“Ya me callo, mamá”, dice alguna que otra vez la protagonista, una niña de seis años muy inquieta y lúcida que observa y cuestiona absolutamente todo lo que ocurre a su alrededor. En Marinola 68. Batman, Pacheco y Brigitte Bardot, María Noel Toledo lleva a las páginas, ficcionadas, sus propias experiencias e impresiones de ese año convulsionado y emblemático, del que tanto se ha escrito y que se erige en la historia del siglo XX como un hito: 1968. La autora, nacida en 1961, mira desde sus propios ojos de niña el Uruguay de la época.

Narrado en una primera persona que se intensifica mediante el juego con lo autobiográfico, se sostiene en una mirada aguda desde los ojos de niña y en una investigación sostenida en la memoria personal. El personaje se construye así como testigo de una época y como protagonista desde un lugar de curiosidad y cuestionamiento. Los hechos y el ambiente de la época se le ofrecen a la niña protagonista como un torbellino de información difícil de desentrañar.

Uno de los aciertos del libro es, precisamente, el juego, desde el humor y la complicidad, con la confusión que genera toda esa información, que Marinola intenta interpretar, no siempre con acierto. La candidez de la mirada infantil y la autenticidad del personaje se sustentan, seguramente, en una búsqueda íntima de la autora, que no oculta que se divierte en ese viaje en el tiempo.

Hay en Marinola 68 una manera genuina y personal de ver una época y un año en particular muy singular, con su confusión, su profusión de personajes y de hechos, la agitación que implicaba, el miedo, la incertidumbre. Pero hay también, más allá de lo macro representado por los personajes omnipresentes en las conversaciones de los mayores, como los que se mencionan en el título, entre muchísimos otros, una mirada a un tiempo fresca y aguda a la vida cotidiana, a los valores que la sustentaban, a los estereotipos y los roles de género que se tomaban como naturales y al lugar que se le asignaba a la infancia y a su vínculo con los adultos. Es decir, un lugar de subordinación, que debe respetar que los dueños de la palabra son los mayores y asumir que la voluntad de estos de incluirlos en la conversación o responder a sus preguntas es variable y, en más de una ocasión, escasa.

Esa mirada al lugar de la infancia en los 60 conduce, por supuesto, a interpelarnos acerca de cuál es el lugar que le damos a la infancia ahora, qué tanto ha cambiado y qué tanto permanece de esa visión que mira a los niños desde arriba, negándoles su propia voz.

Tanto en la voz de Marinola, en sus comentarios acerca de todo lo que se le aparece ante sus ojos curiosos, como en la manera en que describe –y entrevera e interpreta a su manera y con las posibilidades que le da o le niega el acceso más o menos limitado a información– lo que ocurre y la miríada de personajes que conforman su entorno insisten la crítica, el cuestionamiento y el reclamo del reconocimiento de su identidad, de sus gustos, de sus peculiaridades, de su punto de vista.

Pacheco y minifaldas

Por supuesto, en ese viaje al universo de su niñez en un año tan particular, Toledo aborda los tópicos más reconocibles de la época: las tensiones sociales y políticas, el recrudecimiento de la violencia y de la presencia policial, la crisis económica y la “carestía”, las medidas prontas de seguridad de Pacheco, el asesinato de Líber Arce. Pero también se dan cita cuestiones cotidianas como la minifalda, los teleteatros, la música, los vínculos entre vecinos, la manera de mirar a los jóvenes y a los viejos. No hay en Marinola 68, o no abunda, por lo menos, una mirada nostálgica, pero tampoco irónica; lo que predomina es una mirada entre cómplice y crítica con la que recorre a buen ritmo todo ese año en 31 capítulos breves que a la vez que dan un pantallazo y por momentos van al detalle, saben dejar situaciones abiertas, incógnitas, como la vida misma, al tiempo que Marinola se olvida de ellas porque su atención ya viajó hacia otros asuntos.

Con una pata en lo documental, incluye un glosario en el que explica términos y hechos de la época relatada. También son interesantes las fotografías –intervenidas por la autora– tanto históricas como de su álbum familiar, que aportan intimidad y una aproximación en riguroso blanco y negro a la estética del 68. No obstante, Marinola 68 es una novela que se lee como tal, en clave de ficción, más allá del anclaje histórico y de las conversaciones intergeneracionales que pueda propiciar. Una invitación más que seductora a leer, comparar, hacerse preguntas y, como Marinola, a no parar de preguntar.

Marinola 68. Batman, Pacheco y Brigitte Bardot, de María Noel Toledo. Planeta, 2020. 198 páginas. $ 650.


A imprimir

Los sábados 20 y 27 de marzo, en el marco del Mes de la Mujer, en el Centro Cultural de España (Rincón 629) se impartirá un taller de impresión fotográfica sobre pigmentos naturales, que estará a cargo de Manuela Aldabe y Pablo Sosa. La cita es de 15.00 a 17.00 y las inscripciones deben hacerse escribiendo a [email protected] (los cupos, considerando además los protocolos por la covid-19, son limitados). Se experimentará con la impresión con base en jugos naturales como el de remolacha, arándanos y de algunas flores, y se rendirá homenaje a “mujeres uruguayas muy queridas, algunas menos conocidas, pero todas protagonistas”, como Paulina Luisa, Ida Holz, Petrona Viera, María Eugenia Vaz Ferreira, Luisa Cuesta y Lágrima Ríos, entre muchas otras, más allá de que está abierta la posibilidad de que los participantes propongan a su propia homenajeada.

El taller se desarrollará en dos sesiones, los dos sábados: en el primer encuentro se harán las emulsiones naturales y se explicará la técnica de la antotipia, creada por John Herschel a mediados del siglo XIX. Se prepararán los jugos, se pintarán los papeles y se expondrán las fotografías a la luz para que se forme la imagen, proceso que tomará unos días. El segundo sábado, entonces, se verán los resultados de las impresiones y se intervendrán los retratos, al tiempo que se vaya conociendo y descubriendo a las protagonistas.