Hay ciertos nombres que se vienen repitiendo durante los últimos años y conforman la primera plana del cine danés. Dos se destacan: el director Thomas Vinterberg y el actor Mads Mikkelsen. El primero fue parte del hoy ya legendario movimiento Dogma 95, esa camada ética/estética que tuvo como figura más conocida a Lars Von Trier, y fue responsable acaso de la mejor película que respetara sus lineamientos (Festen o La celebración, maravilloso y traumático drama familiar de 1999). Durante los siguientes años, Vinterberg se confirmó como autor de potentes películas que se atrevían a presentar cualquier tipo de tema.
Mikkelsen también comenzó su carrera fines del siglo pasado ‒fue parte del tríptico Pusher, que hizo saltar a la fama al también danés Nicolas Winding Refn‒ y pronto se transformó en uno de esos rostros reconocibles cuyo nombre cuesta recordar, alternando películas comerciales estadounidenses (en las que insistían en seleccionarlo como villano) con proyectos más personales en su país natal, a la usanza de Max von Sidow, que hacía exactamente lo mismo para poder filmar con Ingmar Bergman.
Otra ronda no es la primera colaboración de Vinterberg y Mikkelsen. En 2012 habían puesto la vara muy alta con La cacería (Jagten), la historia de un maestro acusado de abuso sexual en la escuela en la que trabaja, que puso sobre la mesa el tan cascoteado tema de la presunción de inocencia. Ya La cacería ‒con Vinterberg en los controles y Mikkelsen en el protagónico‒ había sido nominada a mejor película extranjera en los premios Oscar, pero con menos suerte que la que nos ocupa hoy.
Experimentos y géneros
Cuatro profesores de secundaria de Copenhague ‒el de Historia, el de Música, el de Psicología y el de Gimnasia, interpretados respectivamente por Mikkelsen, Lars Ranthe, Magnus Millang y Thomas Bo Larsen‒ se encuentran en una encrucijada: todos pasan los 40 años de edad, sus vidas se han vuelto rutinarias, tristes o vacías y, durante el festejo de cumpleaños del más joven de ellos, cobran repentina conciencia de todo.
En ese mismo festejo, aparece el quid del asunto: el profesor de Psicología recuerda un tratado, una teoría de un reputado especialista, que asegura que los humanos nacemos con 0,5 menos de alcohol en sangre de lo que deberíamos. Por tanto, si uno se las ingenia para compensar eso de manera regular, podría llegar a ser más animado, funcional, o feliz, en una palabra. Y un poco porque sí y otro poco porque la realidad es mucho más espesa que lo que ellos mismos quieren admitir, allá va el cuarteto de amigos a realizar el experimento: mantener un 0,5 permanente de alcohol en sangre, mientras mantienen la parte más activa de sus vidas.
El experimento tiene reglas claras: sólo consumirán alcohol en días y horarios laborales, manteniendo siempre el porcentaje en sangre medido con un espirómetro, controlando por escrito los resultados. Eso es lo que cuenta esta maravilla que propone el enorme Vinterberg, tanto en clave de comedia dramática como en clave del drama más desolador: son tantas las oscilaciones del experimento que nos podemos mover fácilmente entre géneros.
La película da un revival a la tan mentada crisis de los 40, centrada en este caso en sus personajes disímiles y contada desde un punto de vista por completo diferente. No es menor, además, que se trate el consumo de alcohol en Dinamarca, donde es un problema particularmente entre los jóvenes (que consumen el doble que en cualquier otro país de Europa) y la población en general.
Queda claro que si bien los cuatro personajes tienen su peso en el relato, la película no puede ‒ni quiere, y está bien‒ evitar centrarse en Martin, el profesor de Historia, interpretado por un hipnótico Mikkelsen, que brinda la que quizá sea la actuación de su carrera (lo que es decir) con un protagónico cargado de matices, mínimas expresiones, momentos desoladores ‒cuando se quiebra apenas en el restaurante, durante el mentado festejo‒ y explosiones desbordantes de energía (¡ese final!) que hacen que duela, emocione, divierta y enternezca verlo.
Una maravilla esta Otra ronda, que ha ganado muy justamente cuanto premio se le ha puesto adelante. Compleja, profunda y muestra cabal del gran cine que Dinamarca produce.
Otra ronda, de Thomas Vinterberg. En Netflix.