Alquilar casa puede ser complicado. Y no me refiero al infernal proceso de conseguir garantía, un precio accesible y que el lugar no sea una pocilga. Complicado como que el departamento o habitación alquilada esconda algún tipo de secreto, como un propietario que te espía con cámaras escondidas, una puerta secreta que se abre en plena noche o un tipo que te sale de adentro del ropero con intenciones homicidas.
La consigna de habitar un espacio desconocido es más que buena para conformar una suerte de subgénero –si de algo sabe el horror es de generar interminables derivaciones temáticas– que podría ser definido como “turistas en peligro”, aunque no siempre sus protagonistas son vacacionantes. El caso paradigmático es el de Alfred Hitchcock con Psicosis y su Janet Leigh, que elige el peor de todos los moteles de camino posible, pero no es sino hasta fines de la década de 1970 que se volvería mucho más popular. De hecho, el film fundacional de esta corriente (o, al menos, uno de los más populares) es el que comparte título con esta reseña.
Producido por el inefable Charles Band (una suerte de Roger Corman ochentoso), Trampa para turistas ya sentaría en 1979 las bases de este tipo de relatos: los jóvenes que alquilan donde no deben, el recorrer un espacio que a las claras se ve amenazante (en este caso, un museo de maniquíes, nada menos), alguna cara veterana en el reparto para dar credibilidad al asunto (el recio Chuck Connors) y la sensación de ay de ti que te metiste allí donde no era buena idea.
Parte del slasher ochentero, los inquilinos en peligro se reiterarían hasta perder –como el propio slasher– su popularidad. Sus historias se tornarían algo anónimas y redundantes, lo que el cambio de siglo no perdonaría.
Sin embargo, en tiempos muy recientes, Dave Franco realizó The Rental e incorporó una nueva herramienta de la realidad al subgénero: Airbnb. Franco nos cuenta el problemón que tienen dos parejas al alquilar la casa equivocada y cómo el más terrible terror puede esconderse en el mismo lugar que uno momentáneamente alquila mediante la práctica aplicación. Ahora, es el director y guionista Zach Cregger quien viene a revigorizar el asunto con Bárbaro, una vuelta de tuerca al subgénero.
Su relato comienza con Tess (Georgina Campbell), quien se encuentra en Detroit por una entrevista de trabajo y ha alquilado una casa en un barrio muy poco aconsejable mediante una aplicación online. Pero la casa ya está ocupada por Keith (Bill Skarsgard, también productor de la película), quien asegura haberla alquilado también. Llaman ambos a la empresa sin suerte, afuera diluvia, una convención tiene saturados todos los hoteles, no conviene dormir en el auto en un barrio como ese y así, dudando muchísimo (y es lógico: ese tipo interpretó a Pennywise en el reciente díptico de It), Tess acepta compartir la casa por esa noche.
Detengámonos aquí, dado que lo anterior es, más o menos, lo que cuenta el trailer de la película. Porque si algo favorece muchísimo a Bárbaro es la cantidad de sorpresas que propone y cómo sacude hasta a espectadores avezados. No será uno, sino tres los relatos que confluirán y, si bien la respuesta a todo es sencilla, hay un gran disfrute en irla descubriendo por uno mismo.
Aunque plena de elementos del cine de terror moderno –protagonista femenina, mensaje antiacoso, muchos personajes masculinos desagradables–, Bárbaro destaca por estar pensada como un relato de miedo. Y logra sobresaltar en más de un momento, sobre todo a medida que se va volviendo más y más disparatada.
A este respecto, comparte en cierto modo un lazo con la reciente Maligno de James Wan, sobre todo por la manera en que ambas películas abrazan el lado B que tanto bien le hace al horror como género y que lo ayudó a volverse mítico y de culto en el siglo XX. Su final redondo permite que uno haga la vista gorda con ciertas situaciones que impulsan la trama donde al relato le conviene (pasa casi siempre) y otro tanto pasa por las actuaciones. Campbell y Skarsgard funcionan perfecto, e igual los papeles menores de Richard Brake y un perfectamente odioso Justin Long.
Lo más interesante pasa de manera extradiegética: la cima terrorífica que presenta Bárbaro es por completo real: ver a una ciudad como Detroit convertida en un terreno baldío, plagado de casas abandonadas y muchísima miseria. Otra que ir a alquilar al lugar equivocado.
Barbarian. 103 minutos. En Disney +.