En los últimos tiempos, las historias que comenzaban con naves que dejaban la Tierra siempre versaban sobre cuánto uno de sus tripulantes extrañaba a la familia. Está muy bien, y si algo hemos aprendido en estos últimos meses es a extrañar. Pero lo que también se extrañaba eran las historias de ciencia ficción que rozaban el cine de aventuras, donde sobran las explosiones, donde no podés pestañear durante una persecución espacial porque te perdés la ubicación de las naves. Donde hay villanos malísimos y bombas que siempre están a punto de explotar.

Para llenar ese vacío llegó a Netflix la película coreana Barrenderos espaciales, que por momentos recuerda el desparpajo futurista de El quinto elemento (Luc Besson, 1997) o parece un spin-off de Cowboy Bebop (Yoko Kanno, 1998).

La tripulación del Victory se gana la vida juntando chatarra espacial mientras los pobres permanecen en una Tierra devastada y los ricos viven en lujosas ciudades que la orbitan. Cuando se cruce en su camino una pequeña niña con un carácter explosivo, quedarán en la mira de un grupo terrorista y de la organización que controla las citadas ciudades de lujo.

Entre lo rescatable están los efectos especiales, visibles durante las más de dos horas de film, el humor presente en todas las escenas, y la crítica social de este mundo dividido en dos clases, donde los “no ciudadanos” deben romperse el lomo solamente para pagar el impuesto por ser de esa condición.

Hay un par de detalles para tener en cuenta y no frustrarse: en el comienzo se vuelca sobre el espectador una cantidad de información que podría apabullar a más de uno. Son muchos los detalles, aunque no quedarán cabos sueltos. Y los diálogos, especialmente los que son en inglés (quizás porque son los que uno entiende), parecen sacados de una enciclopedia de clichés.

Si sabemos a qué atenernos y estamos con el ánimo para 136 minutos de historia, Barrenderos espaciales parece ser una opción recomendable.