“Es la manera que encontramos de hacer el cine que nos gusta. El cine respetuoso de la realidad, el cine abierto a lo que ocurre. Nuestra gran misión para nosotras como realizadoras es que se devele algo de lo real”, dice la directora Gabriela Guillermo sobre su trabajo conjunto con Irina Raffo, su amiga y codirectora de Historia de otoño, la película que desde el jueves se puede ver en las salas de Cinemateca.

Historia de otoño gira en torno a una mudanza. O al menos, eso es explícitamente lo que le está sucediendo a la protagonista, Jeannette, quien deja su casa por primera vez en 15 años. El otoño no sólo estará presente como una estación, sino como el rescate de un estado, un momento en la vida en que la reflexión excede las posibilidades que pareciera ofrecer el mundo.

La película es la segunda entrega de una tetralogía sobre el amor y las estaciones que Guillermo y Raffo vienen construyendo pacientemente; en febrero habían estrenado Historias de verano, una mirada sobre el amor joven bajo el sol de Playa Verde y aledaños. Un poco antes del estreno, dialogamos con Gabriela Guillermo.

¿Por qué esta historia sucede en otoño?

Nosotras partimos de la premisa de filmar historias de amor en diferentes estaciones del año, teniendo muy presente la naturaleza como parte de las historias. Luego establecimos una relación muy personal sobre qué tipo de historia correspondía a cada estación: Historias de verano habla del amor desde la perspectiva de los adolescentes y jóvenes, la primavera la dedicamos al encuentro del amor en los treinta años, invierno es el amor en la vejez y otoño es una historia de dos mujeres que ya están cerca de los 50 años. Hay una cuestión que tiene que ver con la visualización del cambio que se da particularmente en otoño. Es una característica de la propia estación: en otoño naturalmente todo cambia. El estado en el que está la protagonista va más allá de la casa. Una cuando se muda inevitablemente se enfrenta a esta cuestión de qué dejo atrás y qué me llevo, y en todo aquello se juega mucha vida. En la película sentimos que la casa que está dejando Jeannette atrás se va despojando de a poco, como los árboles. Otra cosa que nos pareció maravillosa fue encontrar en los colores propios de las actrices los colores del otoño.

¿Cómo se escriben estas historias?

Con Irina sabíamos que queríamos escribir una película sobre el vínculo entre dos mujeres. La construcción de los vínculos es sin duda el objetivo más importante en estas historias y lo que más nos reconforta. Nos inspiramos en Cinco meditaciones sobre la belleza, el libro de François Cheng, y a partir de él y de nuestros maestros que siempre nos acompañan, como Éric Rohmer, Luc Bresson y otros directores del cine moderno, proyectamos cinco encuentros entre las dos protagonistas. Todo lo demás fueron regalos de la realidad. Con Jeannette y yo somos amigas desde 1992 y nos hemos acompañado siempre en esta aventura del cine. Ella realmente estaba empezando a mudarse y María Pía, quien también es amiga nuestra, tenía el deseo de actuar en una película y fue de los más grandes hallazgos en este proceso. El personaje de María Pía aparece como una compañía para Jeannette en este momento de transición tan importante y la ayuda a mudarse en su auto como fletera, trabajo que también hizo en algún momento Pía en la vida misma; a ella le gusta manejar, como dice en la película. Cuando uno tiene la voluntad de contar una historia, los elementos muchas veces aparecen solos y decís: “Ta, acá tengo que hacer una película”.

Por lo que contás, hay mucho de tu propia vida que se juega en tus propuestas como directora, e Historia de otoño parece ahondar en eso. ¿De qué manera entienden que se establece el vínculo entre lo real y lo ficcionado en la realización de una película?

Lo que hacemos es lograr una alianza entre lo controlado, lo posible –por ejemplo, unas líneas de guion–, y lo que ocurre en la realidad, y en esa intersección paramos la cámara. Vamos muy abiertas al rodaje, como jugando; realmente nosotras respetamos que el cine sea una aventura. No sabés qué te vas a encontrar el día de rodaje. Es una serie de pequeños milagros que se dan en estas realizaciones, y eso es gracias a estar abiertas a lo que la realidad nos ofrece y ser canales para dejarlo ver. Si vos estás en ese estado de apertura, empiezan a suceder estas cosas. No dejamos nada fuera del montaje. Irina planta la cámara y esperamos que suceda lo que tenga que suceder. Llevamos al rodaje un guion, pero siempre se está escribiendo. En este tipo de propuestas la propia realización, sobre todo las actrices, van guionando la película. El personaje de Jeannette, por ejemplo, tiene una relación profunda sobre las cosas, como en las películas de Rohmer, en que siempre hay una que reflexiona, y por eso no necesitamos volver a filmar el contraplano de una misma escena. Si se repetía la toma era por cuestiones de cámara; de hecho, las actrices siempre decían cosas diferentes referidas al mismo tema, y esos pasajes, esas ideas y sentires que emergen tienen que quedar registrados. Como decía Heráclito: “Sólo aquel que espera está preparado para lo inesperado”.

¿Cómo lograron hacer la película?

Tanto para Irina como para mí filmar es un deseo irrefrenable. No concibo mi vida sin el cine. Con Irina hicimos eso más explosivo todavía, siempre es lindo tener una cómplice para filmar. Nada nos detiene porque hacer películas es una necesidad vital. Las hacemos a puro pulmón, en mi caso balancéandome entre mi trabajo como docente de la Escuela de Cine en Playa Hermosa y como realizadora. Contamos mucho con nuestros amigos, por supuesto. Primero que nada con Jeannette, que nos ha entregado su casa, sus cosas, toda su vida y su poder de reflexión, que siempre fue algo maravilloso en ella; por otro lado, Pía que nos regaló una actriz que demostró estar más que preparada no sólo para pararse frente a la cámara sino también para tomar decisiones frente a ella y sorprendernos a todos en el set. Contamos con el apoyo de egresados de la escuela en el sonido directo, están Pedro Bertoni y Rodrigo Abelleira. Nuestro amigo artista Juan Uria apoyando en la verdadera mudanza de Jeannette también aportó su arte a la película. Es la primera vez que tenemos a Daniel Yafalian en la mezcla sonora. También nos ayudaron mucho los fondos de ayuda de promoción de cine nacional del ICAU, porque nos permiten que se proyecten las películas como debe ser, en DCP, y que se estrene en Cinemateca y el Sodre, para mí las mejores salas de cine que tiene nuestro país. Hacer películas de este modo, casi sin fondos, genera una aproximación más sincera, cercana a lo poético. Estas son pequeñas películas que con tan poquito y mucho a la vez logran construir vínculos. Como decía Jean Cocteau en una frase que trato siempre de compartir para que se inspiren mis alumnos: “Cuando el cine esté al mismo alcance que el papel y el lápiz, entonces veremos quiénes son los verdaderos poetas”.

Historia de otoño, de Gabriela Guillermo e Irina Raffo. En Cinemateca (Bartolomé Mitre 1236), todos los días a las 20.20, hasta el miércoles 28.