Nació como Carlos Alberto, se lo conoció públicamente en sus comienzos artísticos como Charlie, pero hace tiempo que es un prócer en vida llamado Charly. Si faltaba algo para certificar esa condición, la de prócer, el revuelo que ha generado la celebración de un nuevo cumpleaños de Charly García debería alcanzar para alejar cualquier tipo de dudas.
Claro, no se trata de cualquier cumpleaños, sino de uno cuyas cifras redondas invitan a asomarse al abismo: son 70 los que celebra hoy García, al que de un tiempo a esta parte se le ha hecho costumbre festejarlos de la manera más pública posible: en vivo por televisión y en horario central, hablándole a las estatuas del Ópera en pleno delirio presentando Say No More o haciendo que el público de un Gran Rex completo tenga que conseguir radio y auriculares para poder escuchar su show (realismo mágico que duró apenas un par de confusos temas, hasta que en su torpeza destruyó la miniemisora y hubo que improvisar un cambio de planes).
Pero de las celebraciones que se llevarán a cabo el día de hoy en su ciudad no se lo puede acusar de nada. Hace tiempo que Charly anda aplacado, más que nada porque su cuerpo parece haberle dicho que se acabó la joda, aquellas piernas “Popotitos” que tanto nos asustaron en los 90 ya no lo sostienen, así que va de aquí para allá en silla de ruedas –al menos así entró y salió de escena en su último Luna Park, antes de la pandemia– o simplemente se queda en la cama.
Eso no significa que no haya aún García para rato, según parece y toquemos madera. Se habla, por ejemplo, de un disco inminente, sucesor de aquel milagro que fue Random, que ya cumple cuatro años y en el que no arriaba ninguna bandera: “Nunca van a conseguir / cambiarme, baby”, canta y sigue cantando desde esa joya del ocaso llamada “Rivalidad”.
Oficialistas y opositores
Rivales y hermanos, Ciudad y Nación son los que se andan disputando su cumpleaños en Buenos Aires, con sordina, por detrás de todo, tratando de que no se note demasiado. La ciudad picó en punta organizando una semana –la que pasó– con muestras de fotos y toda clase de celebraciones, guardándose el teatro Colón como cierre, con Fito Páez acompañado por la orquesta estable celebrando las canciones de Charly.
El contraataque del Centro Cultural Kirchner, ubicado bien en el centro –al lado del Luna Park–, pero que no depende de la ciudad, fue la organización –entre otras cosas– de un concierto que se extenderá durante todo el día, con un incesante desfile de invitados y dividido en cuatro partes, una de las cuales se supone que contará nada menos que con la presencia del homenajeado, que no ha aparecido hasta ahora en ninguno de los tantos festejos.
La coincidencia de horarios amenazaba con dejar a Páez, de públicas desavenencias con el partido que gobierna la ciudad, tocando por las suyas en un evento organizado por sus criticados y con todos sus amigos en otro lado. Pero finalmente todo parece haberse acomodado –hubo que realizar algún que otro indispensable ajuste horario, por ejemplo– y es posible que no se pierda lo que apunta para ser la cumbre de esta larga fiesta –que se podrá seguir gratis en las redes– en honor al hoy hijo pródigo de lo que de este lado del río aún llamamos rock nacional. Algo que Charly siempre ha corregido, nobleza obliga, como “nació mal”.
Criticado, discutido, acusado e incluso encerrado, García pocas veces ha sido tan unánime como en estos últimos años. Tal vez en las épocas del primer Sui Generis –cuando era Charlie en el arte de tapa de sus discos– despidiéndose con dos Luna Park repletos, casi de la nada, dulce revancha ante colegas que lo despreciaban por “blandito”. Seguramente después de la separación de Serú Girán, cuando juntó más gente en Ferro bombardeando una Buenos Aires de utilería que todo el resto del rock local en BA Rock. Pero ya sin la prepotencia de esos números, hace tiempo, sin embargo, que García es Charly –como Maradona era Diego, por ejemplo, y la comparación no es gratuita–, y no hace falta decir mucho más.
Es el que les robó el himno a los fascistas de siempre ante una 9 de Julio repleta y nos lo devolvió a los que crecimos en dictadura, el que se tiró de un noveno piso y sobrevivió para contarlo, el que anunció que la entrada era gratis pero la salida vemos, una frase de Say No More que cada vez más resuena como la descripción de su odisea personal siendo, justamente, Charly García. El hombre dueño de una antena para percibir lo que nos pasa a todos y hacerlo canción, y que cuando sólo pudo percibir su propio dolor abrió las canciones al medio para exorcizarlo mejor. Y tuvimos que aprender cómo hacer para quererlo aún más por eso. El que cantó alguna vez que es el que cierra y el que apaga la luz, y por suerte aún no estamos pensando en cerrar, y su luz todavía sigue brillando.
Para seguir el recital en el Centro Cultural Kirchner: www.youtube.com/user/CCKirchner. Podcast homenaje: www.mixcloud.com/musicacretina/