1993. Un cine a punto de cerrar. Su última función: una película de terror. Para los pocos presentes –la hija del proyeccionista que se hace cargo de la tarea de su padre, una pareja de novios, unos niños que se cuelan, el acomodador, un viejo loco que siempre está en la sala– debería ser algo rutinario. Como mucho, una anécdota para contar años después: yo estuve presente en la última función del cine. Pero pronto, un misterioso asesino se encargará de transformar esa despedida en una desesperada batalla por la supervivencia.

La película se llama Al morir la matinée, y se trata del más reciente largo de Maximiliano Contenti (Montevideo, 1984). Mucho ha pasado desde que a principios del milenio aterrara y divirtiera, al mismo tiempo, con la serie de películas caseras El muñeco viviente. En su nuevo largo, Contenti retorna a un período anterior al de esas producciones, el de su propia infancia, y sigue fiel al género de horror, aunque ahora le agrega una faceta más reflexiva sobre el propio mundo del cine.

Desde tus primeros cortometrajes hasta hoy, llevás casi 20 años dedicado al cine de terror. ¿Cómo es hacer esa clase de género en Uruguay?

Uruguay es el lugar de mis raíces, hacer cine acá inevitablemente me inspira mucho, hay siempre una cosa muy conectada con tu origen. Crecí queriendo hacer cine, para lo cual Uruguay era visto como algo bastante inviable, como que te tenías que ir, más aún si hablamos de cine de género fantástico o de “entretenimiento”. Entonces, tiene eso de ser aún más un reto. Cualquier película uruguaya siempre está haciendo algo nuevo, siempre estás haciendo algo que nunca se probó hacer acá, y creo que eso vale la pena. El cine de género, sea terror, fantasía o ciencia ficción, para mí es el que expande el imaginario visual, el que te lleva a soñar mundos. Creo que para la cinematografía local es imprescindible hacer cine de género, un cine verdaderamente de ficción, inventar historias fantásticas y situarlas en tu país. Cuando eso sucede se venera el lugar donde ocurren estas historias; ese Montevideo, ese Uruguay tiene una nueva dimensión, el lugar se hace icónico, porque allí otros mundos son posibles. Aunque me fuera del país, siento que siempre voy a tener historias de cine para volver y filmar en Uruguay, en especial de género.

“Creo que para la cinematografía local es imprescindible hacer cine de género, un cine verdaderamente de ficción, inventar historias fantásticas y situarlas en tu país”.

¿Qué te propusiste con esta nueva película?

Mi objetivo con Al morir la matinée en cuanto a producción fue realizar un film de buena factura. Empecé a mover el proyecto solo, como director-productor, pero siempre buscando sumar, buscando que la producción creciera. Una vez que ingresaron como productoras Alina Kaplan y Lucía Gaviglio, y después se sumaron en coproducción argentina Pensa y Rocca Producciones, el proyecto tomó una dimensión más adecuada.

Dentro de ese género, la película se inscribe en lo que se conoce como slasher, que suele involucrar a psicópatas asesinos y jóvenes víctimas. ¿Un slasher montevideano tiene sus propias particularidades?

Lo que más me fascinaba de hacer un slasher era el hecho de que tienen antagonistas fuertes. Jason Voorhees, Michael Myers, Freddy Krueger, Leatherface, Ghostface, etcétera. Me encantaba la idea de crear un villano uruguayo, creo que era algo que hacía falta. Más allá de lo slasher, busqué darle una impronta de cine clásico, con un tratamiento formal. Planos abiertos combinados con planos detalles, mucho encuadre fijo, poder apreciar la imagen, el arte y la arquitectura de la sala. Es una película dentro de un cine, donde se ve otra película, o sea que es metacine literalmente, por lo que los homenajes y las referencias cinéfilas están por todos lados. Pero mejor no profundizar y dejar que sean descubiertos, porque no termino más de nombrarlos. Me gustaba mucho el viaje a un Montevideo de los años 90, era viajar a mi infancia. Temáticamente la película la concebí como “el fin de la inocencia”, y eso está reflejado en el personaje de un niño, Tomás [Franco Durán]. Su personaje conecta mucho conmigo y mis primeras experiencias de ir al cine en esos años, en los que recuerdo haber ido al mismo cine en que filmamos, el 18 de Julio. Los cines de antes eran enormes, verdaderamente oscuros, sin los carteles de salida de emergencia; si ibas de chico, te podía dar miedo. Esas experiencias me inspiraron y están muy presentes.

La película cuenta con guion de Manuel Facal, otro veterano productor de género nacional con el que ya habías trabajado. ¿Cómo fue el desarrollo del guion?

La idea se me ocurrió mientras estaba filmando una publicidad que era para el Día del Cine en la vieja sala 18 de Julio, ex Cinemateca. Pensé en lo genial que era la sala como locación, y en qué bueno estaría hacer una película de terror ahí. Sin dudas, la inspiración fue la sala. Tras intentar durante bastante tiempo mover un proyecto algo ambicioso, un drama de época, sin obtener apoyos, volví a esta idea, pensando que tenía que hacer una película de un género que se me diera más natural, como el terror. Que fuera más realizable. Así fue que le propuse y encargué a Manuel un guion inspirándonos en la sala, una película que transcurriera dentro de un cine. Establecimos ciertos parámetros narrativos, como que fuera un slasher, y también que estuviera inspirada en el cine de terror italiano, el giallo. Recorrimos la sala con Manuel, vimos referencias de películas de terror italiano, como Demoni [Lamberto Bava, 1985], y con base en eso él elaboró el guion. La primera versión estuvo pronta a finales de 2015. Ese primer guion de Manuel a mí me encantó. Enseguida imaginé quién debería encarnar a ese villano. Le pedí unos pocos ajustes y agregar unas escenas. A partir de ahí, durante el tiempo de desarrollo hasta el momento del rodaje yo realicé reescrituras. Algunas por interés personal, pero más que nada fue por necesidades de producción. Por temas presupuestales hubo que modificar cosas, para hacer viable el rodaje de la película. Entiendo que esas colaboraciones de guion que hice potenciaron la narrativa y desarrollaron más a los personajes, sin que se perdiera la esencia.

Foto: Alessandro Maradei

Foto: Alessandro Maradei

¿Qué detalles nos podés contar del rodaje?

Fue un rodaje intenso y una experiencia verdaderamente alucinante. Nos instalamos por un mes y medio en la sala 18 de Julio. Tuve mucha suerte, se armó un equipo hermoso, realmente sentías en todos las ganas de ser parte de un rodaje de este tipo. Había una cantidad inusual de capricornianos en todo el equipo técnico y artístico. Yo soy de capricornio también, así que las obsesiones por el trabajo estaban a la orden. Se dio una notoria sinergia entre todas las áreas, la dirección de fotografía de Benjamín Silva, el vestuario de Dominique Souberbielle, la dirección de arte de Cristina Nigro y los efectos visuales de Christian Gruaz. Por el lado del reparto quedé muy conforme con todo el cast, donde destaco el trabajo de la protagonista, Luciana Grasso. Una nota aparte para Julieta Spinelli, que me pareció brillante desde que la descubrí en el proceso de casting. No quiero dejar de mencionar la revelación del muy joven Franco Durán: aunque era su primera película, encaró las jornadas con absoluto profesionalismo. Como cualquier rodaje digno, también tuvimos nuestros percances. Fue un invierno helado el de 2019. Muchos se enfermaron y la peste se expandió por todo el equipo; yo me salvé. También recuerdo una semana nocturna muy cansadora en la otra locación, el cine Ópera, que estaba en funcionamiento, así que teníamos que estar alertando a las personas que pasaban que no pisaran el charco de sangre o llamaran a la Policía si veían a un muerto a la salida. Todo el trabajo de efectos especiales fue 100% práctico y rodado en cámara. Eso hace al resultado muy satisfactorio, pero lograrlo es sumamente engorroso, requiere mucho tiempo, un error puede costarte horas de rodaje y, como buena película de terror, todo se ensucia, mucho.

¿Pensás que el cine de terror propone experiencias difíciles de conseguir para otro tipo de cine?

El terror es el género más universal de todos. El miedo, los misterios y lo desconocido provocan sensaciones primitivas, que entiende todo el mundo. Una buena película de terror atraviesa fronteras, puede gustar acá y hasta en Japón. También siento que tiene algo de género “no perecedero”, o que tiende a envejecer mejor. Las comedias, por ejemplo, son muy de un tiempo y una época. El humor cambia mucho, cuesta más hacer que una comedia sea duradera. Pero, aunque las formas cambien, siento que algo de la inventiva del terror hace que las películas sean más atemporales y siempre intrigantes.

El estreno está planeado para el 3 de setiembre, en un marco cuando menos peculiar. ¿Qué expectativas tenés? ¿De qué manera llegará al público?

La verdad que el estreno me tiene ansioso. Sin duda, este es el año más particular y extraño, por no decir terrorífico, para estrenar una película. Para el mundo del cine y la exhibición está siendo catastrófico. Cerrar la posproducción en medio de la pandemia fue complejo, el cierre de sonido era en Argentina y la coordinación fue toda online. Nos cambió mucho el plan, temas de estreno comercial y festivales, donde casi todos se cancelaron o se postergaron para el año que viene, con excepción del festival de cine fantástico de Sitges, en España, donde quedamos seleccionados y se mantiene para octubre de este año. Ahora, mi objetivo siempre fue hacer una película para el público, una especie de tren fantasma o montaña rusa de terror. Siempre estuvo pensada para ver en cines y con audiencia. Tenemos la suerte de tener de socios a la distribuidora uruguaya RBS. Para el estreno local salimos con la reapertura de las salas; eso tiene algo interesante y algo de ventaja, ya que en una situación normal encontrar el espacio entre tanta oferta es más complicado. Mi deseo es que el público la disfrute tanto como yo disfruté haciéndola, y que se apropien de ella, eso sería lo máximo.

Al morir la matinée se estrena el 3 de setiembre en las salas de Movie (en los shopping Nuevocentro, Portones, Punta carretas y Montevideo Shopping). El sábado 5 se exhibirá en el Autokino a cielo abierto de Cinemateca y el Goethe-Institut en el Espacio de Arte Contemporáneo (Justicia y Miguelete). Guion de Manuel Facal. Fotografía de Benjamín Silva. Música de Hernán González. Producción de Yukoh Films, Pensa&Rocca Cine y La Gota Cine. Con Luciana Grasso, Ricardo Islas, Emanuel Sobré, Patricia Porzio, Bruno Salvati, Julieta Spinelli, Vladimir Knazevs, Hugo Blandamuro.