La televisión de antaño nunca les dio mucha bola a los documentales, excepto quizá los de la National Geographic. La llegada del cable primero y de los servicios de streaming después hizo que esta clase de narrativas tuviera un espacio mayor, aunque en muchos casos solamente se explique porque hay que seguir renovando los catálogos para no perder al cliente. Por la razón que sea, vivimos una época en que abundan los documentales de las temáticas más variadas, y una buena parte de ellos resultan entretenidos en forma serial o de largometraje.
HBO, que siempre se destacó por esta clase de programación, presentó hace algunas semanas la serie documental Q: en el ojo de la tormenta (Q: Into the Storm), acerca de una teoría conspirativa que sólo se explica si entendemos el libertinaje de algunos rincones de internet.
El cineasta Cullen Hoback sigue de cerca a una figura anónima sólo conocida como Q, que desde foros radicalizados daba mensajes crípticos que para muchos fueron evidencia valedera de que varios políticos demócratas eran parte de un culto satánico que violaba y mataba niños, y que Donald Trump era el cerebro que pondría fin a toda esa historia (la segunda parte parece más difícil de creer que la primera).
En seis episodios conoceremos a figuras muy peculiares del infame sitio web conocido como 8chan y también a varias personas que cortaron vínculos con sus familiares y amigos debido a su devoción por las palabras de Q. De paso, conoceremos los límites de la libertad de expresión, el auge de la xenofobia y lo mal que puede quedarles el bigote a algunas personas.
Pese a adolecer de algunos vicios de los documentales extensos, como irse por algunas ramas para después contarnos por qué eso fue una pérdida de tiempo, hará que nos sorprendamos y asustemos con los límites de la estupidez humana. De paso, es posible que hasta conozcamos al hombre (o la mujer) detrás de la letra.
Q: en el ojo de la tormenta, de Cullen Hoback. En HBO.