Jonathan Larson tiene un problema. Uno que, en mayor o menor medida, él mismo se inventó. En pocos días cumplirá 30 años y ha decidido que esa fecha determinará si él es un escritor de musicales que trabaja en un restaurante, o un mozo que tiene una afición por los musicales. En su cabeza suena el tic... tic... de una bomba de relojería, en esa cuenta regresiva hacia la explosión del fracaso. O, lo que es peor, de la resignación.

Jonathan Larson es conocido en Estados Unidos por haber escrito el musical Rent, que ganó innumerables premios de la industria y estuvo 12 años en cartel. También es conocido por haber fallecido de manera repentina la noche antes del estreno, por lo que sus premios (incluyendo un Pulitzer) fueron entregados en forma póstuma.

Larson murió a los 35 años, pero la acción de tick, tick... BOOM! (disponible en Netflix) transcurre cinco años antes, en la Nueva York de 1990, golpeada por la epidemia de sida que ya se llevó a varios de sus amigos, mientras que otros experimentan cuentas regresivas bastante más serias que la suya. Mucho antes que Rent, Larson intenta vender la idea de Superbia, un musical futurista que (¡qué ironía!) parece estar adelantado a su tiempo.

En los pocos días que cubre esta película, Larson debe conseguir a las mejores personas para que lo acompañen durante una presentación frente a potenciales inversores, pero es difícil contratarlos cuando está en la ruina económica. Al mismo tiempo se cuestiona si debería abandonar su empleo para dedicarse de lleno al arte, y lucha por mantener una relación a la que da mucho menos importancia que a Superbia y esa canción en el segundo acto que puede ser la diferencia entre el fracaso y el éxito.

tick, tick... BOOM! fue originalmente un musical semiautobiográfico interpretado por el propio Larson, pero en 2021 se convirtió en una película dirigida por Lin-Manuel Miranda, también famoso en el mundo de los musicales por ser el creador de Hamilton. Contando parte de la historia como monólogo musical y otra como ficción tradicional, nos permite meternos dentro de la mente de ese artista obsesivo, hiperansioso, que se sabía poseedor de un inmenso talento y no lograba que los demás fueran conscientes de eso.

No alcanzaría con una actuación del montón para hacer justicia a Larson, y por suerte Miranda cuenta con otro talento para cargar con la trama: Andrew Garfield, quien se puso de nuevo el traje del Hombre Araña y este año recibió su segunda nominación a los Oscar. La primera fue por protagonizar Hasta el último hombre, el drama bélico dirigido por Mel Gibson, y la segunda por esta tick, tick... BOOM!

La acción está salpicada por canciones tanto del musical Superbia como del que presta el nombre a la película, así que no es una opción para aquellos que giran los ojos cuando los personajes de una película comienzan a cantar. Para los amantes del género está la canción “Sunday”, que incluye cameos del director, de actores del elenco original de Rent y de otros intérpretes de musicales. El resto de la cinta también tiene espolvoreadas a otras figuras de este formato, mientras que el elenco acompaña de la mejor manera a Garfield... pero no deja de ser la gran noche de Garfield.

Una vida tan explosiva como la de Larson podría haber sido contada con más drama, con más énfasis en esa noche en la que estuvo a punto de ver su sueño más grande volverse una realidad, para sucumbir ante una condición médica. Sin embargo, esta historia se centra en el primer gran escollo de su corta pero intensa carrera. Todo gira alrededor de Superbia, su última gran posibilidad de entrar al mundo de los musicales. Sabemos que lograría sus objetivos, pero eso no significa que tick, tick... BOOM! tenga un final 100% feliz.

Tick, tick... BOOM!, dirigida por Lin-Manuel Miranda, con Andrew Garfield. 115 minutos. En Netflix.