Con melodías memorables sepultadas en capas de distorsión, el grupo originario de Granada (España) pisó con fuerza desde sus comienzos. Los Planetas fue la primera banda de su estilo que cantó en español y demostró que el indie también podía ser exitoso y vender muchos discos. Ya en su primer álbum, Super 8 (1994), llamaron la atención con “¿Qué puedo hacer?”, tema que arranca con una frase simple y demoledora, de las que habrá varias en su carrera: “¿Qué puedo hacer / si después de tanto tiempo no te dejo de querer?”.

Su sonido, que se construye como un enjambre de guitarras, remite a bandas icónicas de noise como Sonic Youth o Dinosaur Jr, pero también permite referencias menos evidentes como Hüsker Dü. Con el paso del tiempo, algunas de sus canciones se erigieron como auténticos himnos, con letras que emocionaban desde la descripción de lo cotidiano. Fueron claves para el indie español, pero también para el latinoamericano. Muchas bandas de la región la nombran como referencia e incluso en Uruguay encontramos un grupo que toca covers de sus canciones, llamado –con mucha lógica– Los Satélites.

La consagración de público y crítica les llegó con Una semana en el motor de un autobús (1998), su tercer álbum, considerado por muchos de lo mejor del pop en español, a secas. La forma arrolladora con la que comienza, con ese sonido de batería poderoso de Eric Jiménez, ya da una pauta de lo que vamos a escuchar. Grabado en Nueva York en un momento difícil de la banda, con grandes tensiones y partida de algunos integrantes, las contrariedades parecieron decantar en una productividad sin igual. Con un sonido más ajustado, en este disco parecen haber encontrado el equilibrio entre temas pop efectivos y momentos instrumentales densos que los acercan al space rock de Spacemen 3 y Spiritualized.

Si bien la mayoría de las canciones del disco parecen románticas, muchas hablan en realidad de una relación deteriorada entre Jota (voz y guitarra) y Florent (guitarra), en ese momento atravesando serios problemas de adicción. Con letras introspectivas cargadas de rencor y deseos de venganza, el disco exuda frustración y genera una identificación con sentimientos que a uno le dan un poco de vergüenza. Cierra de forma ambiciosa con los 9.33 minutos de “La copa de Europa”. A más de 20 años de editado el disco, ya se puede definir como un clásico. Uno de esos a los que se vuelve cada cierto tiempo.

Las letras de Los Planetas suelen generar la sensación de que alguien por fin te entiende, que habla de las cosas que te pasan sólo a vos. Esa impresión se intensifica con melodías pop simples y eufóricas, que hacen que uno quiera corear las canciones a los gritos. Sobran los ejemplos. Está “La playa”, una historia de amor y celos que cierra con una honda tristeza que sólo puede escribir Jota. Sencilla y profunda. O “Línea 1”, un retrato desolador de las adicciones narrado desde los hechos más cotidianos.

Sin metáforas rebuscadas o palabras grandilocuentes Jota logra describir situaciones que le pasan a mucha gente pero que parecen nunca haber sido dichas de esa forma. Quizás la mejor en ese sentido sea “Un buen día”, del disco Unidad de desplazamiento (2000). La canción logra conmover con la descripción de un día corriente, incluyendo las acciones más anodinas, cuando el protagonista está tratando de olvidar a una persona. Es difícil de imaginar que una letra compuesta de frases como “He puesto la tele y había un partido / y Mendieta ha marcado un gol / realmente increíble” pueda resultar profundamente emotiva.

Sensatez y sentimientos

Más allá de que muchas de sus canciones son de amor (habría que contabilizar las veces que aparece el verbo “querer” en sus temas), Los Planetas también son reconocidos por sus canciones de odio, que mastican bilis y rabia. El tema paradigmático en ese sentido es “Pesadilla en el parque de atracciones”, en el que cantan: “Y quiero que sepas que espero que acabes / colgando de un pino / cuando veas lo imbécil que has sido / cuando veas que lo has hecho fatal / y que quiero que sepas / que ha sido un infierno estando contigo / el infierno es lo más parecido / te pareces un poco a Satán”.

Otro buen ejemplo de letras como flechas envenenadas está en “Segundo premio”, tema que abre Una semana en el motor de un autobús. Allí, el protagonista le reclama a un otro ausente que regrese, para cerrar diciendo: “Si esto te hace daño / si te puedo hacer sufrir / ha servido para algo / por lo menos para mí”.

Con el disco La leyenda del espacio (2007) Los Planetas comenzaron a aproximarse al flamenco, que han desarrollado en sus últimas composiciones, en las que destacan arreglos de cuerdas cargados y elegantes. En 2017 sorprendieron con Zona temporalmente autónoma, un éxito de ventas con temas bellísimos como “Hierro y níquel” o “Espíritu olímpico”, una joya pop con algunos de los mejores versos que ha creado Jota: “Tus ojos y los míos se han enredado / como zarzamoras en el vallado”. También merece una mención la monumental “Islamabad”, basada en un tema del trapero Yung Beef: siete minutos épicos cargados de crítica y filosofía.

A Montevideo llegan con un flamante disco bajo el brazo, Las canciones del agua, en gran parte compuesto por temas que nacieron del encierro por la pandemia de covid-19 en 2020 y 2021. El álbum arranca con “El manantial”, un poema de Federico García Lorca musicalizado con destreza y refinamiento. La canción “Alegrías de Graná” impresiona con sus guitarras desbocadas, mientras que “La nueva normalidad” describe con detalle y sorna una situación de saqueo como sólo ellos podrían hacer. Alguno de estos temas se podrá escuchar en su show en La Trastienda, donde esperaremos para cantar a todo pulmón esas canciones desgarradoras que tanto nos identifican.

Los Planetas en La Trastienda (Fernández Crespo 1763) este lunes a las 21.00. Entradas a $ 1.200 y 1.500. Abre Julen y la Gente Sola.