costó elegir, pero me quedo con una: “Nunca ensayo para ser yo mismo”. Buen viaje, Walter.