Nunca hagas cosquillas a un tigre se desarrolla en ese mundo en miniatura que representa un zoológico, ese espacio urbano de reminiscencias decimonónicas, hoy caído en desgracia a raíz de cuestionamientos relacionados con el tratamiento de los animales exóticos y que solía ser un paseo escolar tradicional en el siglo XX (cuando esta reseñista era niña, por ejemplo).

Es, precisamente, un paseo escolar el contexto de la anécdota. Se ponen en juego, entonces, dos escenarios que se complementan: el del vínculo pedagógico y el de los animales en cautiverio como espectáculo, con el tigre como gran depredador amansado. Como protagonista y en medio de ello: una niña inquieta –¿fatal?, ¿inadaptada a unas normas rígidas?–, Zara, que se resiste al mandato adulto de quedarse quieta.

El elemento desencadenante, en un texto que apela al humor y que se apoya en unas ilustraciones expresivas y que hacen uso de la totalidad de la página –de gran formato– para que el lector se sumerja con ganas en ese universo, es la curiosidad infantil (y, concomitantemente, el desconocimiento de su poder por parte de un adulto). Basta con que la maestra haga hincapié en que, sobre todo, no se debe hacer cosquillas al tigre para que esa acción sea concebida por Zara y transformada en su propósito, armada de una pluma de ave que encuentra por ahí. Y es, por añadidura, lo que desencadena el caos, en forma de efecto dominó.

La protagonista es un torbellino que se apodera de las páginas, presentada tanto desde sus acciones desmesuradas como en el espejo que ofrece la mirada de los demás: la de los adultos pero también la de los demás niños, e incluso la de las mascotas, que alternan la extrañeza con el hartazgo. Sin embargo, Zara tiene la clave tanto para sembrar el caos como para recomponer el orden en ese pequeño universo, a puro carácter. Y, por añadidura, para prometer caos futuros.

Entretenido y provocador, aunque enmarcado en el cliché de la enfant terrible, Nunca hagas cosquillas a un tigre se juega por entero a una protagonista por momentos encantadora, que deja picando algunas cuestiones: cómo vemos a los niños inquietos, qué lugar les da la educación, dónde están los límites. Nada de eso, sin embargo, está explicitado: está en los ojos de los demás. La historia en sí es una pequeña aventura desopilante con una dosificada irreverencia.

Nunca hagas cosquillas a un tigre, de Pamela Butchart y Marc Boutavant. Libros del Zorro Rojo, 2021. 32 páginas. $ 1.100 (tapa dura), $ 750 (rústica).