Quizás ustedes lo sepan, pero yo lo tuve que googlear: League of Legends es un videojuego muy popular (bueno, eso sí lo sabía) de la modalidad “multijugador de arena de batalla en línea”. Esto significa, básicamente, que dos equipos de jugadores se enfrentan y el objetivo es ganarle al otro. El videojuego fue adaptado en forma de serie animada para Netflix, aunque quienes lo conocen explican que no es una adaptación fiel, y que tal vez sea esa una de las razones de su éxito. Porque Arcane es una muy, pero muy buena serie.

En los últimos años tuvimos un par de películas animadas que se destacaron por sobre el resto gracias a su animación. La primera fue la formidable Spider-Man: Un nuevo universo. La cinta contaba una aventura multidimensional sacándole todo al jugo a las posibilidades que da la animación, incluyendo tramas, coreografías, e incluso guiños al origen del personaje en las historietas. En 2021 llegaría La familia Mitchel vs. las máquinas, dirigida por Michael Rianda, que también hizo énfasis en las ventajas del género, aunque contando una historia más sencilla.

Arcane, que estrenó su primera temporada de nueve episodios en Netflix, continúa con esta bienvenida tendencia. De temática madura, no se conforma con utilizar la animación sólo como forma de presentar la trama, sino que la utiliza como trampolín para embellecer lo que está mostrando, aunque lo que esté mostrando sea crudo y feo.

En una ciudad con tecnología que recuerda al steampunk pero un poco menos risible, los poderosos y las masas explotadas viven en sectores distintos. Hasta aquí no hay nada nuevo. Un grupo de ladroncillos se hace de unas piedras muy poderosas, que se comportan en el límite entre la magia y la tecnología, y allí comienza una peripecia que tendrá tintes políticos, bélicos y, por supuesto, mágicos.

Con el correr de los episodios notaremos que el elenco se va ampliando y sus relaciones se van volviendo complejas. Casi como si estuviéramos viendo una serie de HBO del estilo de La materia oscura, pero mejor. Porque lo que sucede está contado con un colorido notable, una fotografía muy cuidada y hasta una banda de sonido muy pop, que no desentona en ese mundo de zepelines y arcabuces.

No todos son goles en esta serie, que ya tiene segunda temporada confirmada. En el primer arco de tres episodios, una de las protagonistas parece haber sido blanco del odio de los guionistas, que la tratan peor que a un trapo de piso. Eso motiva una transformación del personaje, que por momentos se asemeja demasiado a Harley Quinn, la antiheroína (y ex antivillana) de DC Comics. Si hasta tiene su Joker de segundas marcas y todo. Otro aspecto que pudo estar mejor cuidado es el de la mayoría de las mujeres protagonistas, que sin ser bombas sensuales tienen figuras estilizadas, rostros bellos y vestuarios un poco reducidos.

De todos modos, el resultado final es ampliamente positivo. En una era en la que la oferta televisiva nos tapa como un tsunami, se destacan aquellos productos que hacen un esfuerzo extra. Y Arcane se pone las pilas, o el equivalente steampunk de las pilas.

Arcane. Una temporada de nueve episodios, de 39 a 44 minutos cada uno. En Netflix.