Si Hollywood lleva unos 20 años mirando al mundo de las historietas, pensando y buscando personajes, historias y franquicias que adaptar, el guionista escocés Mark Millar parece haber prendido un faro para ser fácilmente encontrado. No sólo son muchas las películas y series de televisión que han tomado algunas de sus obras, sino que Millar produce ya pensando directamente en la adaptación posterior, al punto de que su sello Millarworld tiene un acuerdo firmado con Netflix para producirlas.
Tuvieron escasa suerte El legado de Júpiter y el animé Super Crooks, pero a las adaptaciones de historietas más tempranas de Miller les fue mejor, especialmente a las cinematográficas: Kick-Ass se transformó en una muy buena película (y una secuela que no tanto), igual que Wanted (que poco y nada tenía que ver con la historieta original) y The Secret Service, que alcanzaba un vuelo que jamás había tenido en el papel para volverse la franquicia más exitosa de todas, en gran parte debido a la mano del director Matthew Vaughan, un tipo que filma acción como nadie.
Si Kingsman: The Secret Service (2014) nos presentaba a unos particulares agentes secretos británicos que operaban por completo en paralelo a las fuerzas oficiales de seguridad y sentaban las bases de lo que sería todo un universo (en cuanto al humor, la violencia, el uso hiperkinético de las escenas de acción) y Kingsman: The Golden Circle (2017) continuaba la historia para mostrarnos otras agencias similares en otros países y nuevos enemigos (en una continuación que se sentía algo cansada, cabe agregar), ahora The King’s Man nos lleva al pasado, más precisamente a los albores de la Primera Guerra Mundial, y nos cuenta los hechos que dieron origen a este grupo de agentes secretos.
Nuestro protagonista es Orlando Oxford (tremendo Ralph Fiennes), un noble de profundas convicciones pacifistas que contempla, azorado, cómo se transforma el damero político de la Europa de principios del siglo XX, con la creciente convicción de que pronto estallará una guerra. Además, descubre una conspiración que reúne agentes de varias partes del mundo para acelerar el inicio del conflicto. Por eso, acompañado por su hijo Conrad (Harris Dickinson), su valet Shola (Djimon Hounsou) y la institutriz Polly (Gemma Arterton), comenzará a recorrer capitales europeas, enfrentando a los agentes de esta fuerza en las sombras.
Funcionan particularmente bien en esta tercera entrega de la saga Kingsman el tono y el elenco. En cuanto al primero, al tratarse de una aventura pulp con todas las letras, permite una película de acción y humor que prácticamente no para nunca. El segundo, con aportes inesperados de Fiennes como héroe de acción y un variado elenco secundario (Tom Hollander en un triple papel, Charles Dance, Matthew Goode, Daniel Brühl y un espectacular Rhys Ifans cómo Rasputín), tiene momentos de verdadero brillo y lucimiento.
A lo anterior se suma que, como decíamos, Vaughan dirige acción cómo nadie, ayuda a disimular lo delgado que puede resultar el guion –conviene no meterse a cuestionar lo verosímil de mucho de lo que pasa, entre otras cosas, todo lo que puede hacer por arte de magia su villano en las sombras– o que no todo está ordenado como corresponde (por ejemplo, la mejor escena de acción, el duelo con Rasputín, está exactamente en la mitad de la película).
En cambio, si uno se deja llevar por el relato, por el humor y por las infinitas set-pieces que van ocurriendo, tiene asegurado por completo una gran matiné de aventuras que deja muy buen sabor de boca y bastantes ganas de saber si sigue y cómo. A riesgo de hacer un trabalenguas, uno queda mucho más interesado en una secuela de esta precuela que en la secuela del original.
The King’s Man. 101 minutos. En Star+.