Machuca, una de las películas más populares del cine chileno, hace su arribo a Netflix. Para disfrutarla conviene tener un poco de contexto sobre Chile a principios de los años 70, cuando era presidido por el socialista Salvador Allende. Durante su gobierno se realizaron varios experimentos sociales tendientes a deslocalizar el rígido sistema de clases trasandino, en los que lo más llamativo fue la construcción de proyectos de viviendas para trabajadores en medio de zonas adineradas.

La película muestra a un privilegiado niño de clase alta, Gonzalo Infante (Matías Quer) que estudia en un colegio católico de élite. En medio del fervor allendista, el director del colegio, el padre McEnroe (Ernesto Malbrán), decide hacer ingresar a un grupo de niños de clase obrera para “darles la oportunidad” de recibir una educación y al mismo tiempo enseñarles a esos alumnos de clase alta a “respetar” y valorar la igualdad.

Entre los niños afortunados está Pedro Machuca (Ariel Mateluna), que se hace amigo de Gonzalo, iniciando un estereotipado pero acertado proceso de intercambios culturales élite-pueblo: la familia de Gonzalo vive acomodadamente en un barrio burgués y la de Pedro es mucho más humilde y vive en un barrio pobre e ilegal. Los niños conocerán sus respectivas casas y sabrán un poco más de qué va la vida del otro.

En ese período previo a la dictadura de Augusto Pinochet eran verosímiles estos intentos de integración social, pero la película muestra un intercambio que no resulta nada fácil, especialmente cuando una parte siente como “amenaza” a la otra. Ante una posible pérdida de sus privilegios, la burguesía protesta contra la iniciativa, y los niños, que tienden a imitar a sus padres, rechazan a los nuevos alumnos, lo que conduce a escenas un poco crueles y dolorosas. La amistad entre Gonzalo y Pedro, que a pesar de todo resulta adorable aun en la realidad que les toca vivir y que parece dejar por fuera toda diferencia social, no es otra cosa que la representación de esa utópica intención de una sociedad más igualitaria. La amistad de ellos resulta, a la vista de muchos, bastante improbable, incluso atrevida e insolente.

Esta película no sólo es un relato humano y político, sino que plantea un fuerte cuestionamiento a un tipo de formación en la que los valores parecen no ser un elemento trascendental de aprendizaje, a sistemas educativos en que los niños se transforman más en clientes que en alumnos y en los que se van licuando ideas como la igualdad, la tolerancia y la integración entre las personas. Machuca pone arriba de la mesa el problema de si la inclusión puede ser una tarea que dependa de voluntarismos. El “cura bueno” y la amistad no pueden con la hostilidad del mundo.

Machuca es una película necesaria. Su director, Andrés Wood, fue valiente al tematizar un momento cruel de la historia de Chile y pintar la brecha social que persiste en buena parte de la educación en el continente. Tiene un ritmo intenso, una banda sonora hermosa y es una propuesta atrevida, divertida y dramática.

Machuca, escrita y dirigida por Andrés Wood. Chile, 2004. En Netflix.