La referencia es Luis Suárez. Pero es solamente eso, una referencia. Christian Arias también es un futbolista que se mandó una cagada en el campo de juego. Una patada que no necesitamos ver para imaginarla, que le costó la roja en un partido de la selección y que comprometió las chances de clasificarse al Mundial. Peor aún, comprometió las chances de cerrar un pase a la Premier League que ya estaba cocinadísimo.

Mientras el mundo entero habla de él, a favor y en contra, con puteadas en las redes sociales hacia él y puteadas en los diarios hacia la FIFA por la sanción desmedida que se ligó, Arias vuelve a Uruguay a refugiarse, a esperar que pase lo peor en una casa de un barrio privado. Pero no será tan sencillo: su llegada al aeropuerto no es tan secreta, y la prensa y los fanáticos quieren un pedacito suyo. De su gloria o de sus despojos. A algunos de ellos debe darles lo mismo.

Detrás del griterío, detrás de una conversación entre su representante y su padre (que es su todo), está Christian. En el caso de esta conversación, está literalmente atrás, en el asiento de atrás del auto, mientras dos personas que no son él hablan de él, lo analizan y lo diseccionan, como si no estuviera. Pero está ahí, atrás.

9, escrita y dirigida por Martín Barrenechea y Nicolás Branca, no es una película a la que le moleste ser literal, ser frontal. Ser honesta, sin vueltas. Como (justamente) las declaraciones de un jugador de fútbol, que dice que lo importante son los tres puntos, un poco porque qué va a decir, y otro poco porque en su interior sabe que lo importante son los tres puntos. Su vida es la pelotita.

Estamos ante una historia sencilla, que transita un camino narrativo sin vueltas de tuerca, sin misterios. Todo está encima de la mesa y esa es su principal fortaleza. Esa sinceridad a la hora de contar, con personajes sinceros a la hora de comportarse. Christian, que no pegó esa patada de casualidad. Y su padre, que a los pocos minutos hace que te den ganas de pegarle una patada a la pantalla. Todo está ahí.

Los responsables del club inglés quieren que Christian pase por una evaluación psicológica antes de ficharlo. Y él, en conversación con la psicóloga (“la enemiga”, según su padre), dice lo que le pasa. Todo lo que le pasa a Christian en la película está en esa charla.

Pero no hay tiempo para pensar en eso. Christian tiene que ir a grabar una publicidad (con una aparición minúscula pero hilarante de Diego Moncho Licio). Tiene que entrenar todos los días para no perder la forma. Tiene que evitar los vicios y comer solamente lo que le indican.

Mientras tanto, su padre tiene momentos de bondad, porque al producto hay que mantenerlo medianamente contento. Invita a los amigos, juega con él al PlayStation. Al fútbol, por supuesto. Y, por supuesto, es un mal perdedor. De fondo, el pase, que obliga a su padre a viajar a Inglaterra y le da a Christian unos muy necesarios momentos de libertad.

Después está ella, el interés romántico, la joven que no tiene la menor idea de lo que va a hacer con su vida, que conoce al tipo que tiene su futuro marcado y ni siquiera tuvo poder de decisión sobre él. Obvio que se enamoran, que ella lo hace vivir experiencias nuevas y le complica la vida.

Sí, es obvio, pero funciona y funciona muy bien. En especial, porque todos los actores están muy bien en cada uno de sus papeles. Enzo Vogrincic es perfecto como Christian, un pibe que no está acostumbrado a dar grandes discursos porque lo suyo es la pelota, o al menos de eso lo convencieron. Pero sobre todo, un joven. Que habla con un joven, y que tiene con Belén (Sofía Lara) conversaciones de jóvenes. Con inflexiones de jóvenes y sin decir nada. Como si Luis Suárez hubiera protagonizado 25 Watts.

Rafael Spregelburd es el que tiene más tiempo de lucirse, porque es Óscar, es el padre, es el villano. Es el que se la pasa puteando, mandando a todos a hacer lo que él quiere. Él dice que lo que quiere es que su hijo triunfe, y los mejores villanos son los que están convencidos de que están haciendo las cosas bien. Horacio Camandulle es el Gordo, por momentos el único aliado del protagonista, y así le va. Rogelio Gracia como el representante deja buenos momentos en las puntas de la historia.

De nuevo, está todo arriba de la mesa. Podría ser un futbolista, un estudiante de medicina o un personaje animado por Pixar. Christian está deprimido porque esa no es la vida que quiere y a veces reacciona de la peor manera. Con la contra de que millones de personas están siguiendo su vida. ¿Podrá escapar de su destino, que parece estar tallado en piedra (o en la tinta de un contrato)? La respuesta no los sorprenderá, porque no es el punto.

9, escrita y dirigida por Martín Barrenechea y Nicolás Branca. 105 minutos. En salas (Cinemateca, Movie Montevideo, Sala B del Auditorio Nelly Goitiño).