El año que cierra estuvo marcado por el fin de las restricciones a los eventos culturales que había impuesto la covid-19. Si hacia el final de 2021 retornaron los grandes recitales en espacios abiertos –los conciertos de Jaime Roos y No Te Va Gustar en el Estadio Centenario fueron hitos de la reapertura, aunque al poco tiempo hubo una ola estival de la enfermedad–, en abril de 2022 se terminaron los protocolos que limitaban el aforo y obligaban a usar tapabocas en espacios cerrados.
En lo formal, entonces, se volvió a la normalidad, pero en la práctica es inobjetable que dos años de actividad irregular afectaron tanto al público como a los organizadores de espectáculos. En particular, las empresas e instituciones privadas todavía están evaluando a qué normalidad regresan, en un medio en el que el Estado puede significar ayuda o competencia, ninguna de las dos cosas, o las dos a la vez.
La comparación
“Ya no están los temores y las precauciones de antes, pero seguimos viviendo sus consecuencias. Tenemos las cifras del comportamiento que nos indican que, más allá de lo que pasa en teatro, en otras áreas hay problemas para salir. Al cine le ha costado bastante que la gente vuelva a las salas. Con las restricciones, las personas se dedicaron a ver televisión y películas, y ahora la necesidad es otra, es ver espectáculos presenciales. Más que necesidad sanitaria, es una necesidad social”, dice Héctor Guido, histórico directivo del teatro El Galpón y director de Socio Espectacular, una asociación de salas de teatro y cine que incluye acuerdos con instituciones estatales, como el Sodre.
Francisco de Armas, director ejecutivo de la cadena de salas Movie, que ofrecen cine y teatro, parece estar de acuerdo: “En números, estamos terminando 2022 35% abajo que en 2019, por ejemplo. Con meses buenos, como los de vacaciones, que tuvimos 15% o 20% abajo, y otros meses más abajo. Para nosotros, la pregunta de fondo es si ese 35% vino para quedarse o va a seguir recuperándose de a poco. Nuestra apuesta y nuestra esperanza es que se va a seguir recuperando y que el año que viene va a ser como el año clave para ver hasta qué punto se recupera todo, parte o si seguimos como estamos ahora”. En las salas de teatro, en cambio, “estuvimos muy parecido a 2019 o incluso algunos meses hasta por arriba. Por esta circunstancia que hablaba”.
Cinemateca Uruguaya es un caso algo especial, según su coordinadora, María José Santacreu. “Es complicado hacer comparaciones porque todavía no sabemos cuál es la normalidad. Las nuevas salas de Cinemateca comenzaron a funcionar los últimos 15 días de 2018 y 2019 fue el año del boom debido al entusiasmo con las salas nuevas. Pero no nos dio el tiempo de afianzar y menos de desarrollar políticas orientadas a la fidelización de ese público, porque vino la pandemia y destruyó todo. Si tenemos que usar algún parámetro usamos el de las 10.000 entradas mensuales como promedio anual, que es más o menos lo que tuvimos en 2019. Si esa fuera nuestra normalidad, en 2022 todavía no llegamos a ella, ya que el promedio actual es de 7.500. Pero claro, los primeros tres meses del año seguíamos con restricciones de aforo, además de que este año no fue precisamente brillante en materia cinematográfica, con pocas películas que trajeran mucho público, salvo la muy honrosa excepción de Bosco”.
Natalia Bonanata, gerente comercial de la cadena Grupocine, opina desde otro lugar: “Todo parte de la oferta de las películas; si el contenido interesa, el público responde, tal como ha sucedido con ciertos títulos: Spider-Man: Sin Camino a casa, Minions: Nace un Villano, Jurassic World: Dominion, Argentina, 1985, y ahora con Avatar: El camino del agua. El público no ha cambiado, permanece activo, y si bien hay otras alternativas para el entretenimiento, salir al cine sigue siendo la opción elegida. Gracias a ello seguimos apostando, y como resultado en diciembre de 2021 inauguramos un nuevo complejo en Punta del Este. El consumo de alimentos en salas no ha cambiado, y permanece la constante: acompañar la peli con pop y refresco”.
Por su parte, Danilo Astori Sueiro afirma que “la actividad de 2022 ha sido más y mejor que la de 2019, pero también ha sido un año en el que se dieron varias cosas, casualmente, que lo hicieron tan bueno, sobre todo en lo que tiene que ver con algunos artistas con los cuales trabajamos usualmente”. La productora que encabeza, Gaucho, estuvo detrás de los shows de Lali, Fito Páez, El Mató a Un Policía Motorizado, Jack White y Cat Power, además de artistas locales como Buenos Muchachos y Peyote Asesino, y de espectáculos internacionales para público más reducido, como los de Pedro Aznar, Los Planetas, Magnetic Fields y Pat Metheny.
Astori y Guido hacen salvedades. “Quiero dejar claro que en un contexto general ha sido un año difícil; por un lado, con una oferta desmesurada y, por otro, entiendo que la actitud de consumo de los espectáculos ha cambiado desde 2020 para acá. En términos de contexto general, el negocio de venta de entradas ha bajado y tiene que ver con cambios de paradigma pospandemia y, por supuesto, con la realidad económica que vive nuestro país en la actualidad, por la que las clases más populares y media y media/baja son las más castigadas, gente que históricamente ha tenido inquietudes culturales y ahora quizá no puede acceder a la compra de una entrada”, dice el primero. Guido también detecta “los problemas económicos que está viviendo la gente. Los salarios han tenido una retracción muy fuerte y nuestra área es muy sensible a los ingresos de los hogares, porque el ocio, las salidas, son más fáciles de recortar que la asistencia sanitaria, por ejemplo. El tema económico de los uruguayos es preocupante”.
Para el actor y gestor, es posible que sea un núcleo de público menor que el que había en la prepandemia el que esté empujando la actividad: “La misma gente está saliendo más, sí. Hay más necesidad de salir”.
Renovación de público
Entre las consecuencias de la pandemia estaría un rejuvenecimiento de las audiencias. “Notamos que hay una asistencia de un público más joven y que le ha costado salir más al público mayor de 60 años. Históricamente teníamos un público mayor –el de teatro era así– y esta variación es muy atendible. Tal vez la gente mayor tenga más precauciones y los jóvenes estaban padeciendo más la pandemia”, observa Guido.
El gestor identifica también a la Comedia Nacional, que tiene acuerdos con Socio Espectacular, como un atractor de nuevos públicos: “Tuvo una actividad muy intensa y muy enfocada, y con excelente nivel. Su director, Gabriel Calderón, naturalmente convoca a los jóvenes y tiene una enorme capacidad de llegarles. Esos números los vemos reflejados en la asistencia. Hay más gente en el teatro y es gente más joven”.
De Armas ve algo parecido en el cine: “Las películas de niños, animadas, las películas adolescentes, franquicias como las de Marvel respondieron entre bien y muy bien. En lo que más se notó que el hábito no había vuelto como en prepandemia fue en el público adulto, sobre todo, de 40 años para arriba. Es un público que notamos que más le ha costado volver al cine. Por momentos la cartelera no ayudaba, pero cuando la cartelera ayudó, eso empezó a traccionar y a empezar a mover la rueda nuevamente. Creemos que sobre todo la gente adulta mayor sigue teniendo miedos ciertos meses, aunque cada vez menos”.
Santacreu bromea: “Capaz que nosotros tuvimos un efecto Calderón avant Calderón”, y aclara: “No me da la impresión de que haya cambiado la gente ahora, sino a partir de que tenemos las salas nuevas”.
Dólar bajo
Los exportadores no paran de reclamar que suba el precio del billete verde, pero en el mundo el dólar barato ayuda a traer artistas internacionales. El efecto se multiplica en el caso de aquellos provenientes de Argentina, dada la depreciación de la moneda local.
“En teatro, en Movie en particular, y tengo claro que en toda la plaza de Montevideo, este año fue muy bueno, acentuado también por la venida de elencos argentinos y los beneficios de los argentinos para venir a Uruguay. Se generó como un círculo virtuoso. Viniendo tantas obras argentinas, no sólo al Movie, en la plaza en general, se habló mucho de ellas, se habló mucho de teatro, se hablaba mucho del espectáculo. Y eso, mal o bien, hacía venir a la gente y esa gente veía la cartelera de cine y después podía volver. Fue superpositivo. Tuvimos obras argentinas, más allá de la calidad, que hubo de todo, mucha cantidad. Fue un año muy bueno en teatro, argentino y uruguayo, pero al uruguayo lo tenemos siempre y el argentino es muy circunstancial. Hay argentinos que siempre quieren venir y otros que si el tipo de cambio no les es tan favorable deciden hacer temporada allá y les cuesta más venir a Uruguay. Este año fue lo contrario”, admite De Armas.
Astori, que se mueve con músicos, piensa distinto: “No veo al dólar tan bajo como para mover la vara. No está incidiendo en ningún sentido a la hora de elegir la artística o hacerla más fácil. Tengamos en cuenta que la decisión de venir a Uruguay de parte de un artista está siempre inmersa en la confirmación de una gira latinoamericana y, en este sentido, la parada en Uruguay tampoco es algo definitorio para la gira, ya que Montevideo sigue siendo lo que se llama ‘mercado secundario’, o hasta terciario a veces, sobre todo para lo anglo. En cuanto a la infraestructura, hace tiempo que en nuestro país tenemos los recursos necesarios para producir a un gran nivel, en algunos shows de los grandes siempre tenemos que traer del exterior algo de audio, y sobre todo luces, pero digamos que el dólar tampoco incide de una manera tan favorable en este sentido”.
Entre el entusiasmo de De Armas y el escepticismo de Astori, opina Santacreu: “El dólar ayuda a que la actividad no sea tan deficitaria al comprar películas y recuperarlas con el valor de la entrada local. Pero la distribución es un tema complejo y a veces no depende tanto de lo que puedas pagar al momento de traer una película. Si un distribuidor tiene una película y decide no venderla si no es para un mercado regional o si las plataformas deciden que, por ejemplo, Madres paralelas o Pinocchio no van a pasarse en salas en Uruguay, no hay tutía. Por otra parte, el dólar bajo no ayuda tanto a las salas de cine porque el abaratamiento de la tecnología hace que hoy la gente tenga una pantalla de 65 pulgadas en el living con sonido surround y una alta definición que te hace arder los ojos, aunque los controles remoto no vengan todavía con una tecla mute que calle al niño o al perro”.
Guido comparte las apreciaciones de De Armas sobre las posibilidades de traer elencos argentinos, pero detecta nubes en el horizonte, ya que se conoció que desde algunas instituciones públicas también se está buscando traer espectáculos de la otra orilla del Plata, lo que, según él, sería competencia desleal.
No es streaming
De varios de los testimonios surge la idea de que, tras meses de encierro frente a pantallas, aquello que no se puede sustituir remotamente –las artes escénicas– despierta más entusiasmo ahora.
“Por primera vez la asistencia al teatro fue mayor a la del cine. Siempre había sido al revés y con mucha distancia”, dice Guido, apoyándose en datos del sistema de Socio Espectacular: la asistencia al teatro representa 37%, al cine de estreno, 18%, al cine arte, 15%, el carnaval (“que bajó un poco”), 6%, y música y ballet, 20%.
En Movie detectan la misma tendencia: “La sala grande porcentualmente tuvo más teatro que otros años. No que haya habido más teatro que cine, pero sí más que otros años”.
“Yo creo que el principal factor es el ‘voy al cine o no voy al cine’. Obviamente, mucha gente no tenía el hábito de consumir streaming, o lo tenía en forma mucho más tranqui, cada tanto, y la pandemia generó choques entre el tiempo de entretenimiento y de salida de casa. Por otro lado, cuando hay una cartelera y algo los tienta, valoran el programa cine como el teatro”, opina De Armas.
Santacreu concuerda y va un poco más allá: “Evidentemente, la lucha de hoy es por la atención de las personas. La exhibición de cine tiene que competir por el público con el teatro y la música, como siempre, pero también con el tiempo que la gente dedica a ‘estar’ en las redes sociales, jugando videojuegos, viendo series y películas en las plataformas, o las que baja de sitios piratas Es un panorama muy complicado para nosotros. Supongo que dependemos mucho de la conciencia de los directores para exigir que sus películas se pasen en salas de cine, del público de valorar la diferencia entre ver una película en un celular y verla en una sala, de la gente de tener más curiosidad por descubrir cosas nuevas y diferentes y ansiedad por participar en la conversación global sobre los tanques de la industria, de nosotros como exhibidores de mejorar nuestras curadurías y ofrecer cosas que no se encuentran en esos otros sitios, y de tener una comunicación muy eficaz para capturar la atención de las personas. Pero también vendría bien una mano de quienes diseñan las políticas públicas, porque si el nivel cultural de la población sigue cayendo en picada, nada puede salvarnos. La función pedagógica de Cinemateca ha sido ampliamente reconocida y sería muy interesante que, de la misma manera que sucedía en 2019, se pudiera volver a llevar a los estudiantes de secundaria al cine, ya que el convenio que tenemos con el Ministerio de Educación y Cultura dejó de cumplirse desde 2020 y, por ahora, no hay señales de que vaya a retomarse”.
Del mismo modo, Guido reclama acciones desde las políticas públicas. “Queremos que se comprenda que no podemos sobrevivir si no se cumple con el mandato de la ley de teatro, que se aprobó en 2019 pero todavía no se reglamentó. No es tremendismo decir que si no se cumple habrá cierre de salas. Muchas instituciones no podremos sobrevivir. La Intendencia de Montevideo ha incrementado su Programa de Fortalecimiento de las Artes y por eso quizás estamos respirando, pero está al límite y le corresponde al gobierno nacional cumplir con la ley”.