El Mary Celeste. Roanoke. El Triángulo de las Bermudas. Todos esos grandes misterios que pueden dar para un episodio de Discovery Channel suelen encontrar su versión ficcional en cine o televisión que reconstruye de alguna manera los hechos “reales” (las comillas valen porque en muchos casos se ignora lo que pasó y en otros la reconstrucción utiliza elementos folclóricos o sobrenaturales que atentan contra la verosimilitud) en un relato que trae a nuestro presente aquello que ya se ha transformado en leyenda.
Se sabe que el misterio histórico atrae espectadores como polillas a la luz. Por eso llama la atención que uno de los pocos ejemplos que pueden estar en primera línea no tuviera hasta ahora un repaso exhaustivo y meticuloso como el que propone Dead Mountain (o Pereval Dyatlova en su título original), una miniserie rusa que reconstruye con lujo de detalles lo que se conoce cómo El Incidente del Paso Dyatlov.
El caso real ocurrió en enero de 1959, cuando un grupo de diez integrantes (ocho hombres y dos mujeres, en su mayoría estudiantes o graduados del Instituto Politécnico de los Urales) emprendió una expedición para llegar a Gorá Otorten, una montaña de más de 1.200 metros sobre el nivel del mar ubicada en los Urales. Por la ruta y la estación del año elegidas, la excursión se consideraba de “categoría III”, es decir, la más difícil. Sin embargo, todos los miembros tenían experiencia en viajes de larga duración en esquí y en expediciones de montaña, por lo que no se esperaba que hubiera problemas.
La marcha se realizó sin inconvenientes hasta el 27 de enero, cuando uno de los hombres debió volver sobre sus pasos, aquejado de una lesión en la espalda. Se sabe por este último contacto que la expedición marchaba bien y a tiempo, y que se aprestaba a recorrer el paso que cruzaba la montaña Jólat Siajl el día 31. Sin embargo, a partir de entonces no se supo más de ellos.
Semanas más tarde, los grupos que recorrían la zona en su búsqueda encontraron los primeros cuerpos. Entonces comenzaron los problemas. Se halló el campamento vacío y la tienda destrozada. En el bosque cercano aparecieron los restos de una fogata y dos cuerpos al lado vestidos sólo con ropa interior, a pesar de las temperaturas bajo cero. Después encontraron tres cuerpos más. Los otros cuatro fueron hallados dos meses más tarde en el bosque. En el análisis forense posterior se dictaminó que cinco de ellos habían muerto de hipotermia, aunque uno de estos tenía además el cráneo fracturado. El resto tenía diversos traumatismos por golpes “causados por una gran fuerza”, y a una de las mujeres le faltaba la lengua. Según el mismo análisis, murieron “aplastados bajo una gran presión”, fruto de una fuerza de origen desconocido. La tela de la carpa se había cortado desde el interior hacia afuera. Además, en la ropa de algunas de las víctimas había dosis de radiación dos veces más altas de lo habitual.
La investigación oficial a cargo del Ejército soviético concluyó sin un final claro y declaró que una “fuerza natural convincente” había causado las muertes. Qué había llevado a un grupo de esquiadores y montañistas expertos a internarse prácticamente desnudos en el frío de la noche era una pregunta sin respuesta.
Con el transcurso de los años, las teorías sobre lo ocurrido en el paso Dyatlov (llamado así en honor al líder de la malograda expedición, Igor Dyatlov) fueron de lo más diversas y disparatadas. Nazis, aliens, locura, monstruos, nativos; de todo. Cada explicación fue considerada posible. Y aquí, en la miniserie Dead Mountain, se hacen asombrosamente cargo de todas y generan al mismo tiempo un brutal relato hiperrealista.
Ficción histórica
La serie creada por Ilya Kulikov divide sus ocho episodios en dos líneas exactas de narración. Por un lado, los episodios impares serán protagonizados por Oleg Kostin (el cada día más visible Pyotr Fyodorov, protagonista de la reciente Sputnik y candidato a ser la estrella rusa del momento), un oficial de la KGB que viaja al lugar de los hechos para investigar lo ocurrido. Kostin es un veterano de la Segunda Guerra Mundial con su propia carga de problemas, pero al mismo tiempo es un investigador meticuloso y hábil. A lo largo de su relato se revisarán todas las teorías que históricamente se generaron en el caso, que él irá descartando.
Por otro lado, en los capítulos pares, narrados en blanco y negro, acompañaremos la expedición. Iremos viendo su preparación en la universidad, quiénes integran la partida, las tensiones que hay entre los expedicionarios, las relaciones entre ellos, en un relato ciertamente ficcional pero que está basado en la última investigación al respecto de este incidente y que terminó por dictaminar la explicación oficial sobre lo ocurrido (que no, no develaremos aquí).
El desenlace es durísimo de ver, dado que es angustia pura y dura. Para más repelús, son las fotografías reales encontradas en el campamento original las que dan marco y ambientación a este relato y son recreadas en la ficción, generando una constante sensación de incomodidad.
En la misma senda que la reciente The Terror (en la que se reconstruía entre ficción y realidad los hechos que marcaron la desaparición de los buques Erebus y Terror buscando el Paso del Norte en el Ártico), Dead Mountain se propone como una serie de terror, misterio y suspenso, pero da paso también a la recreación histórica, a la aventura de exploración y al noir (Kostin pasa las mil y una investigando) desarrollando un relato que no desfallece nunca y se propone adictivo siempre.
Dead Mountain. Ocho episodios de 55 minutos. En HBO Max.