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“Cuando lo ves se te suicidan los óvulos. Ese hombre se enrosca el bigote para no matar animalitos”. Son las once de la noche en la pantalla de Teledoce y la comediante Leticia Cohen habla del famoso cantante colombiano Camilo. Será uno de los mejores chistes de esta edición de La culpa es de Colón (edición mujeres) y tal vez, el que mejor resume la soltura con que se suceden cada uno de los momentos humorísticos de este grupo de cinco.

Catalina Ferrand –la conductora del show que toma su formato de la cadena televisiva Comedy Central– actúa espantos y asombros, le guiña un ojo al público y, con sutiles gestos, anima a sus compañeras a subir la apuesta. Luciana Acuña se ríe de sí misma, de sus olvidos y sus confesiones personales; su carta es el ridículo propio y cierta malicia oculta. Jimena Jige Vázquez juega con las palabras, y lleva cientos de hojas de material para darle sentido a la realidad con humor blanco y atemporal. Lucía Rodríguez se tira hacía atrás en su silla, como una especie de payaso Krusty, harta, abrumada de la vida, pero cómoda en cualquier escenario.

A la mañana siguiente, el privilegio de la tarea periodística nos permite entrar en sus vidas a través de las pantallas de Zoom. “Mamá, quiero subirme a tu cabeza”, dice un niño, uno de los hijos de Lucía, que camina por la casa con el teléfono en la mano, almuerza y realiza otro sinfín de tareas mientras, alrededor, autos de fórmula uno piden ayuda a cada vuelta. Jimena muestra un prolijo escritorio y una biblioteca. Leticia se tapa y juega con almohadones en un sillón algo hippie, y Luciana busca el mejor ángulo para charlar con nosotros desde su living, perfectamente arreglado. El resto, cuando quedan habilitadas todas las cámaras y los micrófonos, resulta como uno de sus programas. Las respuestas van y vienen de chistes, como sus muestras de afecto, sus reclamos cruzados y el aplauso por una buena broma de cualquiera de ellas.

Al programa le va bien. ¿Por qué funciona?

Luciana: Un punto importante es que nos divertimos, y como grupo la pasamos bien. Antes, después del programa, durante la semana, y creo que eso traspasa la pantalla. Esa energía se siente y se ve, y la gente se identifica con este grupo de amigas que se junta a divertirse un rato.

Lucía: También hay en la gente una necesidad grande de reírse, y de escuchar cosas distintas a las que recibe todo el día en un momento como este. Es como un escape.

Leticia: Tal cual, hay gente muy triste que nos agradece mucho lo que hacemos, porque es un momento horrible, y en ese rato se puede distraer.

A veces se tientan con sus propios chistes, ¿no?

Jimena: Casi todo el tiempo. Hubo un programa en el que una compañera no podía ni decir lo que tenía que decir. Nos pasa, sobre todo, cuando sabemos que el chiste no es muy bueno.

¿Cómo se hace para sostener ese clima intenso, de humor, durante casi una hora?

Lucía: Nos quemamos las pestañas durante la semana para escribir chistes, básicamente.

Luciana: Creo que también hay un poco de improvisación, de cosas que surgen en el momento. Cuando una compañera te responde, y se suma otro chiste, eso te renueva la energía para lo próximo.

Jimena: Con el paso de los programas es un poco más fácil sostener eso. Porque cada una está más consolidada en su perfil, las otras ya te conocen, y pueden surgir cosas que no estén escritas, o podemos tomar cosas de la otra para seguir sosteniendo el humor.

¿Cómo son esos perfiles?

Jimena: Yo me muestro como la que hace juego de palabras, chistes, la que se calienta, Leti se va por las ramas, Luciana con el “López, López…”, Lucía con la cuestión de ser madre y todo lo que ello conlleva. Y eso nos ayuda a que el humor se sostenga. Incluso cuando nos olvidamos de la letra. Esa es mi opinión. No sé qué piensan las demás.

Leticia: Sí, estamos de acuerdo. Decile que sí, porque si no, se calienta. Es verdad. Y se sostiene porque nos divertimos. Uno de los programas que más me divertí fue el que hicimos sobre las plantas. En la previa no lo podíamos creer. Nos decíamos: “¿En serio vamos a hacer un programa sobre las plantas?”. Y fue maravilloso.

Supongo que, en este formato, la escucha y las miradas entre ustedes son muy importantes.

Jimena: El programa ya viene con una estructura, y generalmente hablamos con un cierto orden. Pero, obviamente, a veces nos hablamos arriba, o sentís como un impulso y te dan ganas de decir algo y te metés.

Luciana: Es tal cual como un grupo de amigas. Sabés cuándo podés meter bocadillo, cuándo una te mira y sabés que va a meter tal cosa, y también está permitido pisarse.

Jimena: Nos pasa, por ejemplo, que muchas veces nos quemamos los remates de los chistes. Y puede quedar gracioso, igual. O cuando no nos entendemos los chistes.

Lucía: Y mucho también tiene que ver con que a mí ellas, todas me hacen reír mucho. Es cierto, estamos atentas.

Es un programa muy visto. ¿Qué respuestas les llegan del público?

Lucía: Hay de todo. Por lo general, en la calle la gente te dice “Me mato de la risa con ustedes” y se acerca en una bien. En las redes hay opiniones divididas, y llegan comentarios de todo tipo. Creo que nos llegan tantos comentarios y tan diferentes justamente porque, por lo menos una vez, viste el programa o sabés de su existencia, y eso está re bueno.

Jimena: Es cierto que la calle es uno de los lugares más amenos. Las redes sociales están como con cero filtro y ves de todo. En mi caso, nunca me había pasado de recibir tantos comentarios tan distintos. No se trata de no recibir críticas, porque siempre las vas a tener, pero acá fue donde me encontré por primera vez con algunos tipos de comentarios que jamás había recibido. Y confieso que muchas veces pienso en injusticias con respecto a cosas que nos dicen. Siento que estamos haciendo un tremendo laburo. Somos cinco mujeres en un programa de humor, cosa que nunca antes sucedió en la historia de la televisión uruguaya, y por eso mismo, creo, es que recibimos todo tipo de opiniones. Yo soy de proyectar, y siento que se está abriendo una puerta muy importante, y que estamos nosotras también, siendo parte de esta apertura en que mujeres pueden hacer humor y televisión, cambiando muchas estructuras de cabeza, de gustos y de todo. Otro aspecto interesante que tiene el programa es que tiene un registro de humor totalmente inusual para la televisión uruguaya. Hay chistes que en teoría, y hasta no hace mucho, no se podían hacer en televisión. Como cuando Lucía insiste en que ya no soporta a sus hijos.

Jimena Vázquez, en la grabación de La culpa es de Colón.

Jimena Vázquez, en la grabación de La culpa es de Colón.

Foto: Natalia Rovira

¿Eso quedó habilitado desde el comienzo o ustedes fueron probando de a poco?

Lucía: En la primera reunión que tuvimos con la productora fue “En realidad queremos que hagan lo que ustedes hacen habitualmente, que se vea la esencia de lo que son”. Obviamente, después hay cosas a las que hay que atenerse, a veces lamentablemente y a veces no. Como decía Jige, se están abriendo algunas estructuras, y todavía hay un poco de resistencia, frente a lo que, particularmente, las mujeres podemos o no podemos decir. Pero tenemos libertad a la hora de hacer. Después lo que sí te encontrás son censuras en las redes, existen, y obviamente da pena, y a veces hasta frustra. Todas hemos vivido eso de “Me estás juzgando porque soy mujer, si un varón dice lo mismo, lo aplaudís”. Cuando nos fueron a buscar pensaron en los perfiles que teníamos cada una. El pedido fue “sean ustedes”.

Luciana: Está buenísimo contar con esa libertad, porque, justamente, este es un camino nuevo, y en el programa podemos probar cosas, improvisar, hacer chistes de la manera que se nos ocurran.

Cada una ha de tener distintos tiempos en el día, por sus trabajos y responsabilidades. ¿Cuándo encuentran los mejores momentos para escribir? O para pensar una idea y desarrollarla.

Leticia: Todos los días, todo el tiempo. De mañana, de tarde, de noche.

Jimena: Sí, y si alguna de nosotras no llega con algo, Leti, como además es guionista del programa [junto con Fernando Schmidt y Martín Mazzella], se encarga de ese material, también, con los demás guionistas.

Leticia: Gracias, Jime. Yo tengo otro trabajo, donde estoy siete horas, y después escribo. Antes no, porque me gusta dormir bastante. Pero entre que duermo, como y trabajo, escribo todo el resto del tiempo. Después cuando vas y lo ponés en práctica en el programa es divino. Entonces, ya está.

Lucía: Se sufre el proceso de encontrar el momento de poder escribir, entre toda la vida que sucede, sobre todo porque a veces se te agotan las ideas. Tenemos una fecha límite para tener pronto el material, y a mí me pasa que cuando se acerca esa fecha, entro en crisis todas las semanas.

Jimena: Pasa eso. Es mucha demanda. A veces vamos tres veces por semana y todos los días tenés que estar pensando qué decir, y que sea gracioso. Parece fácil pero, si se me permite la expresión, es un huevo. Y no tenés toda una semana para pensar. Leti, Fernando, Martín nos ayudan, pero más que un momento, es una obligación. No es “Bueno, hoy me voy a poner a escribir”. Tenés que escribir.

Leticia: Y además que sea gracioso, tiene que parecer natural. Eso que a veces te parece que se me ocurrió en el momento lo tuve que pensar pila. Hay días que lo improvisado funciona mejor que lo que escribiste, pero no podés ir en blanco. Es un programa de televisión, y es “Voy a decir esto”. Si se me ocurre algo en el medio, bárbaro.

Jimena: Es un trabajo realmente muy complicado. El formato está buenísimo, pero resulta todo un desafío. Por ejemplo, en carnaval [es integrante del grupo de humoristas Cyranos] tenés la posibilidad de probar el material en los ensayos y los tablados para ver si funciona, antes de empezar el concurso. Pero acá es suerte y verdad. “Para mí esto es gracioso”. Después vas al programa y nadie entiende el chiste. Es algo totalmente nuevo, y difícil.

Luciana: A mí con el guion me pasa algo parecido. Me agarra terrible estrés. Estoy agradecida de tener a Leti como guionista, porque eso ayuda muchísimo. No solamente porque es una genia, sino también porque pelotear con otra persona hace que vos encuentres ideas por otro lado. Y, si bien cada una escribe sus cosas, la ayuda de Leti, Fernando y Martín es fundamental.

¿Qué humoristas les gustan?

Lucía: A mí me gusta mucho Leti, la amo. Miraba la versión argentina de La culpa es de Colón y me gustan mucho ellas, todas. Connie Ballarini me encanta. Se le ocurren cosas que decís “Por qué no se me ocurrió a mí”. Es como Jige, ese humor absurdo me hace reír mucho.

Jimena: Yo también me río mucho con mis compañeras. Mi ídolo es Míster Bean. Me gusta mucho el humor físico.

Leticia: ¿Nunca te dije del mal humor que me da Míster Bean? Le pegaría un cachetazo.

Jimena: Mi madre también me dice que es un guarango. Pero ahí ves, todas tenemos diferentes influencias y gustos. Yo me mato de la risa con él.

Luciana: A mí también me hacen reír todas ellas, y mi ídolo de toda la vida es Antonio Gasalla. Me gustan los personajes, y especialmente los grotescos, como los que hace él. Siempre tuve una admiración absoluta por su trabajo, y el sueño de hacer ese tipo de personajes en que, al mismo tiempo, nada es real y todo es real. Un beso a Gasalla.

Leticia: Me gusta todo. Connie, como dijo Lucía. Hay una mexicana, Paty Bacelis, que nos es muy conocida acá y me hace llorar de la risa mucho. Es lo más. Y después alguien que amo y me hace reír mucho es Xuxa, pero ta, nada que ver. Dice cosas que no tienen sentido, y es graciosa. Una vez le preguntaron con qué se abrigaba y dijo: “Con un acolchado de plumas de pene de ganso”.

Lucía: Tarada, “pene” en portugués son plumas.

Leticia: ¿En serio? Con razón... Yo pensaba “¿Cuántos gansos tienen que haber matado?”. Lo voy a usar para el programa.

Catalina no está, así que me pueden contar sobre ella.

Luciana: Creo que está sola esperando en otro Zoom. Cata es una genia. La conocí haciendo una obra de teatro, y enseguida hicimos una amistad increíble. Tiene una energía increíble. Siempre está arriba, en todos los equipos que participa, siempre impulsa la unión y el buen humor. Nunca la vi para abajo. Es cien por ciento energía positiva.

Lucía: El día de Catalina dura como 77 horas.

Jimena: No para nunca. Yo le digo un poco jodiendo “tía Cata”, porque tiene algo de eso. Siempre está atenta a lo que necesita el grupo, o a lo que ella considera que le puede hacer bien. A mí me ha ayudado, por ejemplo, con la ropa. Trasciende lo de la pantalla. Es una gran compañera, y aunque, como a todas, le pasen cosas, nunca la ves con cara de orto.

Lucía: Siempre quiere sumar y que te luzcas y tengas tu mejor versión. Yo nunca había hecho tele y aprendí mucho con ella. Además, entre artistas, no es que sea raro, pero sorprende tanta generosidad. A Catalina le decís “No tengo caravanas”, se las saca y te las da para que vos estés linda.

Leticia: Cuando yo llegué, que era la nueva y estaba manchada de nervios, me dijo “Soltate, Leti, decí lo que quieras, que acá no pasa nada, sé vos, que nosotras te vamos a seguir la corriente”. Y, como dijo Lucía, sobre gente que te tira piques, en mi caso también es Luciana. Te amo y me salvás la cabeza.

Lucía: Ay, claro. “Luciana, te amo”.

Luciana: No seas celosa, Lucía.

Jimena: Esto es siempre así, Federico.

Lucía: Es que me da bronca.

Jimena Vázquez, Leticia Cohen, Catalina Ferrand, Lucia Rodriguez y Luciana Acuña, en la grabación de La culpa es de Colón.

Jimena Vázquez, Leticia Cohen, Catalina Ferrand, Lucia Rodriguez y Luciana Acuña, en la grabación de La culpa es de Colón.

Se dejó entrever que hay una malhumorada en el grupo, ¿no?

Lucía: Poné que soy yo. No tengo problemas en admitirlo.

Leticia: Lucía llega al estudio, le pasó algo antes, está con cara de que le pasó algo, se sienta en su lugar, y mientras empieza el programa, y sin que nadie se dé cuenta, me empieza a hacer caras, como una niña de cinco años; te hace tentar antes, y ahí ya sé que se le pasó todo.

Jimena: Todo lo que se muestra en la tele no es verdad. Ahora ya sabés cuál es la verdadera gruñona.

Leticia: Jige lo que tiene es una forma rara de avisarte las cosas. Yo, que estoy siempre en la luna y no me doy cuenta cuando me hacen alguna seña de producción, me doy cuenta porque Jige se agacha, te agarra un tobillo y te hace como una arañita fina con los dedos.

Jimena: Es rarísimo por qué decido hacer eso. Pero pasan muchas cosas detrás de cámara mientras estamos haciendo el programa.

¿Cuándo se dieron cuenta de que se iban a dedicar a la actuación, o al humor?

Jimena: Yo desde que empecé en Carnaval de las Promesas, en la categoría humoristas. Desde los 11 años estaba jugando a que hacía reír. Después empecé a estudiar teatro y me puse a hacer otras cosas, pero el carnaval fue lo que me acercó, primero, al humor.

Luciana: A mí desde chica, siempre me gustaron el humor y el teatro. Escribía miniobras de teatro para mi hermana y yo, y les cobraba a mis padres para que las vinieran a ver. Y siempre me gustó hacer personajes. Venía gente a cenar a casa y mi viejo me pedía que mirara a los invitados, y después los imitaba. Los miraba dos horas, y cuando terminaba la cena mi padre decía “Y ahora Luciana los va a imitar”. Muy fuerte.

Leticia: Yo también de chica era de hacer bromas. Hacía como unos cómics con las historias de cuando iba a bailar y teníamos algún muchacho que nos gustaba, se los pasaba a mis amigas y se reían. Y después mi historia es re triste. Lucía, no llores. Cuando mi madre murió, me anoté en un curso de teatro, porque quería hacer algo para divertirme. Hice la muestra de teatro y lo que me salió mejor fue mi monólogo de humor. Una compañera de trabajo me vio y me avisó de un curso de stand up. Lo hice y no sé qué pasó. Ya está.

Lucía: Yo de chica ponía a todos mis amigos sentados a mirarme y hacía una imitación de Xuxa. Como ya calzaba 40 cuando tenía diez años, y no había botas para mí, me ponía botas de lluvia. Horrible. Yo viví en Rivera. Allá lo único que llegaba era Plop! [programa de humor de Teledoce]. Ahí conocí a Imilce Viñas y la amaba. Era fan. Yo quería ser actriz dramática como Andrea del Boca, pero me decían que tenía que hacer reír. Y después de que fui madre, y creía que la maternidad no era lo que me habían dicho, entonces sentí la necesidad de hacer algo con eso. Ahí hice el curso de stand up en el Club de Comedia, como Leti, y por ese lado empecé con el humor.

Años sensibles

Catalina Ferrand se integra tarde a la charla. “La vergüenza que siento es extrema. No recuerdo que me haya pasado esto antes. Es de adolescente, desprolija, no lo puedo creer”, se disculpa.

Catalina, si bien vos sos la moderadora, cada vez te animás a mostrar algo de lo tuyo en el humor.

Catalina: A veces me pasa, me sale del alma y lo hago naturalmente. Pero las comediantes son ellas. Yo hice el primer curso de monólogo que dieron Ernesto Muniz y Juan Pablo Olivera con Alejandro Angelini. Pero siento que el stand up no es lo mío. Desde los 13 años estudié teatro con Jorge Triador, que viene de la Comedia Nacional. De niña no fui de grandes demostraciones, porque era introvertida. Pero cuando entré en la adolescencia, era la actriz de mis amigas, la que hacía las bromas por teléfono, tenía personajes, escribía. Y después sí, me fui sintiendo más segura, y siento que soy una actriz que como comediante funciona, ponele, pero en este proyecto en particular sería incapaz de hacer lo que ellas hacen. Me impresiona la fuente inagotable de creatividad que tienen, a todo le encuentran la vuelta para hacer reír. No se parecen en nada, pero todas las herramientas que tienen son tan buenas y tan efectivas que el programa siempre funciona.

¿Y cómo resulta la tarea de regular el ritmo del programa, o dejás que fluya y te dejás ser?

Catalina: No, si dejo ser soy medio penal. No conozco claves. Me gusta el doble sentido. Me cuido. La televisión, aunque a veces no se note, es re cruel. Es muy tirana. Por más que uno trabaje de eso, no deja de ser como un agujero negro en el que decís “péguenme”. Y es macabra, en las redes cualquiera te dice un disparate, y tal vez la gente que te mira, haciendo el viejo uso de un programa de tele, es respetuosa, te escribe, te respeta, y hasta te entiende cuando las cosas no salen del todo bien, no te escribe. Hace más de 20 años que trabajo en la tele, me siento querida, pero sin embargo día a día tenés que soportar comentarios y situaciones que hasta, mirá, no sé si no tendrían que estar penalizados. Considero que no tenemos que naturalizar el agravio. Nos acostumbramos a que funciona así, y que ese es el costo.

¿Cómo es hacer humor en estos dos años tan especiales?

Lucía: Sin dudas, estamos todos como mucho más sensibles y, como decía Cata, además de la pandemia, estamos en un momento a nivel global; todos tenemos derecho a opinar, estamos a un enter de poner lo que pensamos sin filtro. Y también es un reto para nosotros, los humoristas, que tenemos que aprender cómo hacer humor ahora. Tal vez algo que hace unos años se podía decir ya no se puede. El humor parece mucho más sencillo que lo que es, pero resulta un gran desafío. Cada vez que escribís un chiste tenés que pensar en la repercusión que puede tener. Y no lo digo desde un lugar de iluminación, todo lo contrario. Tenemos, además, la dificultad de que somos mujeres haciendo humor. Es un trabajo soñado, por el que nos pagan, pero es difícil. Hay días que me dan ganas de poner un quiosco.

Luciana: En este momento de pandemia la gente necesita reírse. Por lo menos por un rato me desenchufo y estoy un rato mejor. A mí me han dicho muchas veces: “Me encanta tener una hora para olvidarme del mundo y reírme un rato”. Creo que ahí es donde hay que apuntar, y disfrutar eso.

Leticia: Como decían las chiquilinas, está ese obstáculo que se nos pone por ser mujeres. Y se da hasta inconscientemente. La gente te dice, por ejemplo, “A mí no me gusta, pero no porque sean mujeres”. A mí me paró un señor en la calle y me dijo: “Ustedes parecen estrellas de Hollywood, pero ¿por qué hablan de hacer caca”. “Yo hago caca”, le dije. Todas, es lo normal. El público no quiere escuchar que las mujeres hacemos las mismas cosas que los hombres. Es algo muy arraigado que tenemos todos. Yo también me doy cuenta de que tengo que seguir cambiando cosas. Es como una barrera que tenemos: “Pah, son cinco mujeres, no sé si lo quiero ver”. Antes de salir al aire, ya había gente diciendo que el programa era malo.

Jimena: Era lo que hablábamos al principio. Lo que este programa, hecho por cinco mujeres, está generando. Siempre digo una frase que no es mía, pero creo que puede resumir todo lo que venimos diciendo: siempre un cambio artístico responde a un cambio en la sociedad. Y esa frase no sólo se aplica a los artistas, se aplica a la sociedad. Cuál es el límite del humor, de qué decidimos no reírnos, de que sí. Es un tema con muchas aristas, pero sí es cierto que estamos atravesando un momento de cambio, y eso genera muchos conflictos y controversias.

La culpa es de Colón va de domingo a jueves a las 22.30 por Teledoce. La edición Mujeres se intercala con la edición Hombres.