Un rato antes del mediodía, en el corazón de Elefante Blanco, la casa/estudio y búnker de No Te Va Gustar, la calma del comienzo de jornada podría durar todo el día. Entra el sol despacio en un patio cerrado, los metales asentados en antigua pintura verde, las paredes de mezcla gruesa y una foto de Alfredo Zitarrosa huelen a grasa de muchos asados y a ceniza. Me acuerdo de mi abuelo jubilado y sus maquetas de casas hechas con pequeñas maderas y un remanso casi idéntico que se había hecho para él y mi abuela.

Llega Martín Gil, trompetista y referente de la banda, y nos saluda con extrema educación y amabilidad. Luego aparece Nicole, integrante del equipo de producción, y con su invitación recorremos todo el hogar. Emiliano será el último. Llega preocupado por una camisa que usará más tarde y que trajo en su mano, en percha y perfectamente planchada.

Martín conoció a su pareja después de un concierto de No Te Va Gustar en el callejón de la Universidad, hace alrededor de 20 años, en el momento más festivo de una marcha estudiantil con huelga y ocupaciones de centros. Estudió la Licenciatura en Física en Facultad de Ciencias y si bien luego abandonó la carrera por la banda, continuó investigando sobre la naturaleza del sonido y sus posibilidades. “Es algo que me gusta y que sigo estudiando”, dice.

Abrimos la puerta del estudio e ingresamos a un universo completamente diferente. Además de todos los equipos de grabación y amplificación, un piano y muchos instrumentos, resulta fascinante observar las peculiaridades del entorno. De una de las paredes aparecen y desaparecen prismas de madera que intercalan sus profundidades, como un extraño juego de ajedrez.

“Esos son difusores de madera. Tienen una doble función: absorben el sonido, pero lo principal es que el sonido, dentro de determinada banda de frecuencia, que está dada por cada una de las geometrías, se difunda más ampliamente y de otra forma”, nos explica.

“Llegan ahí, y en vez de encontrarse contra una pared plana en la que rebotan y vuelven en la misma dirección, generan algo diferente. Dan una sensación de que agrandan el espacio. Cada uno de esos difusores ayuda a ampliar la percepción de que el espacio es más grande e es irregular. Le da más riqueza a la sonoridad, porque a su vez atenúa otras frecuencias que normalmente están sobredimensionadas. Los difusores las recortan, y es una manera de controlar el audio. En espacios chicos conviene trabajar más en la difusión que en la absorción del sonido, porque estás muy cerca de las paredes siempre”.

“Hay que ir a Asia y tocar en Japón”, dirá Emiliano más tarde cuando hablemos de todos sus viajes y los que les resta por hacer. Le recuerda a Martín que es un objetivo, no sólo un sueño. Afuera, en el patio, en el medio de un retrato de toda la banda, Brancciari indica un punto en el mapa y todas las miradas siguen su índice con convicción e interés.

“No sabés con la facilidad que nos ponemos de acuerdo. Desde hace bastante, y ahora más todavía”, se adelanta cuando intento llevar la conversación a posibles y naturales momentos de tensión en un grupo tan numeroso. “Tenemos un funcionamiento recontra fluido, sin misterios y sin ego. Sabés que el otro te lo está diciendo de corazón, que no hay nada detrás de eso. Y todos estamos en pos del bien común y de la canción. Hay una frase que siempre usamos, que es ‘sigo bocha’, cuando alguien sabe más que vos de algo y agarrás el remo y vas para ahí. O de repente viene alguien y dice “por favor, síganme en esta” y los demás abrimos los ganchos porque por algo es. Desde hace años tenemos esa forma de relacionarnos y de avanzar, y se va a notar mucho más en este nuevo disco.

Finalmente nos instalamos en un cómodo sillón del estudio para esta charla con Emiliano Brancciari y Martín Gil, de No Te Va Gustar.

Hace más de diez años que mantienen un trabajo y un compromiso sostenido en la lucha contra la violencia hacia la mujer y vinculado las políticas de género impulsadas por diferentes instituciones y desde la sociedad civil. ¿Cómo comienza?

Emiliano: Empezamos en 2005. Nuestro primer contacto fue con Amnistía Internacional, y fue ahí que nos empezamos a vincular con el tema. En un show en el Velódromo y en otro en el Teatro de Verano, subimos al escenario con carteles denunciando casos de mujeres que habían sido asesinadas, y luego comenzamos a relacionarnos con otras organizaciones más locales.

Martín, vos escribiste “Nunca más a mi lado”, que marca un mojón importante en ese camino.

Martín: Sí, Emiliano hizo la música y yo la letra. Cuando salió esa canción en el disco Por lo menos hoy [2010], empezamos una campaña que lleva el nombre de la canción y que de alguna manera intenta ayudar a erradicar la violencia en el noviazgo. Decidimos enfocarnos en los adolescentes y los jóvenes. En principio nos vinculamos con la bancada bicameral femenina del Parlamento, y luego nos pareció que lo mejor era sumarnos al trabajo de la Red de Género, donde están treinta y pico de organizaciones que trabajan el tema día a día, en su mayoría mujeres con una enorme vocación y compromiso. Fue ahí que se instaló la campaña y que nos pusimos a hacer talleres para jóvenes y adolescentes en todo el país. Estuvimos en casi todos los departamentos.

¿Cómo nacen la preocupación y la necesidad de integrarla a la obra de la banda?

Emiliano: En realidad, siempre charlamos de todo. De lo que nos indigna, de lo que nos motiva. Y en esto encontramos algo que nos tocaba fuertemente y tomamos como decisión abocarnos a una sola campaña. Tenemos mil cosas para apoyar, pero viste que siempre terminás haciendo todo de a poquito, tratando de estar en muchos lados, y perdés fuerza. De esta forma se logró, por lo menos, avanzar en un montón de aspectos.

Y “Venganza”, su nuevo corte, es como una continuación.

Emiliano: Es como desde otro lado. La letra de Martín en “Nunca más a mi lado” tiene que ver con el amor de una mujer a sí misma, digamos, y con buscar la solución desde ahí. Esto es más fantasioso y directo. Partió de una idea mía de “bueno, ¿no existe la justicia? Hagamos que exista en la canción”. ¿Viste la escena de Bastardos sin gloria, de [Quentin] Tarantino, cuando matan a Hitler? Es algo que no pasó pero que cuando lo ves sentís un alivio, un desahogo.

Martín: Es el final menos probable.

Emiliano: Claro. Parte desde ese lugar. Pensando en esas mujeres que tienen que convivir tanto tiempo con abusadores, y de esa fantasía de justicia, de tener al tipo ahí cautivo. Quise cantarla desde el lugar de la mujer, y de hecho lo hago y la letra surge desde esa perspectiva, pero faltaban la visión y el toque femenino real. Ahí fue que buscamos por todos lados quién podría hacerlo, y apenas escuchamos a Nicki Nicole pensamos: “Es ella”. Escribió su parte, y además de que está buenísima su interpretación y lo que escribió, supo cómo abrir más el concepto de la letra, no sólo en dirección a ese abusador, sino también al acosador, al violento; podés interpretar la letra desde muchos más lugares.

Emiliano Brancciari. Foto: Federico Gutiérrez

Emiliano Brancciari. Foto: Federico Gutiérrez

¿Cómo viven la realidad de Uruguay, la de este año que pasó, la del que comienza?

Es una situación extraña para todo el mundo. Me parece que, como nunca, las opiniones se están polarizando. La gente se está poniendo un poco más violenta, nos estamos pareciendo a otros países. Ojalá que sea parte del mareo y del estado de incertidumbre que estamos viviendo, y que no sea algo que quede instalado. Nos estamos poniendo un poco blanco y negro, y está raro eso. No es parte de lo que nosotros creemos que es este país.

En Suenan las alarmas avisaban que algo de eso se venía.

Emiliano: Sí. Obviamente yo tengo mi propia opinión y mis ideas sobre lo que pasa, pero no estoy ni ahí con descalificar a otro porque piense otra cosa. Seguramente algo le hizo pensar en esa otra cosa. Estoy completamente en desacuerdo con descalificar a una persona porque esté de un lado o del otro. ¿O nosotros somos los buenos y ustedes los malos todo el tiempo? Me parece que no tiene nada que ver con la idiosincrasia y la manera de actuar de la sociedad uruguaya. Es algo nuevo.

Martín: Es una situación complejísima. Hay sectores de la sociedad que están pasando peor que otros. Este año va a ser muy difícil, con lo cual estoy de acuerdo con Emi en que hoy, más que nunca, es el mejor momento para estar juntos y para estar atentos a las cosas que generan diferencias y no aportan a la solución. Eso hay que evitarlo para no sumar más tensiones e incertidumbres a las que ya hay, que son muchas.

Volviendo al corte nuevo, “Venganza” va a estar incluido en su nuevo disco.

Martín: Sí, estamos terminando la mezcla y el 7 de mayo sale el disco completo.

En la gacetilla de prensa se lo define como “un disco de rock directo, contundente. Con el sello de la banda, y con búsquedas completamente nuevas”.

Emiliano: En cuanto a sonido, si bien tiene nuestro sello, lo que quisimos fue alejarnos del acústico [Otras canciones] y de Suenan las alarmas [su último disco de estudio]. En cuanto a las letras, en relación a nuestro último álbum de canciones originales se despega completamente. Aquel era más combativo, tenía más que ver con lo social y lo político, mientras que este tiene que ver más con sentimientos, es más introspectivo y habla de sacar la luminosidad de ahí. Por eso se llama Luz.

Algo que caracteriza a la mayoría de sus mejores canciones son comienzos muy reconocibles, con un riff, un ritmo de la base o vos cantando desde el primer segundo.

Emiliano: No hay fórmula, pero es verdad. No lo había pensado. Sabemos que la canción tiene que captar la atención de primera, pero no hay una única forma de hacerlo. A veces nos gusta que arranquen con todo, y a veces que se vaya desarrollando para explotar al final.

Otra cosa muy característica del sonido de la banda es la precisión tanto en la entrada de cada instrumento como en los coros y en tu voz. Jamás hay distorsiones cruzadas, por ejemplo. ¿Cuán importantes es para ustedes?

Emiliano: Buscamos la precisión en los discos, es cierto. Después en el vivo, por la adrenalina, a veces se diluye o un poco se confunde con otras cosas, con energía, con la conexión con el público. Ahí ya es un poco más libre, pero tratamos de que el disco sea preciso, que las cosas entren cuando tienen que entrar, que estemos bien de tempo, de afinación, que sea lo más perfecto posible para que después las imperfecciones se den en el vivo. Son dos mundos diferentes pero me gustan los dos.

En algún momento también tuvieron la inquietud de poder llevar al estudio lo que pasaba en el vivo.

Emiliano: Sí, pero siempre precisos. O sea, sí, crudeza para que sientas la adrenalina, pero con precisión.

¿Por qué la necesidad de esa precisión?

Es una elección estética. Podés salir a tocar de short o de pantalón. Es lo que vos decidas. Nada está bien o mal.

Martín Gil. Foto: Federico Gutiérrez

Martín Gil. Foto: Federico Gutiérrez

Una teoría que imaginé es que como las letras de las canciones de la banda son muy intensas y están muy conectadas con emociones fuertes necesitan una estructura muy segura que las sostenga.

Emiliano: Bueno, puede ser. Uno busca el mejor audio posible en un disco de estudio. Y cuando las cosas están precisas, es infinitamente mejor. Cuando el bombo pega con el bajo a la vez, es totalmente diferente que cuando flamean, porque no se potencian. Lo mismo ocurre con los silencios. En vivo tocás alguna notita de más por el ambiente y lo que se da en ese momento; está buenísimo y es recontra válido. Pero en el estudio a veces el silencio de cada uno hace que otra cosa tenga mucha más importancia y suene mucho mejor que si vos le estás tocando otra cosa al lado. Entonces, la cuestión pasa por quién se calla ahora, quién toca, quiénes tocan juntos, con qué instrumentos podemos tocar una misma melodía. Tal vez, por ejemplo, con dos instrumentos es mejor que con más para que el audio levante. Son cosas que también se pueden hacer de otra manera, pero vas a perder calidad de audio.

No es fácil ligar el sonido de ustedes al de otros o al de determinado movimiento, pero diría que desde 2010, por lo menos, hay una cosa de base que tiene que ver con una etapa de The Rolling Stones. ¿Es una referencia importante en la banda?

Emiliano: Toda la parte entre Sticky Fingers y Some Girls, por ahí, seguro. Son discos de cabecera de los que vas sacando un montón de cosas. Lo que sí nos pasa, con respecto a los Stones, es que ellos sí se pueden permitir ciertas desprolijidades que tienen que ver con el en vivo, porque son menos. Nosotros tenemos que buscar esa precisión porque somos un montón. En un segundo, si no prestás atención a pequeños detalles, se te llena el espacio sonoro de gente. También aprendimos que no siempre tenemos que tocar todos, y hay canciones en donde alguno no toca e igual está contento porque la canción está buenísima.

Ese sonido del que les hablaba lo encontré en el ritmo de la batería y las líneas de bajo del Some Girls y el Emotional Rescue.

Martín: Es una banda muy escuchada por todos.

Emiliano: Creo que es la banda en la que más coincidimos.

¿Cuáles son sus discos favoritos de los Stones?

Emiliano: El mío es el Sticky Fingers, y Exile on Main St. Entre esos dos.

Martín: A mí me gusta mucho el Flowers, que es una recopilación.

¿Y de los discos de más acá en el tiempo?

Emiliano: Capaz que no me quedo con los discos completos, pero todos tienen maravillas.

Martín: A mí me gusta Steel Wheels.

Emiliano: Sí, ese está buenísimo. Voodoo Lounge me encanta, también.

Martín: Con el Steel Wheels me acuerdo de salir a caminar, de niño, y llevarlo en un walkman con casete. La época psicodélica de los Stones también me gusta mucho.

Emiliano: A mí no me gusta esa parte. En Their Satanic Majesties Request quisieron seguir al Sargent Pepper’s y se hicieron mierda contra la pared.

En el libro No Te Va Gustar. Memorias del olvido mencionan un momento clave en el rumbo de la banda, luego de visitar un ensayo de Jaime Roos.

Emiliano: Era un ensayo general. No me acuerdo qué gira empezaban, y ensayaban en un teatro del Cordón, para tener las dimensiones de un show. Ensayar mirando hacia el público ya era algo nuevo. Nos invitaron los mellizos Ibarburu y el Negro Montemurro, que eran amigos nuevos y estaban empezando en la banda de Jaime. Creo que fue en el 95. Fuimos el trío fundador de la banda y mirábamos todo. Los técnicos, cómo se movían, lo que pasaba alrededor. En ese momento nosotros no teníamos sonidista, hacíamos todo nosotros. Se nos rompía una cuerda y seguíamos tocando sin la cuerda hasta que terminaba el show. Y ahí dijimos: “Qué pro todo esto. A este nivel de profesionalismo tenemos que llegar”.

Este fuerte viento que sopla va a cumplir 20 años. Hoy escuchás y sigue resultando bastante impresionante cómo se sucede un hit atrás de otro hasta el final. ¿Qué se acuerdan de esa época?

Emiliano: Viste que en los segundos discos de las bandas es como que hay una energía que no sabés de dónde viene y un poco se limpian los errores del primero. Ya cuando presentamos el primer disco en la sala Zitarrosa tocamos como cinco o seis temas que iban a ir para el segundo. Estábamos prolíficos. Lo grabamos en Chile, era todo nuevo. El primero lo habíamos grabado en una casa con Juan Campodónico, y para este ya teníamos un estudio.

Martín: En un baldío habían hecho un estudio monumental, desde cero. Era impresionante.

Emiliano: Y teníamos una gran ilusión. En ese momento habíamos firmado con una multinacional, creyendo que eso era lo que nos iba a llevar a tocar a otros países, y nada más alejado de la realidad. Duró ese disco, y el camino era otro, mucho más largo, por suerte.

Después trabajaron con Tito Fargo como productor. ¿Qué tal esa experiencia?

Emiliano: Un crack.

Martín: Un capo, Tito.

Emiliano: Con él ya fue distinto. Por eso hicimos dos discos con él [Aunque cueste ver el sol y Todo es tan inflamable]. Fue parte de nosotros.

Martín: Tenía una sensibilidad muy especial. Percibió bien que éramos un grupo e hizo todo lo posible para que todos estuviéramos cómodos. Trabajó mucho con Emi, eso estuvo buenísimo.

Emiliano: Sí, trabajamos en el sonido de la guitarra. Yo en ese momento era el único guitarrista de la banda. Un tipo divino.

Martín: Era muy conciliador, pero no por eso te dejaba de decir lo que necesitabas.

Si uno recorre toda su discografía, siempre hay algo del abismo, de la urgencia y de un conflicto sin resolver. No hay un disco más sereno. Por poner un ejemplo burdo, no tienen un Circo beat en el medio. ¿Por qué será?

Emiliano: Debería volver a terapia.

Martín: ¿No será el momento?

Emiliano: No sé. Creo que nadie llega a un momento de no conflicto. Lo importante es sacar lo bueno de cada etapa. De lo oscuro sacar lo luminoso; hay que encontrarlo y hay que sacar que existe lo oscuro porque si no, no existe lo luminoso. Tratar de escarbar ahí es mi manera de sacar cosas para afuera. Por más que algunas cosas no tienen que ver conmigo, es mi terapia. El conflicto existe constantemente –dentro de uno, con el resto de las personas, con la sociedad–, el tema es intentar sacar de ese conflicto algo positivo y aunque sea sacarlo para afuera y escupirlo.

Foto: Difusión

Foto: Difusión

¿Te hacés adicto a los viajes?

Emiliano: No, al contrario. Llegó un momento en que nosotros queríamos parar. Querés tener tu almohada. No tener que estar todo el tiempo con la valija pronta y con un montón de cosas, moviéndote. Quedarte quieto un poquito, pero un poquito nada más. Al rato ya queríamos salir de vuelta porque es nuestra forma de vivir y la amamos, pero no es que no quisiéramos parar. Nos venían bien unos meses de descanso, pero no tantos. Por suerte, teníamos un disco para grabar, si no la cabeza nos iba a explotar.

¿Emiliano, qué compositores fueron importantes en tu carrera?

Emiliano: Beatles. Y en cuanto a letras, un montón. Zitarrosa, Fernando Cabrera, me encanta cómo dice las cosas Cerati, cómo suena y las palabras que elige. Charly García, ni hablar.

¿Qué cosas nuevas están escuchando?

Emiliano: Bastante hip hop. Estos últimos días estuve escuchando mucho a Nathy Pelusso.

Martín: También. Justo a instancias de Nicki Nicole me puse a escuchar las sesiones de Bizarrap, y de ahí seguí con los diferentes artistas que participan con él. Es impresionante la movida que hay.

Emiliano: Y acá también.

Martín: Sí, AFC, Los Buenos Modales, Dostrescinco. La verdad es que hay una cantidad de música nueva, y la pandemia dio espacio y tiempo para poder escuchar y conocer cosas nuevas.

Emiliano: Ahora sale un tema de Dostrescinco en el que tuve el gusto de participar.

¿A Ca7riel lo escucharon?

Martín: Sí, con Ca7riel y Paco Amoroso nos encontramos en lo de Jorge Drexler en Madrid. Son unos monstruos. También está bueno ver cómo trabajan estos artistas nuevos. Lo que hablábamos de Jaime lo ves todos los días en Instagram.

Emiliano: Y hay que asumir que el rock, hoy en día, está ahí, no como género. Lo que uno encontraba en el rock en otros momentos está ahí: la fuerza, la rebeldía, un montón de cosas, lo que se dice diferentes luchas, y no en lo de algunos dinosaurios que seguimos haciendo rock como género. O sea, no estoy desmereciendo nada. Simplemente digo que ahí está el fuego, en la juventud. Siempre estuvo ahí.

Emiliano, vos sos del 77 y Martín del 76. Yo también soy del 76. ¿Cómo se ve la vida desde ahí?

Martín: Igual que vos.

Emiliano: Yo me siento un niño, ¿eh? Sigo haciendo las mismas pavadas de siempre. Soy padre, responsable y todo lo que quieras, pero sigo pensando en términos de “nos juntamos con los guachos”. ¿Entendés? Seguís sintiendo lo mismo. Obviamente tenés otros compromisos y tenés que hacer cosas de adulto, pero ese fueguito hay que tenerlo siempre.