“¿Será que sólo somos chimpancés? / Nos vamos por las ramas otra vez. / Nos vienen esas ganas de cantar / en inglés” son algunos de los versos que salen de la boca de Jorge Nasser en “Lenguas”, la nueva canción de Níquel, publicada a principios de setiembre, luego de dos décadas de inactividad. La banda de rock que supo disfrutar de la masividad en la década del 90 hizo su regreso triunfal en noviembre de 2020 con una presentación en el Auditorio del Sodre que vio la luz en plataformas en marzo, tanto en audio como en video.
Nasser y sus compinches le agarraron el gustito a la vuelta y se embarcaron en la grabación de un álbum de estudio, del que “Lenguas” es el primer adelanto, una de las canciones que suenan “más modernas” del nuevo material, acota el cantante, que no vacila en decir que tiene aires “brit”. Hoy a las 21.00 Níquel tocará la nueva canción y las de siempre en un recinto que conoce muy bien porque supo llenarlo más de una vez en sus estallidos de masividad noventeros. Impregnado por lo “brit” de “Lenguas”, Nasser se pide un té en una cafetería cordonera y se dispone a conversar con la diaria.
¿Volvieron para quedarse?
Estamos: es en tiempo presente. A esta altura del partido, no sería bueno ni muy sabio... Sigo cumpliendo años, pero no sé si me están dando toda la sabiduría que se supone que dan; aparte, me parece que un artista tiene que ir por otro lado, no por tratar de ser sabio. Yo tengo que tratar de hacer buenas canciones, lo demás me importa muy poco. Entonces, no hago futurología. Estamos anunciando un álbum para marzo de 2022, ya con eso... Sacamos el primer corte y lo que está pasando adentro es un work in progress.
¿La idea del disco nuevo estaba desde antes de volver, o cuando empezaron a tocar se dieron cuenta de que podía ser?
Todos nos dimos cuenta de que era una aventura que aparte de divertida tenía sentido artístico. Es algo que uno tiene que valorar mucho en estos tiempos. Tiene bastante sentido que volvamos tipos como nosotros, después de todo lo que nos pasó en la vida.
¿Por qué lo decís?
Porque volvimos a conjugar habiendo tenido todos experiencias completamente diferentes. Además, también entendemos un poco más lo que es Níquel, como un The Allman Brothers Band, una comunidad de gente que entró y salió, con puertas vaivén; una cantidad de cosas que ayudan a definir la identidad del proyecto, que se sigue entendiendo a sí mismo, y porque quizás también la forma en que la banda dejó de tocar en 2001 fue confusa.
Dejaron de tocar sin un comunicado que anunciara “nos separamos” ni nada parecido.
Claro, está la banda pero también la gente, más cuando la banda conecta con una cantidad más o menos importante de público; cualquier cantidad es importante, pero cuando es mucha cantidad es más importante. Fue como que nos desvanecimos en el aire, porque realmente no sabíamos qué hacer ni qué decir, porque estábamos cansados. Yo estaba cansado de llevar el proyecto adelante. Capaz que eso mismo también nos dio la oportunidad de retomar sin mucho complejo. Hicimos un show en Magnolio [en diciembre de 2019], que fue bien importante para entender si tenía sentido lo que estábamos haciendo, porque no era una movida comercial sino artística. Si no sonábamos, quedaba por esa, como quedan tantas cosas, pero agarró viento en la camiseta.
¿No te daba miedo –no sé si esa es la palabra– que la vuelta pudiera ser diferente al no poder contar con el guitarrista Pablo Faragó, miembro fundador del grupo?
Sí, claro, como a todos. Pero no sólo eso: no sabía si yo iba a poder tocar lo que tocaba, porque me había olvidado completamente de cómo tocar la guitarra eléctrica. Tenía muchas dudas no sólo sobre lo de Pablo sino sobre lo mío, lo de [Roberto] Rodino y lo de Pato [Dana]; lo de Wilson [Negreyra] no tanto porque ya había tocado con él en el concierto de Llegar, armar, tocar [su último disco solista, de 2018] y vi que estaba bastante en forma. Había más dudas que certezas, y era lógico, por eso hicimos ese primer show, pero el amor de la gente fue increíble. Y había gente joven, dos generaciones distintas de rockeros.
¿Cómo es eso de que te olvidaste de tocar la guitarra eléctrica? ¿En tu casa no la tocás por placer?
No, en absoluto. Hasta no tener que hacerlo porque estoy en una banda de rock, para nada. Porque para mí no es un hobby: es a muerte. Es como decirle a un futbolista si en la casa juega a la pelota, si el domingo va a jugar... O si el tipo está retirado, no juega. Hubo instancias, hice unos ciclos de blues, pero ahí toqué poco la viola. De hecho, no estoy tocando en el nivel de antes. También influyen un poco todas mis operaciones, eso me ha afectado.
Tenés una obsesión con las bandas de rock anglosajonas y a cada rato hacés alguna referencia a ellas, incluso en tu lenguaje se cuelan expresiones en inglés. En la canción nueva de Níquel, “Lenguas”, hay algo de eso. ¿Es una autoparodia?
No, es una canción en serio. Está súper cuidada, dentro de lo posible. Lo que tiene es un chiste: cantar en inglés no siendo nativo siempre te lleva a un lugar paródico, porque hablás un inglés de mierda, de neandertal. Eso antes era un argot prácticamente sólo de la comunidad rockera, porque veías las notas en las revistas y había cosas que sólo tenían nombres en inglés, pero hoy una letra de trap tiene la mitad de las palabras en inglés y nombra marcas. Es como que eso se hizo de toda la comunidad musical; entonces, me siento más libre de hablar como hablo en mi casa.
¿Nunca sentiste alguna crítica o presión de la intelligentsia en cuanto a eso? Porque antes, sobre todo dentro de la música popular uruguaya, había algunos que todo eso del inglés lo veían como algo imperialista.
Son viejos prejuicios. Ahora los que los levantaban deben de haber desistido. Desistieron, porque no veo nada de eso. Hoy la intelligentsia está pendiente de los likes y las reproducciones, mide todo por eso, lo cual habla muy mal del nivel de la intelligentsia actual, pero es la realidad. Ahora están adentro del sistema, fue otro de los castillos de naipes que se cayeron.
Pero imagino que, por ejemplo, estás al tanto de las repercusiones que tiene la canción nueva de Níquel en las redes y te interesa que llegue a la mayor cantidad de gente posible.
Por supuesto, hay que jugar un juego y se juega, sin excusas. A pesar de tener bastante popularidad para lo que es una banda, siempre tuvimos claro que se gana, se empata y se pierde, y que lo bueno es estar jugando y haciendo cosas que tengan onda, desde el rock, que a mí me importaba mucho. Sentía que el rock tenía que demostrar, entre otras cosas, a la intelligentsia –aunque parezca mentira, si serán viejos esos prejuicios– que el rock era algo tolerable, pasable y que ser rockero y hacer una canción podía tener en algún punto la misma importancia que un texto de [Eduardo] Galeano, salvando las distancias.
El último disco de estudio de Níquel, Prueba viviente, salió en el año 2000. A la hora de componer y grabar el nuevo álbum, ¿hay una autopresión, luego de tanto tiempo, impuesta por todo el material anterior? Porque, más allá de lo que cantaba Gardel, 20 años es mucho y más en el siglo XXI.
De los de Gardel estos fueron como 35 o el doble, porque el mundo –o Uruguay– hasta 2010 fue de una forma y después hubo un cambio dramático con las redes, que ya estaban. Yo me había hecho una cuenta de Facebook y no sabía. Contraté a un tipo para que me hiciera una y me dijo que mi nombre ya no se podía poner porque lo tenía alguien; después averiguaron y era yo, pero no sabía ni la contraseña... Hay que ser como [Luis] Suárez: aprovechar el empujón del zaguero rival para potenciarte. Hablando del nuevo álbum y de la música que puede contener: hay una cantidad de valores musicales que tenía Níquel; los ritmos sincopados y mucho blues suburbano, Manal, Vox Dei, Días de Blues y todo eso son cosas que van a una cocina. No vamos a salir haciendo otra cosa. También algo latino, tipo Los Lobos.
En el documental sobre tu vida y obra, El camino de siempre, de la Aduana a Nashville (2016), se coloca a Níquel como la banda número uno en el contexto del rock uruguayo de los 90, pero en esa época también sonaron bastante El Cuarteto de Nos y Buitres. ¿Qué recordás de las demás bandas?
Son cosas distintas. De El Cuarteto recuerdo que tuvieron un tema, “Bo cartero”, que fue espectacularmente popular, pero nada más. Nunca compartí un escenario en el interior, no supe que llevaran miles de personas a ningún lugar en el interior ni en la capital. Yo no supe, capaz que lo hicieron... Con Buitres empezamos prácticamente a hacer giras juntos en el interior. Lo que pasaba era que nosotros abríamos y ellos cerraban, pero después ellos nos dijeron que era mejor al revés, porque quizás conectábamos más con la gente. Buitres tenía un público más fiel, pero no pasaba mucho de los límites del público de rock, y lo nuestro era un fenómeno que conectaba con otras aldeas e islas. Había gente a la que le gustaban otros estilos de música y también Níquel, a pesar de que fuera rock. Creo que sí éramos los únicos que teníamos ese estatus. A fines de los 90 alguien mandó a hacer una encuesta y los dos grupos más populares de Uruguay eran Los Fatales y Níquel.
Y justo por esa época se separaron.
Eso te da la pauta de cómo es la situación de todos, no sólo de Níquel. Cuanto más éxitos artísticos o comerciales tienen los grupos... Siempre hay algo interesante atrás de eso, no ocurre de casualidad. Ahora sí, la industria está tan perra que hacen concursos y no quieren lidiar con ningún tipo de situación de rebeldía del artista: directamente, ellos inventan al artista, le dan el repertorio, se aseguran de que sea lo suficientemente manso, lo hacen firmar y arranca todo.
Pero el rock ya no es tan masivo como antes.
Sigue siendo, pero no es la bandera disruptiva de los jóvenes sino de algunos. A mí me duele un poco que haya perdido base social en las clases populares. El otro día, que cumplía años John Lennon, pensaba en su canción “Working Class Hero”, que para mí siempre fue norte, porque yo también vengo de una familia de clase obrera. Me pregunto ahora a cuántos jóvenes de esa clase a la que yo pertenecía les gusta el rock; me parece que a pocos, a muchos menos que antes.
El show de regreso en el Auditorio del Sodre arrancó con “Lluvia de amor”, que tiene algo de sexo. Me da la sensación de que el rock uruguayo en general no se mete mucho con la sexualidad en forma explícita, como sí lo hace el rock anglosajón.
Sí, pasa un poco así. Hay gente que ha incursionado un poco más en lo romántico, en las relaciones personales, pero nunca desde el punto de vista sexual. Creo que nuestra sociedad es muy pacata y, me comprende en las generales de la ley, a veces hago algún intento, tiro algún flechazo, tratando de romper esa malla. A veces el artista consigue algún logro, ve su pintura y piensa que con eso puede conquistar el mundo o cambiar la sociedad, pero a la larga el artista no cambia eso, puede pasar algo en un momento pero otra vez el sistema vuelve a tragarse esa rebeldía o el hueco que se creó. En ese sentido, uno tira permanentes botellas al mar, por eso “Message in a Bottle” es una fantástica canción.
En el Auditorio tocaron más canciones del álbum doble Gargoland (1990 y 1991) que de cualquier otro disco de la banda. ¿No les queda otra? ¿Cuesta tocar de otros álbumes?
Es la quintaesencia de la banda y había que arrancar por eso; además, está cumpliendo 30 años. Pero creo que es un debe de la banda. Hoy estaba pensando en eso: quizás en los próximos repertorios vamos a empezar a incluir cosas que pasaron desapercibidas. La atención del público está puesta en Gargoland y tiene razón. Hay una conjunción ahí: nosotros éramos gárgolas y estábamos pintando un mundo de marginalidad, que era en la que vivíamos. Era un disco que describía un poco a una parte de una generación.
¿Cuánto de verdadero y autobiográfico hay en la canción “Madre”, que está en ese disco?
Todo. Yo lamento, como dice la canción... Fue motivada por una situación con mi vieja. Ahora que está muy vieja me duele, no la hago, aunque no sé si tomármelo tan personal. La canción dice cosas fuertes, y me gusta, pero en este momento no tengo ganas de cantarla.
En el disco Níquel sinfónico (1995) esa canción tiene un papel preponderante, dura 11 minutos y aprovechás para presentar a la banda.
Sí, porque hay que tener la capacidad de abrirse y reaccionar. Si tenés un problema con tu viejo, lo tenés que decir. Aquella cosa de cerrarse me parece que un artista es el que menos lo tiene que hacer. Por eso nunca entendí bien ciertas cosas: de repente, gente que ha tenido padres jodidos igual se cerraba a defenderlos porque eran los padres. Yo tuve mil problemas con mis viejos. De hecho, a mi padre le hice una canción que se llama “Irte así”, de la etapa solista, donde digo que mi viejo nunca me entendió, y es la verdad; yo tampoco lo terminé de entender a él. So what?
Hablaste de la música del nuevo álbum, que seguiría la línea de los discos anteriores de Níquel, pero en el terreno de las letras imagino que una como la de “Rock’ n’ roll” hoy ya no la suscribirías tanto [“tenés que conocer las drogas y el alcohol para poder saber lo que es el rock’ n’ roll”].
Estuvo en el repertorio, porque me encanta esa canción. Me parece un auténtico homenaje a las formas stoneanas, no es una copia sino que toma los mismos elementos y los reparte de forma más o menos creativa. Pero la letra... es un poco básica. La vida me demostró a mí y a todos que se puede tocar rock sin hacer eso e igual puede ser aceptado por la gente. Nosotros pensábamos que no, Juanse y Pappo pensaban que no. Por un lado, es un tema muy profundo y, por otro, no le importa a nadie. Entonces, decidimos no tocarlo.
¿Pero no lo están tocando por la letra?
Es un tema muy difícil de tocar y tampoco ensayamos tanto. Tratamos de interpretar los temas que podemos tocar, los más fáciles; ese es uno de los difíciles. Pero la letra plantea ese dilema. Igual, sigo pensando que si te tomás algo y te vas un poco del mundo es más rock and roll y te animás a hacer más cosas que estando careta.
Níquel en el Teatro de Verano. Hoy a las 21.00 (entradas por Abitab a $ 950).