“Nosotros no buscamos a Villa García, sino que la historia nos buscó a nosotros. Tenía ganas de hacer teatro infantil nuevamente, y la intuición y la creatividad me llevaron a un lugar en que un maestro llamado José Pedro construye su propia escuela en el entorno rural entre Montevideo y Canelones. Empecé a bajar algunas ideas y personajes, que son los que se mantienen hoy con sus nombres y particularidades, y lo compartí con una compañera que me respondió con el link de la nota de la diaria sobre Martínez Matonte. No podía creer”, relata la directora, Leticia Magallanes, sobre la primera semilla de la obra.

Ese descubrimiento inicial la condujo junto con el equipo a investigar –y a fascinarse e involucrarse cada vez más– acerca de la Unidad Educativa Cooperaria de la escuela 157 de Villa García, en el kilómetro 21 de Camino Maldonado, que dirigió el maestro José Pedro Martínez Matonte desde 1952 y se vio interrumpida abruptamente con la dictadura.

“Estuve 21 años, pero hay una cosa fundamental con Villa García: José Pedro Martínez Matonte fue la experiencia de Villa García, pero Villa García no era Martínez Matonte. Yo llevaba la concepción de Durazno del liceo popular, llevaba la experiencia de cinco años de escuela rural, trabajando no con los estancieros sino con la gente humilde de los rancheríos, escuchando más que diciendo, aprendiendo más que enseñando. Y practiqué lo que había aprendido: abrir la puerta para adentro y para afuera abrirle a la gente”, decía Martínez en esa entrevista que publicó la diaria, un fragmento de una charla con el fotógrafo Vladimiro Delgado que data aproximadamente de 1988.

Lo que encontró este grupo de actores en Villa García fue una experiencia educativa con una raigambre que se hundía en la profundidad de la tierra del barrio y que había calado hondo en cada uno de quienes habían participado de alguna manera: maestros, vecinos, alumnos.

“Era como que levantabas una piedra y aparecía alguien que había tenido vínculo con Villa García”, dice Nicolás Varela, que encarna el personaje del maestro en De puertas abiertas. Esa experiencia, además, forma parte hasta el día de hoy de la identidad del barrio y, con particular potencia, de la escuela 157: “Es una escuela que está atravesada por esa historia, está muy presente en quienes trabajan allí. Algo que me llama mucho la atención es que es una de las más pobladas de Montevideo: tiene más de mil alumnos. Las veces que he ido y que hemos charlado con las docentes, nos dicen que están ahí porque aman esa escuela, y hay algo mágico: son grupos hermosos, sigue habiendo una relación con los padres. Hay algo de la comunidad de Villa García que es muy fuerte y que se sostiene hoy, que con el Proyecto Integral Villa García intentan recuperar la huerta y hay además espacios de participación comunitaria que funcionan los sábados. La escuela sigue siendo el centro”, cuenta Magallanes.

Foto: Agostina Vilardo

Foto: Agostina Vilardo

De la escuela al teatro

Llevar a un texto teatral una experiencia tan rica en matices, tan arraigada en la comunidad y en la experiencia vital personal de cada protagonista era todo un desafío que, como correspondía, el grupo abordó de forma colectiva, involucrándose, debatiendo, investigando. Esa investigación fue dando un material tan abundante y potente, que se embarcaron a hacer un documental.

“Meternos a contar la historia de Villa García era casi un imposible: contar una realidad compleja, con tantos protagonistas y con tantas dimensiones, con repercusiones en cada quien que vivió la experiencia desde un lado diferente, no iba a ser del todo justo con la realidad. Decidimos contar la historia desde una experiencia educativa que se inspirase en algo de eso. Leti nos invitó a una propuesta de historia sin un guion escrito: se fue escribiendo a partir de un trabajo colectivo muy fuerte que ella como directora logró ordenar, llevar al papel y escribir en escenas, armar un relato. A lo largo del proceso creativo, Villa García fue ganando presencia, por ejemplo, en la construcción del rol del maestro, que termina construyendo su identidad cuando decidimos que es exalumno de la escuela de Villa García y que compartió con Matonte. Ahí está el hilo que lo hace crear su propia escuela en el medio rural y generar una relación educativa apoyada en cuestiones fundamentales que tienen que ver con el encuentro, con la participación protagónica de los gurises en la construcción de la propuesta educativa, con una escucha muy atenta, con una relación educativa muy afectuosa”, detalla Varela.

Abordar esta experiencia implica también situarla en el momento histórico en el que pudo desarrollarse y, posteriormente, en las circunstancias en que se vio interrumpida abruptamente. “También hay una historia que [el protagonista] lleva sobre sus hombros, que aparece en la historia y fue un debate para nosotros: cuánto y cómo aparecía la dictadura en una obra infantil. No podíamos mirar para el costado, y creo que encontramos la forma estética, cuidada de poder presentar algo de esta historia que nos llena de mucha emoción y que el domingo en el estreno lo vivimos de uno y otro lado”, comenta Varela.

Magallanes agrega: “[En el estreno] estaban casi agotadas las localidades. Una sala muy amigable. Mucha emoción al salir. La obra cala en el mundo adulto también. El otro día me preguntaban cómo hacer para hablar de estas cosas con gurises. Creo que con responsabilidad y no subestimando. Hay que buscar la manera de decir las cosas, pero hay que decirlas. Eso fue parte del desafío de este proceso”.

Foto: Agostina Vilardo

Foto: Agostina Vilardo

Sobre De puertas abiertas, comenta la directora: “Es una obra muy tierna porque está encarada desde ese lugar. No hay un problema terrible, no entra un malvado como suele ocurrir en las obras infantiles. Decidimos transitarla desde la ternura, desde los vínculos, desde el vínculo educador-gurises hiperhorizontal, cada uno con su rol. Y cómo el maestro interactúa con ellos. Hay algo bellísimo en cómo los tres niños terminan cobrando el protagonismo de la escuela: son ellos los que quieren salvarla. Repiten: ‘La escuela es mi casa’”.

“Encontramos que no podíamos entrar en contradicción: el maestro no podía ser el protagonista de la historia. La primera protagonista es la historia, es algo que queremos contar y el protagonismo está en ese relato. Y, por otro lado, más allá del rol del maestro, cómo generar una relación educativa en la que los verdaderos protagonistas sean los gurises”, agrega Varela.

“Nos planteamos qué historia queríamos contar. ¿Volvemos a una historia de Disney? Quisimos contar algo que sucedió en Uruguay, que habla sobre nuestra historia, que recupera la memoria sobre esta comunidad. Invitamos a la gente a que venga para contarle estas historias esperanzadoras, profundas, emocionantes, tiernas, y que además son nuestras. Creo que esa es la clave”, afirma Magallanes. Y Varela subraya: “Por otra parte, nos interesa rescatar que hay algo que se da en el encuentro, que tiene mucha potencia y, de alguna manera, volver a retomar la confianza en el potencial de lo educativo. Por algo Villa García quedó marcada a fuego en personas que hoy son adultas y que tienen en sus decisiones vitales una incidencia muy fuerte de lo que fue aquella experiencia de cuando eran niños”, subraya Varela.

De puertas abiertas, de Leticia Magallanes. Sala Lazaroff (Intercambiador Belloni, primer piso), sábados 25 de setiembre, 2, 9, 16 y 23 de octubre a las 15.30.