No ha habido en tiempos recientes un éxito televisivo comparable al de Juego de tronos, que tuvo el poder de paralizar frente a la pantalla a una multimillonaria audiencia global semana a semana y de cooptar las redes sociales con suposiciones, especulaciones y odiados spoilers.

Gracias a esa creación de George RR Martin (a quien le siguen reclamando que termine las novelas en que basó la serie), lo fantástico, la magia, los poderes y los seres mitológicos abandonaron su condición quizá específica o de culto para volverse elementos nuevamente codiciados por los estudios. La fantasía había conocido el éxito de taquilla en las décadas de 1960 y de 1980, pero estuvo por completo relegada a la clase B hasta que apareció Juego de tronos en HBO. Desde entonces, cada cadena y plataforma buscó su propia gallina de los huevos de oro en la forma de una serie del género.

Así, desde el final de la mentada Juego de tronos (2019) hemos tenido dos años muy populosos en cuanto a series de fantasía: The Witcher, Cursed, Warrior Nun y Carnival Row son sólo algunos títulos de una larga lista. Dentro de este caudaloso curso comienzan a aparecer series que incluso se pueden ordenar o aunar por tema y por el tipo de atención que buscan de sus públicos.

Este año hemos tenido el estreno de varias series fantásticas que tienen en común una ambientación en el siglo XIX (el nuestro o uno muy parecido) con seres mágicos y conspiraciones políticas detrás. Tanto Shadow and Bone (en Netflix) como The Nevers (en HBO) comparten cierto ADN que permite aunarlas en este mismo repaso. The Irregulars (también en Netflix) podría completar la trifecta, pero ya fue repasada en este espacio y no la recomiendo.

La revolución mágica rusa

Al comenzar Shadow and Bone es potente el recuerdo de The Witcher, pero no tanto por compartir temática o ambientación (que, de hecho, es bastante diferente), sino por la manera en que la serie tira a toda velocidad y directamente a la cara del espectador nombres, datos, situaciones, hechos históricos de este mundo alternativo, al punto de llegar a desbordar.

En resumen, podemos entender que nos encontramos en una suerte de Rusia zarista sobre fines de 1800, un imperio en guerra constante con sus vecinos allende fronteras y con un gran problema en el medio: muchos siglos atrás, un grisha (ya volveremos a ellos) en busca de poder generó una suerte de enorme cortina de sombra negra de varios kilómetros de ancho, plagada en su interior por monstruos, que parte a este país al medio.

Así, además de las amenazas externas, el reino vive con el problema constante de que cruzarlo puede costarte la vida la gran mayoría de las veces. Los grisha son en cierto modo su gran arma para la guerra, pero también su mayor contratiempo. Son seres mágicos (se los considera brujos, directamente) con una variedad de poderes que parece robada directamente de Avatar, ya que está el que controla el fuego, los que controlan el viento, las emociones, la sanación, y así.

Justamente, el causante del problema principal es uno de los controladores de sombras, que son pocos pero muy poderosos. Existe la leyenda de que aparecerá en algún momento su anverso: un controlador de luz o sol. Resulta ser, obviamente, nuestra protagonista: Alina Markov (Jessie Mei Li), una cartógrafa del ejército que de repente y ante una urgencia, despierta estos poderes.

De esa forma se pone en movimiento la narración de esta primera temporada de ocho episodios de la serie creada por Eric Heisserer (el infame escritor del fallido Dark Universe de Universal, que no pasó más allá de La momia con Tom Cruise) y basada en las dos sagas de libros para jóvenes escritos por la israelí Leigh Bardugo: Shadow and Bone y Six of Crows, cuyas dos historias aquí se hacen una sola.

Por un lado, seguimos a Alina en su entrenamiento junto al General Negro (Ben Barnes) para aprender a utilizar sus poderes, mientras a su alrededor se desarrolla toda una intriga palaciega y su mejor amigo/novio (Archie Renaux) trata de volver con ella. Mientras tanto, del otro lado de la sombra, en la trama más entretenida e interesante, un trío de criminales –Kaz Breeker (Freddy Carter), Inej Ghafa (Amita Suman) y Jesper Fahey (Kit Young)– parte en busca de Alina para secuestrarla y llevarla ante poderosos señores que quieren utilizarla para su propio beneficio.

Una vez que pasan los primeros episodios, la serie toma ritmo y se acomodan todos los datos que nos venían tirando por la cabeza. Entonces, uno puede, con cierta tolerancia, engancharse en lo que está pasando, siempre y cuando tenga aguante –o la edad correspondiente– para disfrutar de la "ficción para jóvenes adultos", ya que antes que nada estamos ante un producto dirigido a gente muy joven. El enfoque está puesto en el romance y las tensiones que se van dando entre las posibles y diferentes parejas, y la parte fantástica o de acción queda siempre relegada a un segundo término.

Esto, sumado a que sus artistas principales no son un dechado de virtudes (aunque hay que admitir que el elenco secundario aporta, ya sea el mencionado Barnes, el danés Simon Sears, Howard Charles, Zoë Wanamaker, Tom Weston-Jones o Hugo Speer), hace que no sea exactamente para todos los públicos, aunque si uno busca algo liviano con lo que despejar la cabeza sin complicarse, bien puede servir.

The Nevers

The Nevers

X-Women victorianas

Es curioso el poco ruido o trascendencia que la propia cadena le ha dado a su nueva serie, que programó en la hora y el día más importante de la semana (o sea, el domingo a las 22.00), sobre todo cuando se trata de una altísima producción que cuida cada detalle.

Quizá tenga que ver que su creador es el hoy apestado Joss Whedon, quien pasó de ser el nuevo rey Midas de Hollywood a ser borrado de todo lo más rápido posible (incluso de la serie que estamos hablando ahora) luego de algunas denuncias surgidas durante el rodaje de Justice League que se continuaron luego por artistas y empleados con los que había trabajado antes. No abundaremos en esas acusaciones de destrato, despotismo y desconsideración, ya que el tema es The Nevers y no su creador. Sin embargo, el estilo de Whedon es absolutamente reconocible en la serie. Estamos hablando de un gran creador televisivo –Buffy, Angel, Firefly– que mantiene el gran nivel y el carácter distinguible de sus producciones.

La historia de The Nevers se ambienta en Londres a fines del siglo XIX. La reina es Victoria, la Revolución Industrial goza de estupenda salud y Reino Unido es el principal imperio del mundo. Es decir, todo tal como fue, pero hay un hecho diferente (“punto Jonbar”, que le dicen) que dispara la ucronía: una nave, o quién sabe qué, hace su irrupción en el cielo londinense y provoca una lluvia de esporas que al tocar a ciertas personas (especialmente mujeres) despiertan ciertas... habilidades o condiciones especiales.

Tres años después, estas “tocadas”, como se las conoce, tratan de sobrevivir en un mundo que no las entiende y, sobre todo, las persigue. A la mejor usanza de los X-Men, tenemos un lugar que las cobija: el orfanato que dirige la viuda Amalia Prue (quien puede ver fogonazos de futuro), donde se trata de proteger a los tocados de este mundo que los condena.

Tenemos dentro de la serie un montón de personajes, tocados o no, tantos que enumerarlos sería inútil, pero dentro de ese elenco interminable hay que admitir que prácticamente ninguno pasa desapercibido y son varios los que se destacan, como la inventora Penance Adair (Ann Skelly), la dura Lucy Best (Elizabeth Harrington), el manipulador Hugo Swann (excelente James Norton), el peligroso Rey de los Mendigos (Nick Frost), la demente Maladie (Amy Manson), el policía Frank Mundi (Ben Chaplin) y la mencionada Prue (Laura Donnelly).

El cuidado de los personajes, la trama y todo el desarrollo cuentan con el paradigmático cuidado que Whedon suele aportar a sus creaciones, en las que, una vez que dejamos atrás ciertas concesiones argumentales –discursos políticamente correctos puestos en boca de los personajes de manera totalmente expositiva en el capítulo uno, como para sacárselo rápido de encima–, tenemos una trama potente, emocionante, impredecible, que nos cuenta la batalla entre las tocadas y la sociedad que las rechaza, pero también entre las tocadas mismas que enfrentan este rechazo de maneras contrarias (sí, exactamente a la manera de los X-Men y el enfrentamiento entre el profesor Xavier y el rebelde Magneto).

Con la atención puesta en el público acaso más adulto –no son escasas las escenas de sexo o desnudos, aprovechando la hora y el canal de exhibición– al que se ofrece un relato que todavía se está desarrollando, The Nevers es esa serie destacada que nadie está mirando. Ojalá esto cambie y la propia narración nos siga entregando la misma calidad hasta su final; son apenas seis episodios y ya vamos por el tercero.

Sombra y hueso, de Eric Heisserer. En Netflix. The Nevers, de Joss Whedon. En HBO.