Nicolas Cage, otrora un actor de fuste y hoy por hoy un hombre que se ha vuelto un género en sí mismo, estrena en promedio tres películas al año. Una suele ser una porquería, otra suele estar muy bien y la tercera es una rareza indescifrable que para poder disfrutar hay que estar en la correcta sintonía.

Willy’s Wonderland corresponde a este tercer subgrupo, que desarticula la vieja discusión de “Nicolas Cage buen o mal actor” y le da categoría única: película de Nicolas Cage (como la lisérgica Mandy, del año pasado).

Vayamos allá: Willy’s Wonderland es una suerte de espacio de juego para niños con unos cuantos animatronics escapados de los 90, que emulan a un grupo de personajes ‒la mayoría de ellos animales‒ al parecer populares en algún momento, al menos para esa zona de Estados Unidos. El lugar está totalmente cerrado por razones que se muestran inmediatamente al espectador pero no a nuestro protagonista ‒Nic, obviamente‒, quien pincha y rompe su auto cerca de este lugar. A modo de pago por las reparaciones le proponen pasar una noche limpiando Willy’s Wonderland, el lugar abandonado. Él acepta.

Revelación poco sorprendente número uno: ese lugar está maldito, y pasar la noche ahí es sinónimo de una muerte espantosa. Revelación poco sorprendente número dos: Nic no es un tipo común y corriente, por lo que es probable que desarticule a golpes, palazos y patadas a los demoníacos animatronics que de pronto comienzan a cobrar vida.

Los conocedores registran esta película como una suerte de adaptación poco disimulada del videojuego Five Nights at Freddy’s (habiendo visto algún video no puedo no darles la razón), cuyo argumento prácticamente es el mismo, pero aquí se le suman a la trama principal algunos personajes por completo olvidables para aportar carne de cañón.

Por otro lado, hay cierta construcción mitológica para la maldición que ocurre en la casa de juegos, pero nada demasiado serio, porque estamos antes que nada frente a una comedia, que por momentos es muy graciosa, simple y sobre todo efectiva. Que, cierto es, no abraza ‒quizá por presupuesto‒ por completo la posible locura que tiene a su disposición (todas las muertes son... sencillas, digamos) y que es incluso pacata por momentos (gore sí, desnudos no), pero como se apoya 100% en el gran Nic, que está desatado y no pronuncia una sola palabra en toda la película, termina por ser un verdadero festival histriónico para quienes somos sus fans.

Willy’s Wonderland, dirigida por Kevin Lewis. On demand en Vera TV.