Algo frecuente en el cine asiático y particularmente en el de Hong Kong es la creación de sagas de películas que reiteran título pero que en rigor no son secuelas directas una de otra. En el caso que nos ocupa hoy, bajo el ribete “Los piratas”, Netflix ha estrenado dos entregas de una evidente saga, que no reiteran personajes ni situaciones puntuales, sino que simplemente son historias ambientadas en la larga era Joseon coreana, que se extendió entre 1392 y 1897.
Aunque los personajes son otros y lo que se cuenta es diferente, no cabe duda de que estamos ante otra muestra del mismo espíritu lúdico, de gran aventura, de buscadores de tesoros a todo o nada armados con sables, mosquetes y cañones.
Tal y como ocurría en la entrega de 2014, Piratas: el último tesoro de la corona parte tanto de una búsqueda como de la unión inusual entre dos grupos de personajes que en un principio son antagónicos y, luego de unas cuantas desventuras y desavenencias, enfrentan en equipo a un enemigo común más poderoso.
Se trata de una historia por completo clásica, con elementos tradicionales dentro del género de piratas, que aprovecha en buena medida su origen para diferenciarse. Entre los elementos de valor que suele ofrecer el cine de Corea se cuentan la realización vertiginosa de las secuencias de acción (que aquí son extraordinarias) y la creación de personajes muy queribles (heroicos pero siempre algo torpes y humorísticos), que se juegan el pellejo por aquello que buscan.
Con un viaje que se torna más y más peligroso a medida que avanza, con los personajes peleando y aliándose entre sí según el momento, con un gran despliegue de efectos especiales y locaciones fantásticas, Piratas: el último tesoro de la corona reitera la efectividad que tienen tanto esta saga como el cine de Corea para contar películas de entretenimiento. Porque, qué duda cabe, mientras sigan las aventuras de estos Piratas del Caribe coreanos, somos muchos los que seguiremos abonados a verlas.
Piratas: el último tesoro de la corona, dirigida por Kim Jeong-Hoon. 125 minutos. En Netflix.