Todavía se sigue discutiendo su (para algunos) polémico final, y sus actores protagonistas continúan opinan sobre la experiencia. También se sigue esperando –en vano, creo yo– que George RR Martin termine por fin la saga que dio origen a la serie de fantasía más exitosa de los últimos decenios. Tampoco ha cambiado la búsqueda de la heredera: aquella serie que ocupe el vacío que dejó Juego de tronos y que recoja a los fans que quedaron huérfanos tras su final.
No cabe duda de que un gran contendiente para esto es la serie de Netflix The Witcher, que recientemente estrenó su segunda temporada, pero ahora Amazon propone un nuevo participante para este concurso: La rueda del tiempo. Ambas son series que adaptan una obra literaria, ambas presentan sus propios universos fantásticos, ambas cuentan con héroes, villanos, magia y monstruos. Veamos qué ofrecen.
El brujo de pelo blanco
El caballo del comisario, hoy por hoy, es The Witcher. Es una adaptación de los libros del polaco Andrzej Sapkowski, que ya habían tenido antes su buena ración de adaptaciones audiovisuales. Sus ocho libros ya eran un exitazo literario cuando le ofrecieron adaptarlos a película primero y a serie después en su país natal, propuesta que el buen hombre aceptó para llevarse un palmo de narices: los conocedores coinciden en que la versión polaca es un sinsentido bastante mal realizado y que poco y nada tiene que ver con las novelas.
Sin embargo, su consagración internacional no devendría del cine ni de la televisión, ni del original en narrativa. The Witcher es, antes que nada, una imponente saga de videojuegos que se cuenta entre las más exitosas, jugadas y vendidas del mundo entero. Con el espaldarazo que significaron esos tres o cuatro juegos, Netflix se involucró en el asunto hace dos años y aquí estamos hoy, con esta segunda temporada que presenta este mundo donde existen brujos que cazan monstruos pero en el que –para sorpresa de nadie– los peores monstruos suelen ser siempre los humanos.
Luego de una primera temporada desafiante desde lo narrativo (transcurría en tres líneas temporales en paralelo y era imprescindible ver bastantes episodios para terminar de entender dónde estaba ocurriendo y cuándo), ahora asume un relato más “normal”, si se quiere, aunque sostiene dos tramas en paralelo. Por un lado, el witcher Geralt de Rivia (Henry Cavill, quien sigue siendo un gran acierto en el rol protagónico) protege a Ciri (Freya Allan), la heredera al trono del reino más poderoso de este universo (y, por tanto, un reino siempre en disputa); por otro lado, la hechicera Yennefer (Anya Chalota) tiene que iniciar su propia búsqueda para recuperar su poder mágico.
A su alrededor, lo de siempre: batallas por el control de todos estos reinos –cuyos nombres la serie sigue tirando a la bartola, haciendo imposible que uno recuerde tanta información si no ha leído los libros– que aluden a situaciones que difícilmente alguien recuerde de la primera temporada, llevando ambas tramas, sin embargo, a buen puerto luego de esta segunda tanda de episodios.
¿Por qué funciona The Witcher si dista mucho de ser diáfana? Porque logra un gran sentido de la épica, de la aventura; porque genera grandes momentos de emoción (ayuda, y mucho, el mayor presupuesto para efectos especiales en esta segunda temporada) y entretiene siempre, incluso con el coraje de cerrar esta tanda con un final agridulce. Hay que ver cómo sigue, pero sus esfuerzos por presentar su propio universo son muy meritorios. Por lo pronto, ya tiene su tercera temporada confirmada y una serie animada y otra de acción real que funcionará como precuela de origen del relato.
Reencarnación y magia
La rueda del tiempo adapta también una saga literaria, en este caso la creada por Robert Jordan en 1990, que consta de la friolera de 14 entregas (aunque las últimas tres fueron completadas por Brandon Sanderson a partir de notas del autor, luego de su muerte). No comprende conceptos especialmente originales, siendo sinceros: un mundo con magia (en este caso mayoritariamente femenina, dado que los hombres que la practican enloquecen), un elegido para salvar el mundo de un ente maligno llamado El Oscuro, un viaje al estilo Compañía del Anillo. En fin, todo muy JRR Tolkien. Pero esto mismo no impidió el éxito de la saga literaria ni –al parecer– el de su adaptación a la televisión a cargo de Amazon.
La cosa da comienzo cuando la hechicera Moraine (Rosamund Pike, la fuerza de la serie toda) y su protector Lan (Daniel Hennie) llegan al pequeño pueblo Dos Ríos. Parece que en este universo la reencarnación es cosa sabida y en este lugar plácido y tranquilo ha venido a renacer hace 20 años El Dragón, quien es el elegido para enfrentar el regreso cada vez más presente de El Oscuro, cómo decíamos antes. El asunto es que hace 20 años nacieron cinco posibles candidatos y no uno, por lo que Moraine no tiene más remedio que reclutarlos a todos e iniciar un viaje –un escape, más bien, porque las fuerzas del mal no van a tardar en perseguirlos– mientras logra dilucidar cuál de los cinco jóvenes es el elegido.
Esta primera temporada adapta al completo el primer volumen de la saga –El ojo del mundo– y se percibe siempre como una introducción a un relato más ambicioso. Nada de qué quejarse a este respecto, siempre y cuando uno sea paciente. Al igual que en The Witcher, hay mucho nombre, mucho lugar, mucha mitología de golpe, lanzada sobre el espectador, pero es cierto que se encauza sobre el final y uno termina más o menos entendiendo dónde estamos, de dónde viene quién y para qué vamos para allá. Hay que superar unos pésimos efectos especiales, pero los personajes se van construyendo interesantes y llegamos al final de los ocho episodios con ganas de ver cómo sigue (en su segunda temporada, que ya está confirmada).
La rueda del tiempo. Una temporada de ocho episodios. En Prime Video. The Witcher. Dos temporadas, cada una de ocho episodios. En Netflix.