Del gran banco de datos que utilizan los creadores al inicio de su búsqueda, un cuadro de Gerhard Richter, de la etapa en la que el artista alemán armaba cuadrículas, encabezó la presentación escrita de unomasunosontres. Ya fuera reproduciendo cartas de colores de fabricantes de pintura, primero, o sumando paneles de aluminio en el orden aleatorio que marcaba un algoritmo, la obra del pintor y este espectáculo que se presenta como parte del ciclo Montevideo Danza comparten un principio inquietante: la acumulación.

En esa misma lógica, Felix Marchand tuvo el impulso inicial: invitó a la performer y coreógrafa Alexandra Galcerán a investigar con él ese asunto de la sumatoria y de la potencia que sale de la repetición. Al trabajo, en casa de uno o de otro, en pocos metros cuadrados pero manteniendo las distancias, se plegó el compositor Fabrizio Rossi, que comparte escena con ellos, y su loopera, esa máquina de grabar y repetir secuencias de sonidos que, como los movimientos, empiezan a operar en masa abismal. Se agregaron al equipo también Erika de Pino, que junto a Leticia Skrycky se ocupó del diseño de luces, y a la vez la performer y coreógrafa Ayara Hernández encaró la dramaturgia y el diseño escénico.

De la colaboración de todos surge un montaje que empieza paso a paso, acción por acción, reflejando, al principio, la huella de los encuentros ascépticos durante la cuarentena, para ir creciendo en intensidad “hasta desplegar una coreografía altamente compleja”, adelantan. Si el puntapié es un trabajo sistemático, la travesía va enrareciéndose. “No podía cerrar los ojos a eso que estaba pasando, así que eso está muy presente en la primera parte. Vamos rompiendo la distancia poco a poco”, cuenta Marchand. La pregunta que atraviesan y comparten en 45 concentrados minutos es cuál es el límite: “Parte de la obra es ese loop infinito”, explica. “En el final hay un sonido que es como un ruido, un sonido con mucha fricción. Entramos físicamente en ese mundo que es un poco demasiado, porque la máquina es perfecta, pero nosotros tenemos que convivir con los errores, y eso es parte del juego. Para mí es muy interesante, los errores pueden producir algo mágico también, algo lindo”.

Formado en Hamburgo y con una carrera de más de 15 años en Berlín, Felix Marchand –a quien algunos reconocerán como protagonista de la película Los enemigos del dolor, de Arauco Hernández– vive en Montevideo desde hace dos años. Pero las producciones de su compañía, Lupita Pulpo, en espacios locales vienen de mucho antes: acá se ha podido ver creaciones suyas como Mixtape (2006), En la sombra de un elefante (2018) y Si el sol se apaga prometo ser tu luz (2019). “Yo necesitaba hacer algo simple, porque mi última obra fue una especie de audioguía en la calle, algo bastante complicado, y antes de eso hice una obra para niños con muchas cosas en el escenario”, cuenta el director e intérprete, que esta vez usa la Zavala Muniz despojada, a tres frentes, con la energía que van acopiando los cuerpos y la música. “Cada vez que repitamos un movimiento tendremos como performers y público la oportunidad de verlo, vivirlo desde distintas perspectivas, oscilando constantemente entre lo físico, lo narrativo, lo emocional. Las acciones de esta manera irán ganando distintas capas de interpretación, aprensión, percepción en el correr de la obra”.

unomasunosontres va en la sala Zavala Muniz del Teatro Solís 15, 16 y 18 de setiembre a las 20.30 con dirección de Felix Marchand. Entradas a $ 450 (Comunidad la diaria 2×1).