“Tenía la cuenta pendiente. Si bien en su momento La Trampa había coqueteado con cosas más cercanas al metal, como en el disco Calaveras [1997], no era una banda de metal, pero mi forma de cantar siempre estuvo más cerca de eso. Justo encontré a Diego, que lo potenció. Yo estoy hiperfeliz, porque escucho las canciones y me parecen fabulosas. Después, la gente dirá”.

Son las palabras que elige el cantante –y, en el último tiempo, también compositor– Alejandro Spuntone para referirse a Proyecto Bifröst, un dúo de metal que armó a distancia con el músico todoterreno Diego Caetano, que ya cuenta con tres canciones publicadas en Spotify y más temprano que tarde editará su primer disco (Caetano es primo del director de cine de igual apellido, Israel Adrián, y compuso la banda sonora de Apache, la serie sobre la vida del jugador de fútbol argentino Carlos Tévez, que dirigió su pariente y se puede ver en Netflix).

Caetano nació en 1992, cuando Spuntone tenía 20 años y ya ponía su voz a disposición de la banda de metal Zener, poco antes de entrar a La Trampa. El joven cuenta que su gran empujón para empezar a hacer música y a interesarse por el rock lo vivió cuando a los 13 años vio a La Trampa en el Pilsen Rock. Dice que se volvió “demente” tratando de conseguir todos los discos de la banda y hasta el día de hoy es un grupo “muy importante” para él. Fue así que Caetano se animó a hablarle por Facebook a Spuntone, empezaron a intercambiar sobre música y le mostró un proyecto que tenía con amigos, de “metal progresivo con jazz, una cosa bastante loca”, pero que al ex La Trampa le gustó y quedaron en contacto.

Caetano está radicado en Berlín, Alemania, y mensajes van, mensajes vienen, quedaron en armar algo juntos. Le pasó a Spuntone una carpeta con cerca de 20 maquetas de canciones para trabajar, y hoy gran parte del disco que ya tienen grabado surgió de ahí, de un riff o una idea de un par de compases. A mediados de 2019 nació la canción “El siervo”, que fue lo primero que dieron a conocer del dúo: metal de pura cepa, en la que Caetano toca todos los instrumentos (batería, guitara, bajo, etcétera). Para el disco hubo algunos invitados, pero Spuntone acota que el proyecto es 80% de su compañero.

Pese a lo que se podría pensar a priori, grabar un disco entero a distancia a Spuntone le resultó más fácil que hacerlo a la vieja usanza –juntos físicamente en un estudio, claro está–, porque se comunican todos los días por Whatsapp y por correo electrónico, y por ahí se tiran ideas. Incluso, el cantante confiesa que tiene mucho más trato con su novel compañero de dúo que con varios amigos que viven en Montevideo. Cuando vino la pandemia, obviamente, eso de grabar cada uno desde su casa se potenció. Para armar el estudio casero Spuntone se tuvo que aggiornar.

¿Sueñan los metaleros con guitarras eléctricas?

“Me obligó a aprender un poco más sobre tecnología. No es que sea negado, pero no le daba pelota: comprar un micrófono, tener una interfaz de sonido, grabar varias voces y mandárselas por mail. Un montón de cosas que yo no hacía y que aprendí. Hemos producido pila, y seguimos, de hecho. Hicimos un disco de diez canciones pero ya tenemos la número 11. Estamos haciendo más para adelante”, cuenta Spuntone. Luego de publicada aquella primera canción, vinieron “Ritual” (2020) y, este año, “Fast 4 War”, que habla de la guerra –obvio– y quedó con ese título porque originalmente Caetano se la mandó así. “Yo me quedé con eso de ‘rápido para la guerra’ y no le quise cambiar el nombre, porque tiene que ver con el idioma en el que caen las bombas”, dice Spuntone.

Foto del artículo 'Alejandro Spuntone: “El fin de semana la vida continúa para muchos, menos para la cultura y los gimnasios”'

Caetano comenta que al no haber posibilidad de ensayo entre ambos, la práctica resulta de grabarse y mandarle el audio al otro: “Acá le toqueteo algunas cosas, le hago una devolución o me grabo yo tirándole alguna idea con alguna frase, y él la graba de vuelta en su casa. Así, cuando llegamos a una versión que está 95% arrimada a lo que nos copa, queda pronta la canción y seguimos trabajando en la siguiente. Después, va al estudio y las graba, y ahí le da un toque final, me la manda y la mezclo”, cuenta el músico.

Al definir el estilo de lo que hacen, Caetano no duda en decir que “el empaquetado de la energía es metal”, pero no “muy tradicional”, ya que ambos escuchan “de todo” y eso se ve plasmado en la música. Por ejemplo, cuenta que en una canción hay una parte instrumental que tiene algo de “candombeat”. “El metal es lo que me encanta hacer, pero siempre trato de escaparle un poco, de no seguir el abecé. Si puedo meter una flauta, por ejemplo, lo hago, o acordeón con distorsión. O sea, hay lugar para experimentar”, señala.

El disco del dúo se llamará Onírico. Caetano dice que cuando escucha las mezclas de las canciones en su casa o andando en bicicleta, inevitablemente, casi que cierra los ojos y se ve con Spuntone en un escenario compartiendo las canciones con la gente, viendo la cara de sus amigos y las personas que pueden sentirse tocadas por su música. “Es bastante personal todo. Alejandro está en el terreno de la composición desde hace relativamente poco, y acá tuvo rienda suelta. Sólo a una canción le escribí la letra, las demás las laburó él, tranquilo”, acota.

“De una película de ciencia ficción”

Por ahora, la idea de presentarse en un escenario está, justamente, en el terreno onírico, y no porque ambos músicos estén a más de 10.000 kilómetros de distancia sino porque los espectáculos públicos se mantienen cerrados por la pandemia. Es un tema que a Spuntone lo tiene “totalmente cansado”, dice, y agrega: “Porque ves que en el fin de semana la vida continúa para muchos, menos para la cultura y los gimnasios. Ves miles de personas en todos lados. Si estábamos trabajando con protocolos, ¿cuál es la excusa para que no podamos trabajar también con protocolos, con todo lo que está haciendo todo el mundo?”, pregunta el cantante.

Recuerda que en recintos que eran para 90 personas, con los protocolos entraban 30, y los más grandes, para 500, se acondicionaban para 150. Subraya que el público respetaba los protocolos e incluso estaban “hipervigilados”. Cuenta que llegó a tocar en un teatro en el que vio imágenes que parecían “de una película de ciencia ficción”, con “guardias parados en los costados de las filas de asientos, mirando que nadie se moviera ni se sacara el tapaboca: esa era la nueva normalidad”.

“Yo trabajo en otra cosa y puedo mantenerme, tengo esa suerte. Pero la mayoría de la gente vinculada al rubro está desesperada. Todo está paralizado y muerto, y me entero cada vez más de gente que cerró porque no pudo bancarse más, y de bandas que ya no saben de dónde sacar para poder seguir subsistiendo. Sin embargo, ves que en el Día de la Madre hay miles de personas en todos lados. Me dicen que la gente tiene que trabajar; bueno, nosotros también”.