A veces el límite entre película y serie de televisión es difuso. Y no lo digo solamente por títulos como Liga de la Justicia, de Zack Snyder, a quien van a dejar jugar tranquilo y ya verán si cortan sus cuatro horas en episodios o dejan que el usuario decida dónde poner pausa.

La aclamada serie Sherlock, creada por Steven Moffat y Mark Gatiss, llegó con una primera “temporada” (nótense las comillas) de tres episodios, cada uno de ellos de una hora y media de duración. Para peor, al menos para mí, estas historias de extensión de largometraje jugaban con ritmos televisivos, haciendo extenuante el ejercicio de verlas. Quizás el único episodio que lograba una combinación perfecta de ritmos y minutaje era el de la boda, que combinaba varios pequeños casos en una sola historia.

El ejemplo que nos reúne en esta oportunidad tiene varias similitudes. Se trata de casos detectivescos, que se resuelven en 90 minutos, aunque cada uno de ellos parece estar contado tomando en cuenta este último detalle. ¿Por qué no llamarlos telefilms, teniendo en cuenta que, de hecho, cuentan la historia de un puñado de personajes en dos instancias diferentes? No tengo una respuesta para esta pregunta. Tan sólo tengo una serie para recomendarles. Una serie de dos episodios, de una hora y media cada uno.

Este producto de Film & Arts, que puede verse (por ejemplo) en el básico de NS Now, sigue a una pareja despareja relacionada con la ley y el orden. Tala Gouveia es Lauren McDonald, una inspectora en jefe recién llegada desde Londres a la aparentemente apacible ciudad de Bath. De inmediato la emparejan con Dodds, interpretado por Jason Watkins, un bicho de escritorio con envidiables capacidades deductivas. Sí, la dupla que debe superar sus diferencias y unir esfuerzos para resolver el misterio, en donde además uno de ellos combina dificultades sociales con superpoderes detectivescos. Y sin embargo, la dupla McDonald & Dodds (por algo dan nombre a la ficción) logra que todo funcione.

La trama se complica

Los dos asesinatos en que trabajan nuestros protagonistas tienen un elemento en común. La trama (obra del creador Robert Murphy) suele dejar en claro quién es el responsable del delito, aunque no necesariamente sea la persona que jaló el gatillo. Lo que el público, junto a los investigadores, debe encontrar, es el porqué. Bueno, y en el caso de ellos dos, también el quién.

Estas dos historias tienen menos explosión que una película, pero más que un episodio promedio de CSI. Hay tiempo para el típico descarte de sospechosos, para que surjan nuevas teorías y para que se desarrolle la turbulenta relación entre la arrolladora novata y el serenísimo veterano. Hay dos o tres personajes secundarios que se repiten, aportando lo suyo sin permanecer en nuestras memorias.

La primera comienza con una muerte muy extraña: un exconvicto es abatido dentro de la casa de un millonario, que está a punto de dejar el control de su empresa en manos de una de sus tres hijas. La primera dificultad será molestar a los ricachones del barrio con pedidos tan ofensivos como una declaración o las imágenes de una cámara de seguridad.

La segunda gira alrededor de los miembros de una terapia de grupo, después de que una integrante quisiera dejar de participar y apareciera convenientemente muerta un rato más tarde. Un montón de personalidades adictivas serán sospechosas, mientras el pobre de Dodds deberá no sólo ayudar a resolver el caso, sino evitar que lo internen a él.

El ritmo es el correcto, las actuaciones son correctas, la ambientación de Bath aporta a la historia. Si hubiera que señalar un detalle que juega en contra, es que las resoluciones suelen ser demasiado complicadas (que no complejas). Como queriendo atar demasiados cabos sueltos durante los 89 minutos anteriores. Pero uno se queda con la tambaleante relación entre McDonald y Dodds, además de los buenos giros del género.

Estos dos episodios se emitieron en Reino Unido en marzo del año pasado, y el éxito motivó que dieran luz verde a una segunda temporada, con tres casos más. Todavía no tiene fecha de estreno, pero deduzco que seremos muchos los que estaremos esperando.