“¿Sabés quiénes estuvieron en el hotel Rafael en aquellos años?”. La señora lo pregunta en voz alta, justo en la esquina de Río Negro y San José. El lunes de Carnaval el centro está vacío de caminantes y de habitués con orejas para escuchar algo de lo que dijo. Tampoco hay autos que envuelvan sus palabras en zumbidos más urgentes, o algún pariente cercano con ganas de llevarle la contra.

Su andar es elegante, luce un sombrero cloche y una bolsa de mandados. Flavio la conoce y también todas sus historias, que en su mayoría ya contó alguna vez en el hall de la nueva Cinemateca mientras daba vueltas en círculo para seguir inspirada.

Antes, más cerca de la Ciudad Vieja, un hombre en bermudas recuerda orgulloso que hasta hace poco ganaba 60.000 pesos, y ahora se lamenta por un perfume caro que acaba de vender para hacerse con medio litro de vino tinto.

Los cruces mientras charlamos y caminamos no me parecen del todo casuales. Flavio Lira es otro de tantos personajes de aura céntrica, que hasta no hace mucho paraba para salir a fumar en la sala de cine de 18 de Julio, la de los directores famosos y gigantes pintados en su pared, junto a un supermercado de productos económicos.

Flavio dice que Montevideo se está muriendo, y reconoce la influencia de la ciudad en su música. “Más allá de que odio la idiosincrasia uruguaya, un poco cagona y pusilánime, reconozco esa amargura en mi música. ¡Abrazá el abismo! Puteate con todo el mundo. Eso es preferible. Montevideo maneja la angustia de un pueblo chico con la neurosis de una gran capital. Es genuinamente una ciudad imposible”.

Hoy, extrañamente, no vino con un buzo rasposo, teñido con agua jane, o de lana con hilos sueltos y algún detalle querible, como el que parece protagonizar “La capucha”, una de las pocas canciones luminosas de su primer trabajo como solista, bajo el seudónimo Amigovio, inspirada en el poema “El coche”, de Raymond Chandler, el posteo de un blog con la reseña de la película God’s Own Country y la historia de una canción perdida de su exbanda, Carmen Sandiego, sobre un canguro, una mochila y un museo con prendas de sus exparejas.

Amigovio llevó más de un año de reuniones, grabaciones y experimentos de Flavio Lira con los productores e intérpretes Fabrizio Rossi Giordano y Francisco Trujillo, quienes también se encargaron de la mezcla y la producción del álbum. El disco está disponible en https://amigovio.bandcamp.com/ y también puede verse en una producción audiovisual donde diferentes directores se encargan de los videos de cada una de las diez canciones atrapadas por su autor en la etiqueta “pop vieja escuela”.

“Tiene una crueldad tierna, cierta luz al final del túnel, pero hay que esforzarse para verla. Hay un equilibrio entre amor y decadencia, mucho pop de los 80 y electropop español”, dice Fabrizio sobre la música de Flavio vestido de Amigovio.

Francisco se pone en el lugar de cualquier melómano y define al disco como “una mezcla de canciones que un enamorado le grabó a otro en un casete perdido que alguien más encontró”. Enseguida, volviendo a su rol de productor, agrega: “Para mí el valor fundamental de esto son las melodías pop de Flavio y sus letras amargas. Hay ideas estéticas filtradas por la sensibilidad de los tres, que son bastante distintas, pero extrañamente –o no– todo terminó funcionando bien. Hay una mezcla entre lo solemne y lo melancólico junto con algo más experimental, y hasta pequeños momentos psicodélicos, o de ruptura, con algo muy pop, kitsch, por momentos hasta bordeando el mal gusto”.

Luego de encontrar un bar abierto, y todavía asombrado por la prolija vestimenta de Flavio, aunque acostumbrado a su humor impredecible, le pregunto si siempre fue así: “Ya de chico era bastante tímido, malhumorado, imaginativo, bastante solitario. No tenía los mismos intereses que los niños a mi alrededor y estaba orgulloso de eso. Creo que tiene que ver con que me crie con gente muy mayor. Mis tres hermanas y mi hermano son más grandes que yo, y mi madre me tuvo a los 42. Mi percepción es que había cierto cansancio generalizado y poca paciencia para un niño, y medio como que tenía que ponerme a la altura de ellos. Al mismo tiempo, en mi casa había muchos libros y música, y yo leí y escuché un montón de cosas siempre. Recuerdo muchos casetes copiados, de Fito Páez, Charly García, Suzanne Vega, R.E.M., que era lo que estaba de moda a comienzos de los 90”.

Canciones en una libreta

“Para hacer este disco pensé en varias cosas, porque se tardó mucho en componer y en grabar. En un principio no había tal cosa como un plan, pero sí sabía que tenía un montón de notas guardadas y que todas llegaban más o menos al mismo lugar. Medio que todo el tiempo estoy anotando diferentes ideas para una letra, un disco o lo que sea, y me di cuenta de que todo tenía que ver con las estaciones y con una forma del romance fallido. De hecho, esta idea un poco surgió a partir de la película El año que vivimos en peligro. Hay una escena en que el narrador está describiendo al personaje de Sigourney Weaver [Jillian Edith Bryant] y dice: ‘Este es un espíritu como una llama flameante, que sólo necesita cuidado para arder. Si esto no sucede, podría caer en la promiscuidad y la amargura de la romántica fracasada’. Me anoté esa frase, y fue como ‘voy a pensar un disco medio en este plan’. Pensé en usar ese audio de la película, pero lo quería en español y no lo encontré”.

“Buscaba algo relacionado con situaciones amorosas pero teñidas de fracaso”, dice Lira. “Otra premisa que usé para hacer el disco fue: ‘Todo siempre es horrible’. Hay discos que te plantean un viaje de la oscuridad a la luz, o tenés otros como el Pornography, de The Cure, que es tipo caída total. No me interesaba ninguna de estas dos opciones. Quería hacer un disco que empezara en una situación turbia, difícil, y terminara casi en lo mismo, como un círculo vicioso, sin resolución, que fuese todo más duro y frustrante, que es un poco lo que pasa en la vida real”.

Otro lugar

“2019 fue un año espantoso para mí. Me echaron de Cinemateca, aunque al final fue como una bendición. No sé hasta qué punto no hice todo para irme. No estaba contento con la nueva Cinemateca ni con mi rol ahí adentro. Tenía experiencia, conocimiento para hacer cualquier cosa en la sala. Hasta vender entradas me parecía divertido, pero ¿recortar entradas? Creo que no tengo la simpatía y falsedad a flor de piel para esa tarea. Eso fue horrible, porque mi relación con Cinemateca no era sólo laboral, sino también afectiva. Iba desde que era muy chico, pasé mi adolescencia en las viejas salas, y fue como terminar la relación en los peores términos posibles. Pero eso justo coincidió con que, de forma aleatoria, recibí un correo con la oportunidad de acceder a una beca para estudiar inglés, y me dije: ‘Podría terminar inglés de una puta vez. Me gusta y creo que podría ser bueno dando clases’. En esos meses y por diferentes razones, perdí a mi mejor amigo y se terminó Carmen Sandiego”, dice Flavio sobre su banda original. “Fue un año duro, y ya estaba con el proyecto Amigovio. También era un poco ‘voy a seguir haciendo canciones, que es lo que me gusta’. No iba a seguir esperando. ¿Si todo eso me sirvió para crecer y estar mejor? Sí”.

Consumos

“Mis gustos son muy baratos. Cada tanto me compro libros, y cada tanto, una pizza. Me los podía costear incluso antes de mi mejora laboral”, dice Flavio, que en 2020 comenzó a trabajar como docente de inglés.

“La mejora que obtuve fue la de poder vivir solo en un barrio que me gusta, Capurro. Además, soy muy de agarrar lo que hay en el fondo del tarro. No voy a comprar discos a un lugar caro: voy a la feria. No me fijo en libros en una librería cheta: voy a librerías de saldos. Fui adolescente en la crisis. Me parece un bajón, pero estoy muy acostumbrado a esto”.

Últimos descubrimientos musicales

“Va a sonar raro, pero estoy escuchando un montón a Darnauchans. Las quemas es un disco que me gusta mucho y que no está tan bien ponderado como otros de él. Antes, desde chico, lo había escuchado de forma intermitente, y eventualmente me fui colgando. Empecé por el disco de covers de Sylvia Meyer, Darnauchans, hace ya unos cuantos años. Después de eso dije: ‘ta, vamos a escuchar los originales a ver qué onda’. Me copé mucho con Zurcidor, Canciones sefardíes, Canción de muchacho, hasta que en un momento terminé escuchando toda la discografía”.

“También el último disco de Portillo, Música para viajes interdepartamentales Vol. 4, que está buenísimo; el de Patricia Turnes, Todo lo que no se cuenta en las canciones de amor, obvio; y el de Salvamento, Gema, también”.

“El año pasado me pareció muy lindo el disco que sacaron Shabason, Krgovich & Harris, Philadelphia, y el de una chica española que se llama Casero, Todo mal. Y lo último fue volver a escuchar mucho Las quemas, antes de irme a dormir”.

Un disco solista de tres

“El disco, en un punto, es tan mío como de Fabrizio y Fran, que fueron esenciales para este trabajo. Yo soy bueno componiendo, soy un productor con ideas y un intérprete adecuado para lo que me gusta hacer. Pero a la hora de mezclar y grabar, técnicamente, soy nulo. Por eso necesito a alguien que me grabe y que controle ciertas cosas. Por ejemplo, soy muy de poner la voz baja, y me gusta que quede como opaca, indistinguible, muy herencia de My Bloody Valentine. No sé de dónde viene eso, capaz que es miedo puro y duro a que se me entienda. Puede ser. Entonces está bueno trabajar con personas que te digan: ‘No, poné la voz más alta’”.

Megalomanía absurda y un directo

“Lo que nos pasó al trabajar juntos –y me lo van a discutir– es que ellos pensaban que este iba a ser un disco más lo-fi, simple, de casiotone y voz, y yo desde el principio supe que no iba a ser así. Los tres tenemos una tendencia a la megalomanía absurda. O sea, agregar capas y capas, esto y lo otro. Y dicho y hecho. Tiene en su base un disco primitivo y se nota en algunas canciones, pero es un disco lleno de capas”.

“Ellos tocaron muchos instrumentos e hicieron arreglos. Para mí fue lo más parecido que tuve a la experiencia de ser un director de cine. No necesariamente hacía todas las cosas, pero sí indicaba una dirección y tenía una idea bastante clara sobre cómo tenía que sonar el disco. Ojo, siempre estuve abierto a cualquier idea o colaboración, pero fui con el guion pronto”.

Amigovio, el disco, se puede escuchar en https://amigovio.bandcamp.com/. Para conseguirlo en formato físico, y junto a un fanzine, se puede escribir al correo [email protected] o a las páginas de instagram @soyamigovio y @postpostrcrds.