Un megaoperativo internacional –un circo con varias bandas que incluye España, Francia y Marruecos– conduce a la sorpresiva detención del terrorista más buscado del mundo en Melilla (la de España, no la nuestra).

Salah al Garheeb está en custodia, y la Unidad Especial Antiterrorista debería poder felicitarse ante semejante éxito, pero la realidad es otra: ni bien se anuncia su arresto, comienzan a ocurrir atentados por toda Europa mientras una célula terrorista se traslada a España dispuesta a declarar la guerra por la detención de su líder máximo. La Unidad del título deberá detectar y detener a tiempo la tragedia que se va cociendo a fuego lento.

Sabor local

La Unidad toma como base testimonios inéditos de altos profesionales de la lucha antiterrorista y los aplica a un relato tenso, muy bien logrado y por completo convencional. Sus fortalezas no están en la sorpresa o la originalidad –de hecho, lo narrado comparte muchísimo con el revival televisivo de la más famosa creación de Tom Clancy, Jack Ryan–, sino en su realización de alto vuelo, su valor de producción, sus escenarios internacionales (la trama transcurre al mismo tiempo en Melilla, Tánger, Perpiñán, Girona, Madrid, Galicia, Nigeria y Toulouse)– y en la buena mano del creador y director detrás del producto: Dani de la Torre.

De la Torre tiene buenos antecedentes, entre ellos la estupenda película El desconocido y la entretenida La sombra de la ley. Aquí, en colaboración con el guionista Alberto Marini (otro de extenso currículum: Romasanta, Mientras duermes, la mencionada El desconocido), recrea el mundo del alto espionaje y la seguridad internacional a través de este equipo de policías a los que, además, se les da cierto carácter personal para mayor condimento.

Y ese condimento aquí es típicamente español, porque una variante que sí le da mucha identidad son las condiciones específicas de una unidad como esta en la Madre Patria. Los problemas de presupuesto, los inmensos impedimentos burocráticos, los atrasos con los pagos, etcétera, son un problema constante para los protagonistas, dejando bastante en evidencia la precariedad del sistema. Son críticas que se repiten bastante en las ficciones españolas; basta recordar su abundancia en El Ministerio del Tiempo.

Árabes malos

Probablemente lo que más rechine en un relato por completo funcional es lo mismo que terminaba por hartar en la ya mentada Jack Ryan: la unidimensionalidad de sus villanos. Los fundamentalistas islámicos pocos favores se hacen a sí mismos en la realidad, pero a la hora de la ficción termina perjudicando bastante que 85% de los personajes árabes que vemos en pantalla sean irredimibles. Aunque en La Unidad hay cierto esfuerzo por matizar esa homogeneidad –hay alguna agente con burka, hay un infiltrado que se juega el pellejo–, en general los árabes no salen bien parados en este relato, lo que termina por volverse algo aburrido.

Como sea, con los tres episodios (de seis) estrenados de La Unidad hasta el momento en HBO, no cabe duda de que España vive un inmenso momento para la ficción y que sus producciones rivalizan con lo mejor que la televisión internacional puede ofrecer.