El 15 de febrero de 2019 llegaba al catálogo de Netflix la primera temporada de The Umbrella Academy, serie que adaptaba los cómics guionados por Gerard Way y dibujados por Gabriel Bá. Como suele ocurrir, la versión televisiva a cargo de Steve Blackman debió tomar algunos atajos de producción para bajar al mundo de carne y hueso las imposibles aventuras del supergrupo de hermanos que luchan por escapar del yugo paterno, incluso después de que papá dejó este plano de existencia.
Las temáticas de la historieta original estaban presentes en esta especie de Los excéntricos Tenenbaum (Wes Anderson, 2001) con superpoderes. Las relaciones familiares eran sólidas, pero en ocasiones se hacía evidente lo lejos que estaba el presupuesto de algunas de las escenas que querían mostrar.
Pues bien, en la segunda temporada, que Netflix estrenó completa la semana pasada, se corrigen casi todos los elementos que habían quedado en offside, construyendo una aventura que, al alejarse de fuente, es capaz de utilizar al máximo el formato audiovisual. Con menos mitología, porque ya la conocemos, y más acción.
Dead Kennedy
Los hermanos Haargreeves son depositados en Dallas a comienzos de la década de los 60. En una versión masiva de “Ustedes se preguntarán cómo llegué hasta aquí”, con el correr de los episodios descubriremos... bueno, cómo cada uno de ellos llegó hasta ahí.
Gran parte de la trama estará relacionada con la inminente visita del presidente John F Kennedy a esa ciudad y cómo el éxito o no de un atentado contra su vida podría desencadenar el apocalipsis. Sí, tenemos un nuevo apocalipsis. Y sí, Vanya (Ellen Page) vuelve a quedar en medio de la acción.
Si bien es cierto que ciertos detalles de la historia recuerdan a la temporada anterior, hay un enfoque nuevo, que juega con los desencuentros y que, sin llegar a los límites de la adaptación de Watchmen, toca el tema del racismo y otras discriminaciones que eran todavía más feroces en esa época.
Hablando de Ellen Page, como ocurría en las sagas cinematográficas de los X-Men, los actores más conocidos suelen ocupar más tiempo en la pantalla, incluso si no es así en la historieta. Si en el caso de los X-Men la fama de Jennifer Lawrence convirtió a Mystique en protagonista, aquí Page tiene una subtrama que parece escrita a pedido, pero que no desentona con el resto de las historias.
El drogón Klaus (Robert Sheehan) vuelve a ser el personaje más interesante, aunque ahora lo sea desde una renovada sobriedad, apoyada en el misticismo de la época. El otro que se destaca es el eternamente joven Número 5 (Aidan Gallagher), que para agregar una nueva referencia andersoniana recuerda al Jason Schwartzman de Tres son multitud (1998).
Y agregando una nueva referencia a los mutantes de Marvel, los episodios finales demuestran lo mucho que ha progresado la ficción superheroica de carne y hueso, incluso con un presupuesto de televisión. Los hermanos Hargreeves se enfrentan al mal usando poderes y vistiendo de negro, y se ven incluso mejor que los protagonistas de las primeras entregas de los Hombres-X.
Con mucha buena música (incluyendo temas del mismísimo Way), humor y un cierre que te deja enganchado para una posible tercera entrega, es una interesante adición para amantes de la historieta original, de la temporada anterior y de la ficción superheroica en general.